Mario Oporto: "La política y la docencia son la misma vocación"

Mario Oporto:

El ex Director General de Cultura y Educación y ex diputado nacional volvió de lleno a la enseñanza. La Tecla presenció una de sus clases de historia y habló con él de este presente y de su visión del país.

Unos 350 alumnos toman apuntes en el auditorio de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata. El profesor anota algunos nombres con marcador en un austero pizarrón y, micrófono en mano, dice con entusiasmo que “la revolución rusa se parece más a las cuestiones latinoamericanas que a la Revolución Francesa de país burgués industrial, porque Rusia llega a la revolución siendo un país periférico”.

Sin cargo público, “pero jamás alejado de la militancia política”, como se encarga de aclarar, Mario Oporto volvió de lleno a una de sus dos pasiones: dar clases. La lectura de un párrafo de León Trotsky y la recomendación de un apunte son el último contacto con los alumnos antes de que el ex ministro de Educación bonaerense se disponga a hablar con La Tecla de su presente y de cómo ve la situación política del país y del peronismo.

-¿Es volver a las raíces?

-Uno no tiene que pensar a la función pública como un lugar eterno, aunque a uno se le prolongue mucho el tiempo en los cargos políticos. El interés por dar clases nunca declinó. Además, mi militancia política incluye mucho el tema de dar charlas, conferencias, cursos de capacitación; ahí mi vocación docente 

se desarrollaba. Y el seminario de Doctorado traté de no dejarlo nunca. Cuando dejé el ministerio empezaron a aparecer ofertas para concursar cátedras, y fui desarrollando alguna actividad universitaria. Y ahora que dejé de ser diputado la acrecenté, porque tengo que vivir de eso. Uno vuelve al lugar de donde se fue. Mi profesión es la docencia; por vocación, por deseo, porque me interesan los temas que arribo y por una necesidad económica; tengo que trabajar de algo.

-¿Qué cambios nota entre la época en la que inició la docencia y esta época?

-No noto grandes cambios. Tal vez la extracción social de los alumnos. Ahora enseño en universidades y antes enseñaba mucho en secundario y terciario; pero veo en la universidad que viene un sector social que cuando yo comencé la docencia no iba a la universidad: chicos sin familia con experiencia universitaria. Y por otro lado noto una gran presencia de chicos que vienen de países latinoamericanos, como Colombia; muy entusiastas, deseosos de estudiar. Es muy interesante que Argentina haya recuperado ese lugar de ser un centro educativo y cultural importante para el resto de América Latina. Esas son las dos diferencias.

-¿Qué le provoca más satisfacción cuando da clases?

-Me gusta mucho la obligación previa de estudiar, me entretiene mucho preparar las clases. No tengo otra manera de leer cualquier cosa que no sea sin pensar en dar clases; hasta cuando leo ficción, porque siempre aparece una frase que después me sirve en el aula. Dar clases me genera una intensidad de lectura muy grande, que capaz no tendría si no diera clases. Y estar en el aula me genera mucha creatividad, en recrear todo lo que he leído. Eso me da una satisfacción muy grande. Y da mucha satisfacción cuando ves a los alumnos interesados.

-¿Y hay interés en los alumnos?

-Hay interés en el pensamiento. Yo ahora no doy clases a alumnos que van a estudiar historia, sino a alumnos que van a estudiar otra disciplina; pero si uno les explica que tener conciencia de historicidad y tener conciencia de contemporaneidad les va a servir en su carrera, eso puede atraer. A estos alumnos no les doy la historia cronológica de los detalles, sino una historia de grandes líneas conceptualizadas y de la comprensión. Cuando los alumnos te piden bibliografía, ves que te escucharon, o vuelcan ideas que creías que no habían sido absorbidas, eso te da inmensa satisfacción. O cuando te agradecen al final de la cursada. Y me da mucha satisfacción preparar la cátedra con mis ayudantes.

-¿En algún momento riñen el profesor de historia con el político?

-No. Creo que soy un político con mucha visión historiográfica. Eso me hace más comprensivo y, a veces, menos contundente. A veces, del político se espera contundencia, pero como tengo desviacionismo de historiador soy más relativista. No pienso las cosas como negro o blanco, ando más entre los grises. Una capacidad de análisis y de comprensión que a veces le quita fuerza a la pelea contundente. El profesor ayuda mucho a la exposición pública; le debo mucho a la docencia la manera de comunicar. Y la política me ha dado una simplicidad que ha favorecido al profesor; la experiencia política me ha hecho más simple la explicación de las cosas. Le agradezco a la política la posibilidad de ser simple dando clases y al profesor la posibilidad de poder explicar la política. No riñen, la política y la docencia son la misma vocación.

-Hoy es profesor, ¿y el político?

-Ser profesor me genera una satisfacción muy grande; y es muy interesante para alguien que ha estado mucho tiempo en la función pública volver después a su lugar de trabajo. Y sigo militando. Esa es otra satisfacción enorme, porque te quita esa idea de que uno milita si es funcionario y deja de militar si no es más funcionario.

-Si le proponen entre ser profesor titular de diez cátedras de historia o volver al Congreso, ¿qué elige?

-Combinar, como lo hice cuando fui diputado. Volver al Congreso me gusta, y dar clases me gusta. Se pueden hacer las dos cosas, no es incompatible. 

-¿Cómo cree que la historia va a juzgar dentro de 50 años al proceso histórico de la Argentina posdictadura?

-Lo va a valorar mucho. La historia va a absolver a Alfonsín; lo va a poner muy alto, juzgándolo positivamente. Porque la historia se aleja de la vocación historiográfica de la prensa, que quiere juzgar muy rápidamente. Creo que el menemismo va a tener más dificultades de ser premiado por la historia, como De la Rúa; y creo que el kirchnerismo también va a ser absuelto. En 50 u 80 años, los historiadores van a hacer una lectura más positiva del kirchnerismo. La historia no va a quedar embarrada en este juego actual de la tensión con los medios, que quieren construir una historiografía rápida. El peronismo sufrió embates durísimos de la prensa de su época, y en el balance final, lo que ha quedado son las transformaciones sociales estructurales que trajo a la Argentina.

-La historia rescata la esencia.

-Sí. Personajes que hoy recorren los canales de televisión son olvidables. La historia va a rescatar mucho la continuidad democrática de la Argentina, que es inédita, y aun con las crisis como la de De la Rúa resueltas desde la democracia.

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