Jaque al sistema político: El impacto del atentado y el avance de la ultraderecha

Jaque al sistema político: El impacto del atentado y el avance de la ultraderecha

Por: Mario Wainfeld. Lo que va revelando la investigaciòn judicial: solo un comienzo. Primeros procesamientos, necesidad de seguir buscando. Algo sobre el discurso de la extrema derecha que emerge. Su maratón mediática. El Presupuesto, estimaciones voluntaristas. La inflación que no cesa. El clima y el tono de las palabras de Cristina.

El proyecto de Ley de Presupuesto se presenta en tiempo y forma. Ante la Cámara de Diputados, en la la fecha prescripta en la Constitución. Un mamotreto que será cuestionado, tildado de “dibujo”. posiblemente reformado tras negociar con gobernadores,

Se van determinando fechas de elecciones provinciales. En algunas, los gobernadores cambian ciertas normas. Los adversarios ponen el grito en el cielo.

La dirigencia de Juntos por el Cambio (JpC) barrunta que el Frente de Todos (FdT) se apresta a suspender por una vez o a derogar a nivel nacional las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO). El oficialismo niega la movida que complicaría mucho las internas de la principal oposición. Solo podría concretarla sumando opositores no cambiemitas en Diputados.

Se elige intendente en Marcos Juárez, pequeña ciudad cordobesa. Las encuestas pifian lejos. Gana la candidata de PRO, se magnifican o niegan proyecciones.

Con sus más y sus menos, con zonas grises y logros, con reyertas y pluralismo. se trata de rutinas institucionales que se vienen cumpliendo desde 1983. El sistema político electoral funciona: sobrellevó crisis económicas y la transición accidentada de 2001-2002.

Al mismo tiempo el atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner marca una bisagra en la historia. No nace de gajo, ahonda una espiral de radicalización de la derecha. Salen a la luz pública grupos de ultraderecha, furibundos, con aptitud para pasar velozmente de la palabra agresiva al acto violento. Capaces de auto incriminarse a cambio de mostrarse en los medios masivos.

La gravedad de lo sucedido jaquea al sistema político. Nada es igual a un mes atrás aunque las tendencias estaban demarcadas acá y en gran parte del mundo. Nada es igual, mucho es peor... demasiados protagonistas parecen no registrarlo.

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Entre Comodoro Py, la radio y la tele: Fernando Sabag Montiel y Brenda Uliarte fueron procesados por la jueza María Eugenia Capuchetti por tentativa de homicidio agravada. El agresor material (visto, filmado y aprehendido en el acto) tiene que revertir las innegables evidencias en su contra; le asisten escasas o nimias chances. Las pruebas contra Uliarte son asimismo rotundas.

La magistrada no añadió el delito de asociación ilícita entre los cargos. A primera vista, hizo bien. La figura es excepcional, diferente al crimen cometido por dos o más personas. Se apunta esto porque la asociación ilícita se bartoleó en la causa por Vialidad y está de moda.

Agustina Díaz y Gabriel Carrizo, los otros dos detenidos hasta el cierre de esta nota seguramente serán procesados. Hay material circunstancial para considerarlos sospechosos, emanado de ellos mismos o de sus celulares.

Carrizo aduce que el celular le fue birlado por la Fiscalía con malas artes mientras prestaba declaración testimonial bajo juramento. Deduce una nulidad. Su letrado Gastón Marano, conforme se informa en este diario, tiene vinculaciones con el senador cambiemita Ignacio Torres que lo conchabó como asesor para una selecta comisión parlamentaria. El letrado se defiende ante una nube de movileros: aduce tener un postgrado en la materia. Torres lo da de baja de volea lo que huele a confesión de parte. Queda para suspicaces u observadores atentos preguntarse cómo consigue un vendedor de algodón de azúcar en palitos a un abogado con redes de relaciones y un bufete de alta categoría.

Otro punto da para más, incluso para este cronista en notas futuras: asombra la verborragia de abogados y de referentes de “esa derecha”. Los militantes (digámosle así) encontrarán acaso la oportunidad de cinco minutos de fama y de propagar ideas. Suelen ser jóvenes, su narrativa toca puntos sensibles del relato de la derecha macrista: acá no se puede trabajar, los impuestos agobian, la inflación, la insensibilidad de los funcionarios. Su rabia, proponen, nace en defensa propia y es representativa. Las manifestaciones con antorchas, las guillotinas, alegan, son para llamar la atención. Diestros en las redes sociales corroboran que la distinción entre realidad virtual y “otra” queda un poco arcaica. Moran ahí, se vinculan, se organizan, salen de cacería o a armar bardo.

Los personajes ultra encajan con los planteos del diputado Javier Milei. Mucho más plebeyos que el adalid anti-casta sin sus arrebatos pedantes plagados de citas sobre economía. Frente a micrófonos o cámaras se “sacan” menos o nada. Nacieron en democracia, no dan la impresión de temer a la policía o a represalias brutales.

La distancia entre la pared derecha y JpC se acortó notablemente desde 2015, proceso acelerado en los últimos meses. El espacio que los separa de Milei o los grupos filonazis es estrecho y menguante. Lo que no significa un cargo penal (la presunción de inocencia vale para todos siempre) pero sí un filón para investigadores.

Cristina se presentó como querellante, derecho que le asiste por ser la víctima, condición que la parla hegemónica ignora con frecuencia. La agredieron cuando estaba indefensa. El ataque fue premeditado durante un largo lapso. Formadores de opinión consagrados se entretienen lanzando sarcasmos sobre “los Copitos”, sus torpezas, la incapacidad de borrar pruebas, relativas carencias de recursos. Pudieron matarla pese a todo: solo el azar o la fortuna o un milagro lo evitaron. Es necio menospreciar ahora, estando sobre aviso, las posibilidades de otros ataques. Tanto como dar por cerrada la línea de responsabilidades “hacia arriba” con lo descubierto en contados días de una instrucción que ya mostró fallas.

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Las otras agendas: La bronca de un grupo de personas ignotas busca empatía en gente común. La gran mayoría vive de otro modo, labura, se esfuerza por llegar a fin de mes… lo pasa mal. La inflación es uno de sus problemas cotidianos, la medición del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) superó los cálculos ya pesimistas del Gobierno. Otros indicadores más satisfactorios, como empleo o consumo, se eclipsan o amortiguan.

La falta de resultados del oficialismo, promesas incumplidas por motivos atendibles o floja gestión o las dos cosas incide en el humor ciudadano. La cultura política argentina da para pensar más en votos castigo, votos bronca o movilizaciones que en masivas adhesiones a grupos marginales. De cualquier modo, da para preocuparse la seguidilla de años con inflación alta y frustraciones masivas.

El Presupuesto prevé un aumento anual del 60 por ciento para los precios al consumidor. Cifra tremenda que, se sabe, tiene perfume a voluntarismo, a intención de entibiar expectativas inflacionarias. El crecimiento del 2 por ciento del PBI hace intuir un año flojo. Los gobernadores obtuvieron la sanción de la ley de Consenso Fiscal para preservarse. Las provincias están menos endeudadas que la Nación, obviamente. Varias tienen superávit fiscal. Pero en el federalismo mistongo necesitan transferencias dinerarias del Estado central y también que se sostenga la obra pública. Por esos motivos, la defensa básica de los intereses territoriales, los mandatarios radicales de Jujuy y Corrientes se diferencian de correligionarios “sin tierra” o de macristas que solo gestionan la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). No es la interna en ese peculiar caso sino los diferentes roles que ejercen.

De modo similar, la objeción de la senadora Alejandra Vigo (bloque Córdoba Federal) a las PASO por derrochar recursos se funda en necesidades de su partido. El gobernador Juan Schiaretti soporta la popularidad de PRO manteniendo el Poder Ejecutivo provincial sin habilitar PASO. Por eso defiende el statu quo local.

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Rupturas y solidaridades: Cristina Fernández de Kirchner tenía que retomar la palabra y decidió hacerlo en un encuentro no oficial. Se reunió con los curas villeros, con sacerdotes y mujeres religiosas de Opción por los pobres (OPP). Católicos con comprobado compromiso social, cuya compañía le permitió emocionarse, agradecer a Dios y a la Virgen el milagro de haberse salvado. Recibió apoyo y afecto; destacó “la ruptura del pacto democrático”. Cuestionó al odio y a la violencia. No piensa que sean necesarias nuevas leyes para enfrentarlos: basta con cumplir las existentes. Ahorró énfasis pero demarcó diferencias con quienes promueven reformas normativas para combatir los discursos del odio.

Cristina jamás es una oradora protocolar o distraída. El tono y el clima del encuentro emiten un mensaje sereno en un momento convulsionado y doloroso. Todo tuvo sentido a semanas de un atentado contra su vida, rodearse de personas de su fe, privarse de aludir a quienes regatearon o negaron un repudio a la tentativa de magnicidio. Remarcó la necesidad de diálogo, que mencionan otros funcionarios aunque tal vez se apresuren demasiado con convocatorias apuradas, semi atolondradas. Si se procura, será tarea de meses o de años. Para sembrar hay que arar bien.

La vicepresidenta asumirá su propia defensa el viernes próximo en el juicio de Vialidad. Actuará como “abogada en causa propia” para contrarrestar la decisión artera del Tribunal que la privó de responder al alegato del fiscal Diego Luciani. Los medios hegemónicos que se explayaron para cubrir la acusación declararon receso cuando hablaron las defensas. Inquisidores siglo XXI. Intelectuales y académicos cambiemitas que se extasiaron con las virtudes del juicio oral mientras hablaba Luciani tampoco miraron. La cobertura de Página/12, día a día, revela que los acusados hicieron trizas los inventos del fiscal. El juez Rodrigo Giménez Uriburu incurrió en otro gesto de parcialidad cuando interrumpió al abogado del ex ministro Julio de Vido, Maximiliano Rusconi, quien le había reprochado que ostentara como provocación el mate del club Liverpool. La continuidad del alegato es sagrada en estos pleitos, Luciani recibió otro trato: por algo juez y fiscal juegan con la misma camiseta.

Cristina se defenderá en otro episodio de la persecución judicial que arrancó al inicio mismo del mandato de Mauricio Macri. La doctrina Irurzun delimitó un mojón que degradó al sistema democrático. Que el expresidente alegue ahora que dialogaría con un ejemplar de la Constitución en la mesa es un chiste pavote, ajeno a su prédica y a su práctica en la Casa Rosada.

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Contextos: Las elecciones recientes en Suecia, los vaticinios sobre las que vendrán en Italia confirman el crecimiento de fuerzas de ultraderecha en Europa.

Los personajes que atacaron a Cristina son contemporáneos de los gamberros que tomaron el Capitolio para desconocer el triunfo electoral del ahora presidente Joe Biden contra Donald Trump. Salvando todas las distancias, el cuadro global ilustra.

Cada país es único, dentro de ese contexto. En la Argentina la radicalización de la derecha cuenta con una base social numerosa. Macri y la ex ministra Patricia Bullrich consiguen atraerla extremando sus posturas. Más allá de como les vaya en 2023 Milei y el diputado José Luis Espert pescaron en ese río revuelto.

Este cronista no se anima a diseccionar a los grupos fachos o neonazis que toman protagonismo ahora. Hay quien asocia su cualunquismo salvaje con los sectores medios desencantados del kirchnerismo que supo convocar como candidato el ministro de Economía Sergio Massa en 2013 y 2015. Nos parece prematuro el paralelo, sería una notable paradoja histórica.

Lo que uno piensa es que la tentativa de magnicidio se concretó coincidiendo con un declive hacia la persecución política y la represión. En una contingencia ardiente plagada por provocaciones de la derecha sistémica. Rompió pactos, un orden que creíamos irreversible.

Alertar que el sistema político está jaqueado no es bajar los brazos, al contrario. Es aprender de los errores o distracciones cometidos en el pasado reciente. El desafío es renovar el compromiso democrático, combatir a la violencia con otros recursos. Dialogar no solo con la dirigencia opositora sino con todos los argentinos de a pie. Y desde luego, asumiendo el riesgo de repetirnos: el abecé de la política: atender a las necesidades de los sectores populares.

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