Entre la espada y la pared, Kicillof chocó el Clío en la primera curva

Entre la espada y la pared, Kicillof chocó el Clío en la primera curva

“Es la economía, estúpido” fue la consigna que le permitió a Bill Clinton imponerse sobre George Bush (padre) en las elecciones presidenciales de 1992. Clinton así le echaba en cara a su oponente una verdad que la sociedad tenía en claro, pero no el equipo de campaña de Bush. Ganó y se puso a hacer política. De manual.

Para las elecciones de 2019 en la Argentina podría decirse lo mismo. La economía determinó el resultado. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires, que fue, a la postre, la única que cambió de manos. Con la economía en primer plano, Axel Kicillof parecía un excelente candidato, ya que recordaba los tiempos de las heladeras llenas, los satélites en órbita, el incremento del presupuesto educativo y la ciencia y la tecnología en primer plano. Con Axel, los argentinos comían cuatro veces por día. No sorprende la contundencia de su victoria. 

Como lo indican los manuales, una vez ganadas las elecciones llegaba la hora de hacer política. Pero, en apariencia, esos manuales de política “burguesa” no habían sido consultados ni por el gobernador ni por su equipo, que no registraron que estaban en minoría en el Senado ni que muchos intendentes del Frente de Todos esperaban ser tenidos en cuenta en la definición del gabinete provincial, o en la definición de un programa de gestión. Y una cosa es hacer política con mayoría en ambas cámaras, una caja generosa y una subordinación a rajatabla de los gobernadores e intendentes –como sucedió en el segundo mandato de Cristina Fernández- y otra, muy distinta, con una herencia de catástrofe económica legada por Juntos por el Cambio, el Senado provincial en contra y los intendentes del Frente de Todos, de heterogénea procedencia, callados pero disconformes.  

Ingenuo al extremo, Axel y su entorno creyeron que convocaría a una sesión del Senado provincial en minoría, con un paquete impositivo que transformaba profundamente la matriz de la puja distributiva bonaerense, y que la oposición obedecería con mansedumbre y recato. Grave error. La sesión se cayó, sin visos de su eventual realización a futuro. 

Inmediatamente Axel trató de aplicar un plan B. Convocó a sesión de Diputados para ese mismo viernes, para tratar de hacer aprobar allí el paquete de leyes. Cuando vieron la precariedad política de la gestión, tanto Alberto Fernández como Sergio Massa concurrieron en su auxilio, tratando de sumar al intendente de San Isidro Gustavo Posse, que cuenta con uno de los dos bloques de cinco legisladores escindidos de Juntos por el Cambio que no remiten orgánicamente a esa coalición. Pero fue en vano. Hay dos maneras de destrabar la situación: comprando voluntades opositoras con cargos en organismos provinciales y descentralizados, o bien modificando el contenido del proyecto. Ninguna de las dos opciones se le cruzan, por ahora, al novel gobernador. Cree que hacer política es sinónimo de mostrar debilidad, cuando la más clara demostración de su debilidad radica en su imposibilidad de hacer aprobar el proyecto.  

El cachetazo más duro lo recibió Axel el viernes por la noche, cuando no consiguió reunir quórum en Diputados por la ausencia de dos legisladores propios. Uno de ellos fue José Pérez, un hombre al que el experimentado Mario Ishii quiso ubicar en la jefatura del bloque y Axel se lo negó, insistiendo en su decisión de designar allí a Carlos “Cuto” Moreno. ¿Pase de factura? Pérez afirmó que llegó cuando ya se había caído la sesión porque José C. Paz queda lejos de La Plata.

El impulsivo gobernador denunció a la oposición por “irresponsable”, y aseguró que no aceptará “extorsiones”. Alguien debería aclararle que el mundo de la política no es el de la academia. Agredir a quienes resultan indispensables para posibilitar la aprobación de su plan de gobierno no parece una táctica muy redituable. Bill Clinton lo resumiría con un: “Es la política, estúpido”. 

Y como de política –y de rosca política, sobre todo- se trata, apreció en el centro de la escena un maestro del tablero argentino. Nada menos que Emilio Monzó, quien cuenta también con cinco diputados propios. Este sábado se reunió con varios intendentes radicales, para tratar de destrabar el paquete a cambio de realizarle algunos cambios significativos. 

Monzó pescó al vuelo que la oportunidad para torpedear el liderazgo de la enamorada María Eugenia Vidal, en fuga parisina, estaba al alcance de la mano. No fue el único: Jorge Macri llegó a la misma conclusión. Con la diferencia de que la relación de Monzó con Sergio Massa y con la mayor parte del peronismo bonaerense –y nacional- es muy fluida. 

¿Será finalmente el ex presidente de la Cámara de Diputados de la Nación la piedra de toque para destrabar la cuestión? ¿Aceptarán Axel y su equipo despojarse del fundamentalismo para entender que llegó la hora de hacer política? 

El jefe de Gabinete de Axel, Carlos Bianco, dio una nueva muestra de que el cargo le queda grande, sobre todo cuando responde a un gobernador que reniega de la política. “Si no se aprueba esta ley no sé de dónde sacaremos el dinero que se necesita”, afirmó. Para dirigir la política de la provincia de Buenos Aires son necesarias más cualidades que la de haber aportado el Clío para la campaña electoral. 

El ocurrente Carlos Maslatón le contestó inmediatamente desde su cuenta de Twitter: “@Carli_Bianco con las mejores intenciones, la solución a la tragedia fiscal que sufre la provincia por culpa de Vidal y Macri. Solo queda reflotar San José de Flores”. Y agregó: 

 

¿Monzó o Maslatón? Dos opciones que se abren para salir del desastre que se fabricó Axel Kicillof en sólo diez días hábiles de gobierno. La primera implica reconocer la derrota, y exigirá replantear la lógica y hasta la composición del incipiente gobierno provincial. La segunda, romper con el ejecutivo y volver a los tiempos de la secesión bonaerense de la década posterior a la caída de Rosas. Por cierto que hay una tercera: continuar con la línea stalinista del centralismo democrático aplicada hasta ahora. Con resultados bastante decepcionantes, cabe aclarar.

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