Mis desvaríos en esta hora crítica

Por: Carlos M. Reymundo Roberts. No sé qué me pasa últimamente, pero en mis reflexiones sobre el devenir de los acontecimientos se me da por poner las cosas en perspectiva histórica. Inmerso en esa dinámica -un poco loca, lo admito, dadas las urgencias de la hora-, es habitual que me pregunte cómo será recordado en el futuro este gobierno. Acaso parto de una premisa equivocada: no sabemos si alguien tendrá ganas de recordarlo, y ni siquiera sabemos si después de este gobierno habrá futuro.

 

Sin embargo, el ejercicio de despegar la vista del día a día y mirar todo como si ya hubiese pasado me permite distinguir lo anecdótico de lo importante, lo trascendente de lo coyuntural. Por ejemplo, que la ministra Sabina Frederic haya entregado a los jefes de las fuerzas de seguridad (Policía Federal, Gendarmería y Prefectura) un pin como reconocimiento al trabajo hecho durante la pandemia es algo que no tiene nada de anecdótico; para Sabina, haber arriesgado la vida no merecía una placa de bronce o una medalla de plata, sino un pin de lata; ojalá que el gesto tenga su lugar en los libros: al agravio a esas instituciones no le debería seguir el agravio del olvido. En cambio, que Cristina haya pensado en la fórmula reversible Fernández-Fernández es absolutamente trivial, una broma de una señora a la que el humor nunca se le dio bien.

¿Será recordado el Gobierno por su fracaso en la lucha contra el dólar? Nadie ha podido en la Argentina vencer al dólar, pero algunos presentaron mejor combate. El lunes, tras la catástrofe en el mercado cambiario de la semana anterior, Alberto le pidió a Martín Guzmán un mayor protagonismo como cabeza del equipo económico; lo que son las cosas: yo le hubiese pedido que se quedara en su casa; el blue está tocando la puerta de los 200, y más vale que le abran porque si no la tira abajo. ¿Será recordado el Gobierno por su traspié frente al virus? Sería injusto: un bichito que se cargó al capitalismo, el sistema económico más exitoso de la historia, no podía encontrar tanta resistencia entre nosotros; presentamos una digna batalla durante tres o cuatro meses, hasta entregar la plaza; la plaza y, más doloroso aún, las filminas. Esta semana nos borraron de una estadística mundial porque nuestros datos sobre testeos resultan poco confiables; una vergüenza, un escarnio del que solo nos rescataría una intervención de Guillermo Moreno.

¿Será recordado por decidir que la Oficina Anticorrupciónno investigue más la corrupción? Ojo, no es falta de voluntad, sino de gente: todo el personal migró al Observatorio Nodio, el único trabajo en el que te pagan para que leas los diarios y veas televisión. Esta Casa Rosada no será recordada por impedir las tomas de tierras, sino por tener funcionarios que las alientan; Grabois, un verdadero fenómeno, llegó de reunirse con el Papa en el Vaticano y mandó invadir una estancia en Entre Ríos, terrenos en el conurbano y las intendencias de Olavarría y Junín, ambas en manos de la oposición; no sé qué esperan para hacerlo ministro de Hábitat o ministro de Ocupaciones Ilegales. De paso, los esperados cambios en el gabinete ya se produjeron: Cafierito deja de ser vocero y primus inter pares, porque su trabajo ahora es buscarse un reemplazante; Ginés sigue yendo al ministerio, pero de la salud y del virus hace rato que no se ocupa; la Frederic será ministra de Pueblos Originarios, así que en cualquier momento la vemos al frente de las usurpaciones; a Massa le van a ofrecer la cartera de Diferenciación; Alicia Castro es la canciller en las sombras, y a Pesce le pidieron que custodie las reservas, con lo cual se quedó sin laburo.

Otra vez: lo anecdótico no debe tapar lo que de veras cuenta. Visto en perspectiva, no es grave que en las góndolas haya empezado a faltar aceite, arroz y fideos, y mañana quizá huevos, pan y yerba; lo preocupante es que ya se diga que al Gobierno le sale muy bien hacer las cosas mal. Dejemos de escandalizarnos por la inexistencia de un plan económico, porque tampoco es que en este momento haga tanta falta. No hay que alarmarse por la huida a Uruguay de empresarios como Marcos Galperin, Federico Tomasevich y, ahora, Gustavo Grobocopatel; prometieron volver cuando Alberto sea presidente.

Ponerse insistentes con el profesor puede tener efectos no deseados. De tanto pedirle que concrete su prometido Acuerdo Económico y Social montó de apuro un encuentro virtual con empresarios y gremios que pasará a los anales por el decálogo que suscribieron. Se habla allí de exportar más, alentar la producción, incluir a todos los sectores, bajar la pobreza y reducir las brechas de género, es decir, una agenda novedosa, precisa, vanguardista; aunque no figura en el decálogo, también se destacó la importancia de usar barbijo, separar los residuos, practicar deportes y de noche no cargar el estómago.

Mientras, todos cruzamos los dedos porque la Corte está a punto de expedirse sobre el destino de los tres jueces que Cristina quiere, malamente, sacarse de encima. ¿Los cortesanos pensarán en la suerte de la república, en su honor, en hacer justicia, en dignificar la Justicia, o en una trapisonda? La moneda está en el aire, y cuando caiga sabremos si la historia les tiene reservada una placa, una medalla o un pin.

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