Después del “samba”, el Consejo baja el perfil

Después del “samba”, el Consejo baja el perfil

Cuando baje la espuma, se despejará horizonte para lo relevante: las sentencias en carpeta por parte de la Corte. Esta semana podrían jurar los miembros del Congreso pendientes para órgano de "superintendencia", que ingresa en modo "low profile". Humo de ampliación del máximo tribunal y las "perlitas" de una semana furiosa. ¿Existe un beneficio que la política no visualiza en la nueva dinámica?

El jueves -un día antes de viajar a Neuquén a recibir el posdoctorado honorario de la Universidad de Bolonia, Italia con sede en esa provincia- el presidente de la Corte Suprema Horacio Rosatti cruzó a pie Plaza Lavalle y atravesó los pocos metros que separan al Consejo de la Magistratura de la puerta de Talcahuano 550. Fue una toma de posesión en términos más físicos que el lunes, cuando se hizo cargo de la presidencia del órgano de selección y remoción de jueces en el formato de 20.

Con visita a la sala de Plenario –que será acondicionada para mayor capacidad- y reunión con el secretario general, Mariano Pérez Roller, se impartieron las primeras directrices presenciales también en lo administrativo. Antes de mediados de esta semana, la Corte recibirá los pergaminos aprobados por el Consejo de los representantes por el Senado, Martín Doñate y por Diputados, Roxana Reyes, los últimos para completar la nómina de consejeros.

Si la semana pasada el Consejo se asemejó a un “samba” por las sacudidas que generó que se aplique la sentencia del máximo tribunal, el panorama hacia adelante incluirá una bajada pronunciada del perfil, luego de jornadas en las que la política pareció librar una imaginaria batalla final ante lo que vaticinaban como la disolución de la República.

En cambio, para el poder, el saldo de la discusión clarificó: quedó en evidencia que el Consejo no es más ni menos que el lugar donde se selecciona y sanciona jueces (cuya palabra final la tienen otros poderes del Estado) y desde donde se administra (siempre con escasez de recursos) el Poder Judicial. Una suerte de Recursos Humanos de la Justicia que en los últimos años había quedado cada vez más atravesado por la grieta, comprometiendo severamente su productividad.

El “low profile” al que ingresará ahora el Consejo tiene varios estímulos. A nadie le conviene demasiado que los reflectores apunten a mirarlo con lupa y comparar la estructura, dotación y resultados que ha ofrecido. Pese a que el kirchnerismo defendía el formato de 13, lo cierto es que en 2021 solo se pudieron elevar 5 ternas. Ni mencionar el casi centenar de cargos que aguardan la firma de Alberto Fernández ni que el Senado haya avalado los últimos pliegos en agosto del año pasado.

En definitiva, el Consejo se encarga de cuestiones que no exceden a la llamada “superintendencia”, algo importante, pero mucho menor si se lo compara con lo realmente relevante: las sentencias que la Corte (y otros tribunales) tienen en carpeta para el primer semestre. El martes habrá reunión de Acuerdos con el plantel de la Corte completo.

Con estar en condiciones de jura, el oficialismo cerrará una semana vertiginosa en la que pasó de denunciar un golpe de Estado de la Corte; partió su bloque en el Senado a las 24 horas para aprovechar la ventaja que le podía dar un lugar de consejero; clamó por apresurar su jura y culminó con un amague para instalar una eventual ampliación de la Corte Suprema. Ya sobre el fin de semana, el impulso se había aplacado al punto que desde el entorno de Cristina de Kirchner le bajaron el precio a que Asuntos Constitucionales reviva un proyecto de ley propio o ajeno en ese sentido. No tendría el aval de la vicepresidenta.

El cálculo para el tirón de riendas es bastante razonable. Con la sola modificación del tribunal de 5 a 9 miembros, el Gobierno se enfrentaría al desafío de licitar 5 lugares, teniendo en cuenta que no logró siquiera rellenar la vacante actual ante la previsible resistencia de la oposición a otorgar los dos tercios de los votos en el Senado. En cualquier negociación –que podría ser viable para aprobar con mayoría simple una nueva ley- tendría que otorgar plácet al menos a dos/tres candidatos propuestos por otras fuerzas. En el mejor escenario, el efecto de consolidar aún más la mayoría de tres jueces que tiene la Corte hoy podría ser una dramática consecuencia de la jugada. No es viable seguir ampliando la colección de fracasos.

En el camino hubo “perlitas” de lo más curiosas. Los cortocircuitos comenzaron desde el mismo lunes, cuando sectores del oficialismo tenían la plena convicción (y así lo transmitieron) de que Rosatti no se atrevería a asumir sin los dos delegados del Congreso. La desinformación amplifica una distancia entre el Ejecutivo y el Judicial que a esta altura es dramática.

Pese a que la visibilidad se la llevó el fallo del juez Daniel Edgardo Alonso –duramente castigado por la Corte- que le permitía al Congreso ganar tiempo mediante un insólito recorte de sus facultades, hubo sugerencias peores: se mencionó un DNU presidencial para dotar de una organización provisoria al Consejo hasta la sanción de una nueva ley, cerrándole a la Corte la puerta en la cara. Mientras tanto, hubo un fallido llamado a precalentamiento para el senador Oscar Parrilli para el cargo de consejero, plaza que terminó siendo ofrecido a Doñate, lo que reavivó una interna rionegrina que fastidió nada menos que al ministro de Justicia Martín Soria.

La consecuencia de todo el minué por lo menos reactivó los contactos desde la política con la Corte. No por parte del presidente, cuya última comunicación con Rosatti data de abril de 2021 cuando intentó un acercamiento en momentos en que el máximo tribunal debía definir el caso de la apertura o no de las escuelas porteñas. El juez propuso un encuentro con todos sus pares. No prosperó.

Entonces si la discusión por el Consejo, en definitiva, no es más que una pulseada por quien se hace cargo de la superintendencia de los tribunales, ¿Qué es lo que está mirando el poder? Lo que define la relación con el Poder Judicial son sus sentencias. Eso lo tienen claro también dos actores en distintos frentes, Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta, que suelen repetirlo a sus entornos. Como si fuesen dos caras de la misma moneda, el episodio de la semana pasada arroja dos posibles moralejas: La Corte demostró que no se amilanó ante la distinta munición a discreción que le arrojaron; pero para la política también podría existir un beneficio invaluable si con la presencia de la Corte se inaugura un período de ampliación de consensos, enfoque en optimización de concursos y distanciamiento de la grieta. Podría dejar de ser extorsionada a través del Consejo que había sido un fiel exponente de la grieta.

Ese panorama generó rápidos reacomodamientos de cara a la nueva dinámica entre los consejeros que enviaron toda clase de mensajes subterráneos para mostrar predisposición para ingresar a un paradigma distinto. No significa que no vayan a existir obstáculos ni que todos los miembros del nuevo Consejo se adapten con facilidad.

Prueba de ello fue la incorporación de la abogada del PRO Jimena de la Torre al chat de consejeros del bloque opositor, apenas juró. Su primera intervención en el grupo fue postear el tuit de Alejandro Fargosi en el que clamaba que Doñate no podía asumir porque no contaba con 8 años de profesión de abogado, un supuesto requisito para asumir que no está vigente. Exhortó a sus compañeros a percutir públicamente con esa posición. “No, nena. Acá no hacemos las cosas así”, le contestó, seco, otro consejero de la oposición

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