El curioso destino del imponente edificio de la primera fábrica de soda del país

El curioso destino del imponente edificio de la primera fábrica de soda del país

Por: Mauricio Giambartolomei.

Las góndolas del pasillo central rebalsan de vinos de buenas etiquetas. Como ocurre en todos los supermercados, los mejores están más altos, pero en todos los estantes hay calidad. No parece un supermercado chino, sino una vinoteca de calidad. Las gaseosas están atrás con la misma lógica y, más allá, las sodas y los botellones de agua cerca del mostrador de la carnicería y de los fiambres. La decoración no dice mucho del lugar, pero detrás de la cáscara de exhibidores y mercaderías se ocultan las entrañas de un edificio histórico: la primera fábrica de soda y licores de la Argentina.

Fuera del supermercado la historia se deja ver: ahí, justo encima de los portones verdes que separan el predio de la calle y la fachada naranja del supermercado Remanso, se levantan tres imponentes módulos que culminan en forma redondeada; los tres tienen grandes ventanales verticales y en el central —el más alto— se puede leer “La Argentina S.A. Fábrica de aguas y refrescos gaseosos”.

La planta baja contrasta con el resto del inmueble de dominio privado. El supermercado luce impecable y el edificio de la exfábrica parece haber aterrizado ahí encima del supermercado, en ese rincón perdido del barrio de Villa Luro. La estructura histórica no está restaurada, pero tampoco parece un espacio abandonado. Sin embargo, durante varios años se mostró de esa manera, lo que generaba la preocupación de los vecinos que intentaron recuperar el lugar.

Varios rubros pasaron por allí hasta la llegada del supermercado. Hubo un salón de fiestas, una canchita de fútbol para alquiler y un polideportivo donde funcionó una escuelita de fútbol de dos exjugadores del club Vélez Sarsfield. Durante los años que estuvo cerrado, recuerdan los vecinos, resistió amenazas de usurpación y los malos deseos de convertirlo en una suerte de aguantadero.

La historia cuenta que, en 1860, en la ciudad de Buenos Aires, Domingo Marticorena, de origen vasco, fundó la primera fábrica de soda y licores sobre la calle 25 de Mayo, entre Bartolomé Mitre y Teniente Gral. Perón, convirtiéndose en la primera de toda la región. Seis años después, la fábrica pasó a manos de los hermanos Pedro, Andrés y Juan Inchauspe que trasladaron el emprendimiento a un terreno ubicado en San Telmo, en la calle Venezuela entre Balcarce y Defensa. En 1886, la firma quedó en manos de Pedro Inchauspe, que la trasladó nuevamente a un lote de avenida Independencia 456.

A comienzos del siglo 20, la fábrica se instaló en la avenida San Juan 2844 y adquirió el nombre “La Argentina”, ampliándose, ahora sí, a un gran depósito que comenzó a funcionar sobre la calle Araujo al 500, en Villa Luro, donde hoy funciona el supermercado chino. De acuerdo a diferentes registros históricos de la época, esa denominación de la empresa estaba asociada para las aguas gasificadas, mientras que se conocía como Destilería Argentina Inchauspe y Cía para los licores y otras bebidas.

Entre otros productos elaboraban vermú Garda, Fernet Visconti, Licor Capuchinos, Chinato Garda (guindado) que, para promocionarlo, aún se recuerda el eslogan “Convide a su mejor amigo con Chinato Garda”. Entre las bebidas gasificadas se elaboraban Indian Tonic, Neuss, Giger Ale Cunnington, entre otras. En ese terreno de la calle San Juan también comenzó la producción de la histórica Soda Belgrano.

“Otras de sus marcas registradas era El Gnomo. Todos estos datos constaban en las etiquetas de la soda Belgrano impresas en colores azules y rojos sobre papel blanco. Se envasaba en botellas de vidrio regordetas, de 220 y 390 cm³, con tapa de cerámica sujetada por un resorte de alambre. Las había de vidrio incoloro y de color levemente verdoso. Las tapas de cerámica llevaban una especie de estrella rodeada con el nombre de la fábrica pintados en color verde oscuro y se completaba con un rosado sello de goma que aseguraba el cierre hermético. En el cuello de las botellas se podía leer el número 22 del registro de la fábrica (a veces dentro de un círculo, otras en un rectángulo) y en el borde inferior el nombre y dirección. En la base de apoyo se había puesto un sol de cara rechoncha, ojos, cejas, nariz y labios bien definidos y múltiples rayos. Todas estas inscripciones y dibujos se veían en relieve”, relata Angel Prignano, en el libro El Bajo Flores.

El consumo de bebidas gasificadas crecía en el país, la fábrica se expandía y el depósito de Villa Luro era uno de los sitios más importantes de toda la logística porque permitía conectar a los proveedores con buena parte de la ciudad. También desde allí partían pedidos hacia otros puntos de la Argentina.

Hasta 1930 la soda se adquiría en almacenes y bares, pero por esos años se puso en práctica el reparto a domicilio mediante la utilización de carros tirados por caballos. Este tipo de transporte también lo utilizaban los lecheros que recogían la mercadería en los centros de distribución, como el lugar donde hoy funciona El Patio de los Lecheros, y los llevaban casa por casa.

Para promocionar la soda Belgrano, que se tomaba las cuatro estaciones del año, se confeccionaron chapas metálicas, similares a los prendedores, de 24 por 13 centímetros con la imagen de la botella y la frase “Aquí hay soda Belgrano, la mejor del mundo”, y se repartía por bares, cafés, restaurantes y clubes de barrio porteños.

Desde la Junta de Estudios Históricos de Villa Luro, afirmaron que el edificio de La Argentina fue todo un símbolo para el barrio en la época más pujante de la empresa, cuando la bebida burbujeante era una moda que se extendía durante las cuatro estaciones del año. La aparición de otros productos que se volvieron competitivos, apoyados en un músculo económico más robusto, le fueron quitando terreno.

El fin de La Argentina llegó tras largas décadas de ser un referente en el país. Otras marcas aparecieron y fueron reemplazando las bebidas, aunque las huellas de la primera embotelladora de aguas gasificadas y licores aún perduran. Como en el edificio en el corazón de Villa Luro, custodiado por este colorido supermercado chino.

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