Cristina comenzó su agenda en Cuba: se reunió con Fidel y Dilma

Cristina comenzó su agenda en Cuba: se reunió con Fidel y Dilma
Almorzó con el líder histórico de la Revolución. Con la brasileña se quejaron de los “ataques especulativos”.
Un encuentro “familiar” con Fidel Castro, una bilateral con Dilma Rousseff dos horas después de que la presidenta de Brasil llegara a esta ciudad proveniente de Davos.

Cristina Kirchner despejó al mediodía la incertidumbre sobre el motivo de su arribo tres días antes del inicio de la Cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe. La amplia sonrisa con la que salió del hotel Nacional por primera vez en este viaje confirmó la visita al líder de la revolución cubana, que la Presidenta había venido a buscar. En cuanto al encuentro con Rousseff, anoche integrantes de la comitiva aseguraron que “coincidieron en que ven movimientos especulativos sobre los países emergentes”. Del lado brasileño no hubo pronunciamientos hasta el cierre de esta edición.

Vestida con un saquito blanco floreado y un pantalón negro, bajo un intenso sol de invierno al mediodía, Cristina salió rápido al encuentro con Castro acompañada sólo por su hija Florencia, sin el gobernador Sergio Urribarri, el canciller Héctor Timerman ni el radical Leopoldo Moreau. La esperaba un Jaguar negro para trasladarla hacia el lugar -que no trascendió, como suele suceder con los movimientos de los líderes cubanos- en el que la aguardaba Castro. La delegación argentina también había mantenido el hermetismo hasta ese momento, y fue la propia Presidenta la que confirmó el encuentro antes de subirse al auto: “Sí, me invitó a almorzar”, se limitó a decir en otra jornada en la que esquivó a los medios.

Apenas frenó para confirmar el almuerzo, con la particularidad en el modo de enunciarlo de que ella había sido invitada, acaso con el objetivo de volver a apuntalar su costado progresista en el momento en que en el ámbito local se le acumulan los cuestionamientos por la implementación del ajuste que siempre había negado. Las visitas a Fidel se convirtieron ya en una costumbre para Cristina: buscó el encuentro y lo consiguió las tres veces que viajó a esta ciudad como Presidenta, luego de que Néstor Kirchner no lo lograra por el ruido que había generado el caso de la médica Hilda Molina.

Tal vez para evitar preguntas vinculadas al incierto panorama económico argentino, también a su regreso al hotel evitó tomar contacto con los periodistas.

“Bien, muy bien. Muy rica la comida”, respondió sin detener su marcha a la pregunta, desde lejos, sobre cómo le había ido. Comieron tasajo de cordero, pescado (una variedad que aquí llaman “perro”), ensaladas y tamales, en un encuentro que duró casi dos horas. Integrantes de la comitiva contaron que el ex mandatario cubano, de 87 años, la recibió con su esposa, sus dos hijos, nietos, bisnietos y una nuera. Cristina asistió al almuerzo con su hija, por lo que dejaron trascender que se trató de un “encuentro familiar”, también un atajo para no revelar el contenido de la charla. Según la agencia cubana Prensa Latina, “conversaron sobre temas regionales, alimentación y diferentes conflictos armados, recordaron a Hugo Chávez y sus esfuerzos por consolidar la unidad latinoamericana”. La Presidenta llevó de regalo vinos para Castro y una chalina elaborada por cooperativas para su mujer, y recibió un libro de fotos de uno de sus hijos, que se dedica a la fotografía.

Apenas tuvo tiempo comunicarse con funcionarios argentinos -fuentes de la delegación insistieron en que mantiene “contacto permanente” - y cambiarse, y salir al encuentro con Rousseff: atravesó el malecón, lleno de cubanos y turistas contemplando el atardecer, para llegar al hotel Meliá, donde se alojó la mandataria brasileña. Allí la esperaba para una “bilateral abierta”. Con Cristina ingresaron Timerman, el embajador en Brasil Luis María Kreckler, el subsecretario de la Cancillería Carlos Bianco y Urribarri. Del lado argentino no precisaron quién pidió la reunión (“las dos, hablan muy seguido, hay una relación personal”) y negaron que Brasil expresara preocupación por la creciente devaluación argentina. Pero ya no podía obviarse la incertidumbre económica -hasta ese momento sólo admitida por los “contactos” de la Presidenta con los funcionarios- y o ptaron por mostrar a Brasil con “coincidencias” sobre el efecto de “los movimientos especulativos”.

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