Cómo se gestó la catástrofe de Cambiemos

Cómo se gestó la catástrofe de Cambiemos

La pelea entre Negri y Mestre, la furia de Carrió con el Coti, el enojo de Macri con Schiaretti y la mala praxis de Peña empujaron al sello presidencial a una debacle histórica en su bastión. 

Por NICOLÁS FIORENTINO.

Fueron algunos enconos personales, ciertos vínculos sin retorno y una serie de decisiones tan cruciales como erróneas las que llevaron a Cambiemos a llegar a las elecciones de Córdoba en su peor momento, exponiendo al presidente Mauricio Macri a un escenario catastrófico en el bastión que lo transformó en presidente hace cuatro años.

Entre la interna radical en la provincia, la interna macrista en Buenos Aires y el rol central de algunos actores de peso, como Marcos PeñaElisa CarrióEnrique “Coti” Nosiglia y hasta Horacio Rodríguez Larreta fueron colocando de a una las piezas de un rompecabezas que terminó volando por al aire. Piezas que, al voleo, fue recogiendo el gobernador Juan Schiaretti para instalarse como un actor potente en el mapa nacional y asestarle, a la vez, un durísimo golpe al plan reeleccionario del amigo que tiene en la Casa Rosada.

El gobierno nacional no tuvo ni tiempo de entusiasmarse con la chance de meter un batacazo en Córdoba. Si el casi 49% que obtuvo Cambiemos en la provincia en las legislativas de 2017 elevó la autoestima macrista en la provincia, que ya venía inflada con el 71,5% que alcanzó Macri en este distrito en el ballotage 2015, las urnas de este domingo volvieron a poner a la escudería amarilla en su realidad: la suma de los dos candidatos radicales, Mario Negri (16% con el 25% de las mesas escrutadas, al cierre de esta nota) y Ramón Mestre (12%) no se acercó ni al piso que estableció Oscar Aguad en 2015 (33,7%). 

El quiebre interno que expuso las debilidades de Cambiemos en Córdoba y de Macri y Peña para ordenar a su propia tropa tiene distintas razones y puntos de partida, según el interlocutor, la fuente o el sector consultado. En dos cosas coinciden todos: la irreconciliable relación entre Mestre y Negri, que evitó cualquier posibilidad de acuerdo, y la pésima relación de la Casa Rosada con el intendente de Córdoba.

A esas dos realidades hay que sumar otros componentes desencadenantes de la crisis final. Uno es la actitud rupturista de Mestre hacia adentro de la UCR en temporada de Convención, alentada desde las sombras por Nosiglia, lo que encendió la llama de Carrió y la llevó a intervenir en la cruzada, abrazarse a su amigo Negri y terminar de separar lo que nunca tuvo grandes chances de acercarse. Otro fue la intervención de Macri, que, tras mantenerse prescindente, enfureció por dos movimientos de su amigo Schiaretti que no esperaba y mandó a su consiglieri Peña a meter la mano en la negociación.

FIESTAS EN PAZ, VERANO CALIENTE. Todos los responsables de Cambiemos en Córdoba, con Nicolás Massot como nexo clave entre todos los sectores, hicieron su brindis de Navidad con la posibilidad latente de definir el candidato en una interna. La idea nunca convenció a Negri, quien se sabía un candidato más potente que Mestre –y así lo mostraron las urnas- pero que en una interna partidaria, contra quien maneja el partido, no se veía en igualdad de condiciones. “Era jugar en su cancha, con sus árbitros y con su reglamento”, explicó un asesor del diputado, jefe del interbloque Cambiemos en la Cámara baja.

Hasta ahí la Rosada había cumplido su promesa de no entrometerse. Pero llegado enero Macri se enojó. Y mucho. Luego de haber hecho una fuerte negociación con la mayoría de los gobernadores para que los recursos del Presupuesto 2019 se adecuaran al ajuste fiscal pactado con el FMI, los legisladores de Schiaretti propusieron en el Congreso la creación de un fondo compensatorio, de 7.000 millones de pesos, por la transferencia de la Nación a las provincias de los subsidios para el transporte interurbano. En simultáneo, los cordobeses empezaron a recibir las boletas de luz con un fuerte aumento y acompañadas de una nota, donde se les informaba que la razón del incremento era que el Estado nacional había transferido también la tarifa social sin los recursos correspondientes.

Esa doble afrenta sacó a Macri de la inacción y ordenó cerrar de una vez, y como fuera, las filas de Cambiemos Córdoba para pelearle con todas las armas posibles al que, hasta ahí, fue el gobernador peronista más cercano que tuvo en su gestión y con quien mantiene una relación personal desde los años del Gringo en SOCMA, la empresa madre del clan Macri.

La orden fue bajar a Mestre y coronar a Negri como su candidato. Lo hicieron de la peor manera. Primero Peña y después el gobernador de Mendoza y presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, lo llamaron para preguntarle qué quería a cambio de resignar su candidatura. Mestre llegó –según cuentan desde su entorno- a pedirle a Peña la vicepresidencia. Lo hizo como una provocación: ni él realmente lo quería ni jamás se lo iban a ofrecer. Lo que estaba diciendo el intendente era que nadie iba a bajarlo y menos por teléfono.

“A nosotros no nos pueden ordenar desde Buenos Aires quiénes son los candidatos de Córdoba”, explican desde el mestrismo. “A un tipo orgulloso no lo llamás; lo invitás o lo vas a visitar”, reconocieron cerca de Negri. “Quisieron arreglar la interna de la segunda provincia más poblada del país vía whatsapp. De un apriete no se vuelve”, sumó un macrista activo en la negociación.

En febrero aparecen en escena dos actores centrales. La primera es Carrió, que, cuando irrumpe, no suele hacerlo pidiendo permiso. Rápidamente centró su posición en la identificación de Mestre con su archienemigo, el operador radical Coti Nosiglia, y desestimó cualquier tipo de acuerdo. El segundo es Larreta, clave en la definición de la disputa. Fue el jefe de Gobierno porteño, quien participa de las decisiones políticas más importantes de Cambiemos, quien ratificó a Negri como el hombre del Gobierno en Córdoba. “Lilita trajo a Córdoba la interna porteña. Fue una locura absoluta”, celebró un operador schiaretista.

LA PENA CAPITAL. Tal vez el error más grande de Mestre fue haber hecho una apuesta política muy fuerte en su peor momento como intendente: unificar las elecciones de la capital con las provinciales.

Fueron el PRO y el Frente Cívico de Luis Juez los que intimaron a Mestre, en plena negociación, a ponerle fecha a los comicios municipales, hasta aquí siempre desdoblados de la elección a gobernador. Un armador del macrismo cordobés afirmó que solo le exigieron que convoque porque “en la interna queríamos disputarle no solo la candidatura a gobernador, sino también a intendente y, para eso, teníamos que tener fecha”. Cerca de Negri sostienen que, en cambio, la intimación fue para que unificara, bajo amenaza de no firmarle la alianza en la provincia y mandarlo a jugar solo. Lo que, en definitiva, terminó pasando.

Así, Cambiemos no solo terminó arruinando cualquier posibilidad de acuerdo a nivel provincial, ya que la chance de internas se terminó extinguiendo por el acogote del calendario, la falta de recursos y la negativa de Negri –atizada por Carrió y Larreta- a embarcarse en esa pelea, sino que además le sirvió en bandeja a Schiaretti la segunda ciudad del país.

Antes de eso, la gobernación cordobesa inundó de obras la provincia y, sobre todo, la periferia de la ciudad de Córdoba -no por nada mutó su sello histórico, "Unión por Córdoba", a "Hacemos por Córdoba"- y puso en los ojos de los cordobeses el contraste con la gestión de Mestre, muy cuestionada por los vecinos del municipio, como quedó registrado en los resultados de este domingo: salió tercero en la ciudad que Gobierno y con números peores que los que obtuvo a nivel provincial.

A Macri ahora la queda la esperanza de que, en octubre, prevalezca el “cordobesismo”. Un término que, en boca del Gobierno, sirve para explicar que los cordobeses votan a dirigentes como Schiaretti -o, anteriormente, como José Manuel de la Sota- por su liderazgo y no por su pertenencia peronista y que, llegado el momento, el antikirchnerismo en la provincia empujará al Presidente en su intento de reelección. Esa es ahora, tras la deblace en la provincia y la pérdida de la ciudad capital en manos del peronismo, la expectativa a la que se abrazan en la Casa Rosada.

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