El caso Máximo Kirchner y una militancia que poco o nada puede aportar a los graves problemas del país

El caso Máximo Kirchner y una militancia que poco o nada puede aportar a los graves problemas del país

¿Alguien puede creer que dirigentes como Máximo Kirchner puedan hacer algún aporte moderno y criterioso a la crisis del país?

Cuando los investigadores históricos del futuro hagan foco en estos años argentinos en que hemos vivido a pura pérdida, quizás se demoren ante un político llamado Máximo Kirchner, hoy de 45 años. Seguramente no será para rescatar algún bagaje meritorio del personaje en cuestión. Más bien lo harán para tratar de entender la desorientación de este país.

Por ejemplo, a muchos les servirá revisar el video del festejo central del Día de la Militancia, realizado este 17 de noviembre de 2022 en el Estadio Único de La Plata, donde la madre de Máximo, la vicepresidenta Cristina Kirchner, fue la oradora excluyente de una ceremonia para restaurar "la esperanza", y en la que la dama apareció toda vestida de blanco, como hace cada vez que necesita comunicar que ella está incontaminada, que no tuvo nada que ver.

En ese acto, Máximo fue un supuesto militante más. Se ubicó en las tribunas y desde allí saltó y alentó, con jeans cortados a modo de bermuda, simulando ser un chabón del Conurbano, y no lo que es: gente grande y militante gerencial de La Cámpora que, además, está sentado sobre algunas de las "cajas" más importantes y generosas del Gobierno (ANSES, PAMI, AFIP, Aerolíneas, entre otras).

Es que, como bien nos enseñó (urbe et orbi) su padre Néstor Kirchner, "para hacer política se necesita mucha platita". De esa manera no se depende de los empresarios, sino del dinero de los contribuyentes.

Renta militante

Máximo está convencido de que cada una de sus apariciones públicas son hitos con los que él sienta presencia y afianza su conexión con el pueblo, cuando en realidad lo suyo son sólo mensajes que entienden los militantes rentados que el kirchnerismo ha sumado de a miles a la plantilla de personal del Estado. Sin embargo, no hay encuesta que no lo tenga a Máximo Kirchner entre los políticos con peor imagen pública.

Durante un buen tiempo, La Cámpora lo ensalzó como alguien que pintaba para suceder a su madre y a su padre en la Presidencia de la Nación.

Si Máximo es diputado nacional es porque su poderosa madre lo puso al tope de una lista. Por igual razón fue jefe de bloque de la Cámara Baja. Y si hoy es titular del PJ bonaerense se debe a que alguien dispuso que se alinearan los planetas con ese fin. Baste recordar el duro trabajo de convencimiento que se debió realizar sobre cada uno de los intendentes de la provincia de Buenos Aires, que se oponían a entregar ese puesto a un recién llegado.

El diputado nacional Máximo Kirchner simuló ser un chabón más en el Día del militante.

Los historiadores del futuro analizarán esas extrañas entrevistas que Máximo Kirchner concede a la prensa ultra kirchnerista (por ejemplo, a Roberto Navarro, quien es, de lejos, el más bendecido por la pauta publicitaria del Gobierno) o a radios o canales de YouTube, en los que el hijo de Néstor busca emular, sin suerte, a su padre, hablando pausado como si fuera un pensador consumado, y haciendo gestos con las manos, como diciendo "se cae de maduro". Perón hacía lo mismo, con cierta maestría, claro, cuando usaba la palabra "¡natural!" para enfatizar una idea.

Los historiadores del futuro se encontrarán con frases rimbombantes de Máximo, como las que usó para acusar a Alberto Fernández de haber puesto a la Nación de rodillas frente al FMI y, sobre todo, de haberse postrado frente a los dirigentes del campo, y cosas por el estilo. Poco y nada hallarán, en cambio, si es que buscan propuestas de Máximo acerca de cómo recomponer la macroeconomía argentina, o de cómo bajar la inflación o el gasto público.

El súper Estado

Máximo, siguiendo a su madre, cree que "el proceso capitalista lo tiene que conducir el Estado", porque "la realidad se cambia desde el Estado". Sostiene, también como ella, que los medios "atormentan" a los argentinos (olvidando cómo nos atormentó Cristina con sus "cadenas nacionales" de radio y TV en sus dos presidencias) y advierte, con supuesto aplomo, que la política no es algo para darse la gran vida como muchos creen. Sus declaraciones juradas sobre bienes desmienten ese aserto.

Ahora que los sondeos coinciden en que la falta de expectativas ante el desempeño del Gobierno desalienta no sólo a los argentinos en general, sino que también enoja a los propios peronistas, no es de extrañar que "la esperanza" sea el lema convocante de Cristina en este quiero pero no puedo de cara a las elecciones presidenciales de 2023.

El acto de La Plata fue mucho más que una fiesta militante. En realidad tuvo el objetivo de reconstituir la autoridad hacia adentro de todo el peronismo, evitando las ideas de "aventureros" (el adjetivo es de Máximo sobre Alberto) de dividir al Frente de Todos en las PASO.

Fue el propio Néstor Kirchner el que alguna vez, pocos meses antes de morir en 2010, retó a un grupo de activistas de La Cámpora por tener tan pocos integrantes con títulos profesionales. "Muchachos, ustedes me piden cargos, pero ¿cuántos de ustedes pueden mostrar un título universitario?". El sayo le cabía a medida a su propio hijo. Máximo empezó Derecho y duró menos de un año. Luego probó con la carrera de Periodismo en el TEA de Buenos Aires, donde no llegó a rendir ninguna materia. El único trabajo que se le conocía antes de su entrada a la política fue en la Inmobiliaria de su familia en Río Gallegos.

Empantanados

En resumen: Buena parte de lo comentado aquí es la síntesis de una Argentina que sigue apostando a la falta de previsibilidad, al esloganismo, al pobrismo, y a una supuesta cultura nacional y popular que se empantana con apelaciones a lo emocional. Una Argentina que se niega a admitir que la inflación es un cáncer que de manera casi terminal está consumiendo al país.

Qué decir del gasto público improductivo, de la emisión monetaria descontrolada, de los cepos a casi todo lo productivo, de la falta de dólares, de la desconexión con el mundo, de la errática política internacional que nos lleva a defender a satrapías como Cuba, Venezuela o Nicaragua y, de manera alarmante, al desprecio por la actividad privada en general, que es la única generadora de empleo productivo.

¿Podrían ustedes, estimados lectores, creer que dirigentes como Máximo Kirchner pueden hacer aportes modernos y criteriosos a la solución de alguno de estos problemas pavorosos que tiene la Argentina?

 

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