Cambiemos, una coalición electoral sin respaldo de los actores sociales

Por: Sergio Berensztein. Carecer del apoyo de ciertos estamentos relevantes podría no obstaculizar el triunfo del oficialismo, pero le restaría consistencia y credibilidad a su eventual segundo mandato.

Todo hace suponer que en las elecciones del año que viene Mauricio Macrisostendrá un caudal electoral relativamente alto: proyectando las tendencias vigentes, debería alcanzarle para disputar el ballottage. Incluso, en el entorno del Presidente no se descarta una victoria en primera vuelta: la oposición sigue fragmentada, carece de candidatos competitivos en muchos distritos e incluso para la presidencia y Cambiemos cuenta con un equipo de comunicación y gerenciamiento electoral sumamente competitivo ("el mejor de los últimos 50 años", ironizaba un diputado oficialista). Sin embargo, pasado el 75% de su mandato, carece del apoyo concreto de una constelación de actores sociales que le otorguen solidez para implementar la agenda de reformas estructurales más allá de los números que entreguen las urnas o de la correlación de fuerzas que esos votos produzcan en el Congreso y en las gobernaciones.

Desde sus orígenes, el radicalismo fue representante de las clases medias que una Argentina dinámica y vigorosa producía gracias al crecimiento de su economía, a los flujos migratorios y a la educación pública, que convertía a criollos y extranjeros en ciudadanos participativos. El peronismo hizo del movimiento obrero su columna vertebral y aún hoy, cuando se debate el futuro del trabajo como resultado del cambio tecnológico, el sindicalismo hace gala de su capacidad de influencia y coordinación. La historia reciente ofrece casos de construcción deliberada de actores sociales para consolidar proyectos políticos aunque estuvieran tambaleantes. En pleno desarrollo del conflicto con el campo, el kirchnerismo desplegó, con dinero de los contribuyentes, una estrategia para "empoderar" una miríada de organizaciones políticas y sociales, creando muchas a medida de las necesidades y los caprichos de sus líderes. Recordemos a Luis D'Elía espantando caceroleros de la Plaza de Mayo el 25 de marzo de 2008, la conformación del "colectivo" de intelectuales Carta Abierta o La Cámpora. Otro emprendimiento familiar, Kolina, fue liderado por Alicia Kirchner, que manejaba los ingentes recursos del Ministerio de Desarrollo Social.

Con estas formaciones políticas construidas ad hoc más numerosas organizaciones piqueteras cooptadas, Cristina desafió al peronismo con el recordado acto en el estadio de Vélez del 27 de abril de 2012, cuando presentó Unidos y Organizados, la estructura política con la cual planeaba obtener autonomía e ir por todo. Para irritar al peronismo partidario y sindical, sumó a Martín Sabbatella, líder de Nuevo Encuentro y quien había desplazado del poder en Morón a Juan Carlos Rousselot por un escándalo en el contrato de recolección de residuos, típico negocio poco transparente en el que se entremezclan intereses de la patria contratista, el sindicalismo y el fútbol. Este exmilitante del Partido Comunista y luego comisario político K en la avanzada contra los medios de comunicación independientes era considerado responsable de haber fragmentado el voto progresista en 2009, cuando Néstor perdió con Francisco de Narváez.

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