Boca tiene un punto más pero su deuda de juego se mantiene intacta

Boca tiene un punto más pero su deuda de juego se mantiene intacta
Por Eduardo Castiglione

Bianchi cambió medio equipo respecto del que perdió con Toluca por la Copa; la mejoría estuvo en el resultado y algunas individualides pero no se vislumbran soluciones radicales.

Certezas de Boca en medio del torbellino de palabras que van y vienen respecto de las decisiones de Carlos Bianchi y la polvareda mediática que levanta el entrenador en cada frase que dispara a quemarropa: a) Boca capturó en Victoria el puntito que fue a buscar.

b) con Leandro Paredes en cancha o sin él con el 10 en el dorsal, este Boca en edificación no tiene bases sólidas para la construcción de juego.

c) la presencia de Claudio Pérez le aseguró -al menos ayer- la cuota de agresividad en la marca zonal que le garantizaba Rolando Schiavi.

d) este Boca que empató 0-0 con Tigre, en una tan magra producción de ambos que daba para mirar el partido con antiparras, jugó posicionalmente más atrás en el campo que lo hizo el que en muchas jornadas dirigió Julio César Falcioni.

e) si a Juan Román Riquelme le dio ganas de darle una mano a Boca después de sentir que el equipo no levantaba vuelo en la competencia de verano el verano, cuidado, mucho cuidado, porque la pobreza de estos días puede movilizar decenas de voluntades parecidas a las de Román.

Pese a todo, este Boca, que en cancha representa a un conjunto que cuenta los centavos para llegar al peso, dispuso de un par de oportunidades como para abrir el marcador. No resulta sencillo entender cómo Pol Fernández no pudo darle destino de red a un centro bien a favor del receptor que lanzó Colazo. Un rato después, Viatri bajó de cabeza para Burdisso un lanzamiento de Fernández y el segundo central boquense no pudo meterla debajo del arco.

Tigre, por su parte, no propuso ni llevó a cabo nada diferente de lo que se esperaba. En defensa, Echeverría libre con Donatti como stopper sobre Martínez, Orbán en idéntica tarea con Viatri (si los puntas visitantes cambiaban de posición, los vigiladores esperaban al que le cayera por su sector). En la mitad de la cancha, el doble cinco clásico, con Galmarini y Rusculleda por derecha e izquierda para chocar, respectivamente, contra Colazo y Fernández. Ya con pelota en su poder, el equipo Gorosito dependió exclusivamente de la chispa de Botta y la habilidad lagunera de Pérez García.

Antes de los 20 minutos apareció Botta, metió una gambeta múltiple a la velocidad de una cañita voladora y su derechazo salió apenas desviado. Como Leguizamón -el único delantero de referencia- lucía disociado de la dupla que administra el 80% de las pelotas de ataque, la otra oportunidad de gol fue para Pérez García: prólogo de amague, gambeta de afuera hacia adentro y zurdazo que necesitó de una buena atajada de Orion para que no se convirtiera en gol.

Como generalmente se jugó lejos de los arcos, hubo que fijar demasiado la vista en el círculo central y sus adyacencias. Y en el ombligo de la cancha, el capo fue Ribair Rodríguez. Al morocho uruguayo le gusta más la fricción y raspar que comer pollo con las manos.

Es un Blas Giunta negro, con enorme sentido de las necesidades tácticas del equipo, siempre solidario para los relevos internos y externos.

De su rigor podrán dar testimonio Peñalba, Gastón Díaz y todo aquel que merodeara la zona.

Si el cierre del primer tiempo motivó la ingestión de una analgésico para superar el dolor de cabeza, la segunda etapa fue un espanto.

Pareció un entrenamiento diseñado por el correntino Sebastián Crismanich, nuestra medalla dorada en taekwondo en los pasados Juegos Olímpicos de Londres.

Contacto físico en todos los sectores. Carencia de una pizca de talento para sacarse a un homre de encima. Músculos al límite para dividir la pelota. Discapacidad absoluta para meter un pase que al menos terminara en sensación de gol.

Como ya escribiese alguien con talento y para otros efectos, terminada la velada volvió el rico a su riqueza y el pobre, mansamente a su ámbito. El problema es que en el fútbol argentino, algunas cosas están tan patas para arriba que este puntito -que fue como repartir la miseria- es tomado por Boca con la misma importancia que lo suma Tigre. Por supuesto que se puede empatar y valorar el poroto como representativo de diferentes circunstancias. Otra cosa es retirarse conforme con una igualdad que, por el modo en que se obtuvo, es apenas una realidad matemática. Que mañana, inclusive, puede ser menos que eso.

O la nada misma.

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