Aunque no tiene sus votos, Alberto Fernández evitará pedirle al kirchnerismo que apoye el acuerdo con el Fondo

Aunque no tiene sus votos, Alberto Fernández evitará pedirle al kirchnerismo que apoye el acuerdo con el Fondo

En su discurso ante el Congreso, el Presidente defenderá la necesidad de aprobar el entendimiento, sin alusiones a los díscolos; “con ellos estamos en paz armada”, comentan en su entorno

Inesperada, cruenta e incómoda guerra en Ucrania. Un acuerdo con el FMI empantanado una y mil veces en la letra chica. Una tregua sostenida con alfileres con la vicepresidenta Cristina Kirchner, su hijo Máximo y el kirchnerismo duro.

El escenario, volátil y cambiante, obligó al presidente Alberto Fernández a quedarse durante el fin de semana en la quinta de Olivos, hasta donde llega diariamente Alejandro Grimson, el asesor presidencial encargado de darle forma al trabajado discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Las ideas de “futuro” y “reactivación económica” son dos presencias centrales en ese borrador, donde también resalta una ausencia esencial: el Presidente no le pedirá al kirchnerismo que respalde el acuerdo con el Fondo.

“Hasta el martes el texto va a cambiar muchas veces. ¿Qué podemos decir?”, reconocía con tono de lamento un miembro albertista del gabinete, en contacto permanente con el canciller Santiago Cafiero y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, dos leales al Presidente que colaboran con él en el armado del discurso, que según comentó la portavoz Gabriela Cerruti el jueves será “una rendición de cuentas y una propuesta de grandes líneas para el año próximo”.

La negociación con el FMI, que tendría desenlace positivo en las próximas horas, y la invasión rusa a Ucrania estarán, aún resta saber el tono, en el discurso del Presidente. Fernández, comentan a su lado, defenderá la necesidad de llegar a un acuerdo, aunque no habrá, según asegura un amigo del mandatario, una invitación a oficialistas díscolos a acompañar el demorado entendimiento con el FMI ni mucho menos alusiones a la gran crisis política (con renuncias incluidas) desatada luego de la derrota del Frente de Todos en las legislativas de septiembre. “No lo va a hacer, y menos en público. Con ellos estamos en paz armada, por ahora”, sostienen muy cerca del Jefe de Estado.

Sí estarán los clásicos embates contra la Justicia (con eje en la Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura) la defensa del “federalismo” con crítica implícita al jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, el repaso crítico de la “deuda que dejó (Mauricio) Macri”, y un largo capítulo económico que combinará la necesidad de controlar la inflación con las “buenas noticias” vinculadas a la recuperación de distintos índices de actividad.

“Es un 1° de marzo particular, con la pandemia empezando a quedarse un poco más atrás, es momento para pensar todo lo que no se pudo hacer porque la prioridad estuvo allí”, dijo la portavoz, dejando en claro que habrá un extenso capítulo del discurso dedicado al combate contra el coronavirus, aunque evitando los elogios que, el año pasado y en el mismo escenario, dedicara a la Federación Rusa de Vladimir Putin por la provisión, “aunque en un ritmo menor que el esperado” de las vacunas Sputnik V producidas por el Instituto Gamaleya.

Según comentaron desde el Gobierno, y más allá de las críticas por la demora oficial en condenar la violenta entrada de tanques rusos en territorio ucraniano, el Presidente defenderá una vez más su política “multilateralista” en el ámbito internacional, y volverá a pedir “diálogo” entre rusos y ucranianos. Podría, además, reiterar el llamado ya efectuado por la cancillería a Putin para que retire sus tropas de Ucrania. De todos modos, valorizará hitos como la presidencia del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, asumida por el embajador Federico Villegas el mes pasado, y haber logrado la presidencia de la Celac, el heterogéneo foro de países de la región que también integran Venezuela, Nicaragua y Cuba, tres aliados del Kremlin que en las últimas horas apoyaron la invasión a Ucrania.

Habrá espacio, claro, para las buenas noticias, la mayoría de ellas a cargo de ministros cercanos al Presidente. Los planes de vivienda, que motoriza el ministro de Hábitat, Jorge Ferraresi, las miles de obras públicas que se “cocinan” desde el ministerio conducido por Gabriel Katopodis, y el exitoso sistema de Previaje puesto en marcha y reforzado durante el verano por el ministro de Turismo, Matías Lammens, estarán en el discurso, al igual que el ambicioso “plan de industrialización” del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, que recoge varias de las iniciativas ya presentadas y extiende a otros sectores los acuerdos ya alcanzados con industrias como la automotriz. También habrá menciones al desarrollo científico y “transformación de la matriz productiva”, pilares de la gestión del ministro de Ciencia, Daniel Filmus. Todo en el contexto de la exhibición del “crecimiento” de la economía y la “recuperación” del empleo, dos de las consignas que se propalan desde hace meses por las usinas oficiales.

Con el debate interno al rojo vivo por el aumento de tarifas que exige el FMI -el Gobierno piensa en reactivar la ley de tope de aumento por variación salarial-, en el Gobierno dan por probable que el Presidente vuelva a apuntar, como lo hizo el año pasado, contra los “privilegios” del Poder Judicial, y explicite su proyecto para modificar a la baja las jubilaciones, que junto a las remuneraciones de diplomáticos retirados también forma parte de la discusión con el FMI.

A falta de tropa propia, aplaudirán al Presidente desde la calle un conjunto de organizaciones sociales afines como el Movimiento Evita, Somos Barrios de Pie, la CTD Aníbal Verón, MUP, OLP, Octubres, Frente 22 de Agosto, Coordinadora 25 de Mayo, Vía Campesina, MP La Resistencia, entre otros, quienes de todos modos llevarán sus demandas como la aprobación de la ley de humedales e iniciativas vinculadas a la economía popular. ¿La Cámpora estará frente al Congreso? Nadie se atreve a asegurar la presencia del movimiento encabezado por Máximo Kirchner en momentos de tensión y amenazas de ruptura.

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