"Hay algunos días que no tenemos nada para comer"

Bahía tiene la mayor tasa de indigencia del país según el Indec. En algunos sectores, es común la falta de trabajo y servicios.
"Hay algunos días que no tenemos nada para comer. Simplemente, sobrevivimos", dice Andrea Andrade, una mujer de unos 40 años que vive en uno de los asentamientos a la altura de Don Bosco al 2500-2600. Su historia es una de las tantas detrás de los altos números de indigencia difundidos anteayer por el Indec.

Según el organismo oficial, el 3,2% de la población de Bahía Blanca en el primer semestre de 2013 estaba bajo la línea de la indigencia, es decir, que no tenía los ingresos suficientes para adquirir una Canasta Básica de Alimentos. Se trata de la cifra más alta del país, de acuerdo con esos datos.

En tanto, otro 8,8% se encontraba debajo de la línea de pobreza porque no puede adquirir la Canasta Básica Total, que agrega a los alimentos otros bienes y servicios (vestimenta, transporte, educación, salud).

En la práctica esto significa que hay cientos de personas que viven en villas de la periferia, donde los problemas más críticos suelen ser la falta de comida, servicios básicos como luz, agua potable, gas, limpieza y viviendas dignas.

Según un informe de la investigadora de la UNS Nidia Formiga, elaborado en base a estadísticas oficiales en 2007, el sector periférico del sur y oeste de la ciudad, y algunas áreas aisladas específicas al noreste, constituyen los espacios donde se concentran las situaciones de mayor precariedad.

Andrea Andrade habita en el asentamiento a la vera de avenida Don Bosco con sus cuatro hijos, una nieta en camino y su marido, en una precaria casita de chapas de seis por cuatro.

"Hay días que no tenemos ni una moneda de 10 centavos. Tenemos la tarjeta social y lo del Anses, pero cuando vas al super nada alcanza", relata.

La mujer vive en lo que algunos llaman la Villa Adolescente o de la Juventud, donde hay cientos de módulos de chapa, madera o cartón que albergan en su mayoría a parejas jóvenes, con hijos pequeños.

Allí tienen una inestable conexión eléctrica y un sistema de desagote improvisado con pozos junto a las casas. El agua llega desde una extensa manguera conectada a una salida fuera del asentamiento, que ellos mismos colocaron.

"La mayoría llegamos hace poco. Nosotros vinimos desde Noroeste y Villa Caracol hace un mes, buscando tranquilidad. Es chiquito pero es nuestro, nos vamos haciendo nuestra casa", cuentan Sebastián y Dai, dos nuevos ocupantes.

Muy cerca está Vista Alegre, donde si bien muchas casas son de ladrillo y hay algunos servicios básicos, ciertos escenarios se repiten: falta empleo y, en consecuencia, alimentos.

"La situación es triste, estoy haciendo 300 platos de comida, además de lo que la gente pide para llevarse. Están creciendo los asentamientos y hay desnutrición", cuenta Graciela Schadt, a cargo del Hogar Noel, con 12 años en el barrio.

"La gente viene a buscar la comida porque no tiene trabajo. Cuando consigue se va, deja de venir. Pasa que no son puestos fijos, están tres o cuatro meses y después los despiden o se terminó la obra".

En Villa Caracol, algunos vecinos dicen que están mejor porque ahora pudieron construir algunas casas de ladrillo con ayuda del municipio, pero que igual viven "con lo justo".

En el asentamiento no se puede respirar: pese a que colocaron una planta de tratamiento, todavía hay toneladas de basura a cielo abierto en donde juegan los más chicos.

Muchos de los habitantes llevan toda una vida en la villa, son los "pobres estructurales" de las estadísticas. Están acostumbrados a tener ingresos esporádicos, "con algún trabajito en una obra o cartoneando", y a que la Policía los visite regularmente buscando algo robado.

A ellos se suman los "nuevos pobres", bahienses de otros sectores que ya no pueden pagar un alquiler y buscan lugar en estos terrenos libres, levantan algunas chapas y colocan un cartel identificando el nuevo lote con el apellido familiar.

"Un hombre quedó viudo y vino con sus dos hijos chiquitos. Y una mujer le dio un pedazo de su patio para que pueda arrancar. Acá es así, nos ayudamos entre todos porque sino no podemos", cuenta una vecina, que prefiere no identificarse porque su hijo acaba de ser detenido.

"Una ilusión"

En el asentamiento de Villa Juventud, por ejemplo, funciona desde hace un año el comedor "Una Ilusión", que los propios vecinos armaron. En unas mesas al aire libre dan la copa de leche a unos 40 chicos todos los días. A nivel municipal y nacional se han implementado además en los últimos años programas de vivienda que dan una salida a la precariedad habitacional. Los vecinos cuentan que, regularmente, reciben visitas de equipos técnicos que censan los asentamientos en busca de una solución.

Paliativos

Familias enteras no tienen un ingreso mensual seguro; entonces surgen dos vías: la asistencia estatal y la ayuda comunitaria. En los asentamientos de Bahía, muchos tienen la tarjeta social o la Asignación Universal por Hijo. Después están los comedores, hogares y sociedades de fomento que surgen de la pujanza de la propia gente, con el aporte de otros: algunos que quizás para el Indec están unos escalones arriba, como comerciantes que donan sus productos y profesionales que prestan en forma gratuita su asistencia.

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