Ajeno a la campaña presidencial, el corazón de Kiev sigue tomado

Ajeno a la campaña presidencial, el corazón de Kiev sigue tomado
A sólo seis días de la elección, el epicentro político de la capital y el escenario privilegiado de la movilización popular de la última década, la plaza Maidan, es el único lugar donde es imposible encontrar un cartel, una señal o, al menos, un indicio de la campaña.
La efervescencia propia de los últimos días de una campaña presidencial escasea en el centro de Kiev, donde los embotellamientos contrastan con las veredas apenas transitadas.

Pero en el Maidan el clima es completamente distinto. Pese a que el multitudinario movimiento de protesta que nació allí a principios de diciembre pasado logró su objetivo y ayudó a derrocar al presidente pro ruso Viktor Yanukovich hace tres meses, cientos de personas siguen copando la plaza y bloqueando el tráfico en el corazón de Kiev con enormes barricadas.

Y aunque las autoridades interinas que asumieron tras el derrocamiento de Yanukovich se presentan como los líderes de las fuerzas que ocuparon el Maidan, cientos de hombres en uniforme clamuflado dicen no confiar en ellos y prometen seguir movilizados hasta que el próximo presidente "haga lo que la gente quiere".

"Hasta el 25 (de mayo) estamos acá -prometió Barrabash-. Después, si el presidente no hace lo que la gente quiere, marcharemos otra vez a protestar ante el Parlamento" Recorrer el Maidan, o Maidan Nezalezhnosti (Plaza de la Independencia), como prefieren llamarla los kievitas, es una carrera de obstáculos un tanto extraña.

A las 9 de la mañana (tres de la mañana, hora argentina), largas filas de hombres en estricto traje y mujeres en arriesgados tacos sortean con la rapidez que sólo da la rutina las innumerables barricadas construidas con neumáticos, enormes tablas de madera y vigas de metal.

Los que no conocen el laberinto, en cambio, chocan una y otra vez con caminos cerrados por una especie de tranquera con alambres de púas o con una carpa de campaña militar, flanqueada por un grupo de hombres vestidos con ropa de camuflaje que sólo con la mirada dejan en claro que por allí no se puede pasar.

Es como si la Plaza de Mayo, la parte posterior de la Casa Rosada y cuatro o cinco cuadras de Avenida de Mayo estuvieran salpicadas por barricadas de neumáticos, montículos de rectángulos de concreto, carpas verde militar y altares improvisados con velas, flores y fotos de las víctimas de la represión.

Para evitar chocar con los obstáculos o irritar a los ocupantes, Télam recorrió la plaza con un guía local.

Igor Barrabash tiene 58 años, es médico y hasta hace poco cobraba 150 dólares por mes en un hospital público de la ciudad de Leópolis, en el oeste del país, no muy lejos de la frontera con Polonia, es decir, la frontera con la Unión Europea (UE).

En diciembre pasado, dejó atrás su familia y su trabajo, y decidió sumarse a las milicias que tomaron las armas para hacer frente a las fuerzas de seguridad del gobierno de Yanukovich.

Antes de iniciar el recorrido, Barrabash se cambia la remera, se pone su uniforme militar, sus anteojos de sol y se cuelga al cuello una tarjeta amarilla y celeste que, según explica, funciona como "un pasaporte".

Cada carpa pertenece a una ciudad, región o un grupo en particular. Por ejemplo, hay una carpa de cosacos, otra de crimeos y otra de ex combatientes de la guerra de Afganistán en la era soviética. Algunas tienen encima banderas de la UE, otros de Estados Unidos y una, incluso, de Turquía.

Barrabash hace hincapié en la unidad y la convivencia entre los grupos. Pero rápidamente su sonrisa y su orgullo desaparecen cuando un activista de Sector de Derecha, una de las fuerzas más radicales que nació con las protestas, lo increpa y le pregunta que hace allí con una periodista.

Sector de Derecha, coalición que incluye fuerzas filonazis, no está instalada en una carpa, sino que ocupa una sede del correo nacional sobre la calle Khreschatyk, una de las arterias centrales que bordea uno de los costados de la plaza y en donde las carpas militares se mezclan con locales de ropa de diseñador.

La entrada al edificio está prohibida para periodistas, curiosos y hasta para los propios ocupantes de Maidan.

Barrabash no protesta. Da media vuelta, se acomoda el uniforme y sigue relatando cómo hace apenas unos meses él y sus compañeros hicieron retroceder a cientos de militares y policías.

No es el único edificio que sigue tomado en el corazón de Kiev.

Frente a la alta torre que sostiene a la estatua femenina que representa la Ucrania independiente, el llamado Movimiento Maidan transformó un enorme edificio que solía pertenecer a un banco ruso en su centro de prensa.

Al lado, balconeando la plaza, el imponente ex Palacio de Octubre (en honor a la Revolución Rusa de 1917), que funcionaba como complejo teatral, ahora hospeda a milicianos.

Al descender la colina, la primera carpa que bloquea la calle Khreschatyk pertenece a una de las provincias que este mes se declaró independiente: Donetsk.

"Estamos aquí aunque no estamos seguros de que el próximo presidente pueda solucionar el problema con los separatistas", explicó a esta agencia Igor, un hombre oriundo de la ciudad de Kramatork, en el norte de Donetsk, que pidió no revelar su apellido.

Igor comenzó hablando en ucraniano, pero rápidamente se disculpó y explicó que para él es más fácil hablar en ruso, el idioma que, como la mayoría en el este de Ucrania, aprendió de niño en su casa.

Pese a ser rusoparlante, Igor no duda al acusar a Moscú de la virulencia del levantamiento armado en Donetsk, aunque, casi a desgano, reconoce que la mayoría de los que apoyan a los separatistas son ucranianos.

A seis días de las elecciones, ninguno de los milicianos y activistas consultados en la plaza por esta agencia eligieron ya candidato, pese a que todas sus expectativas están puestas en los comicios del próximo domingo.

"Hasta el 25 (de mayo) estamos acá -prometió Barrabash-. Después, si el presidente no hace lo que la gente quiere, marcharemos otra vez a protestar ante el Parlamento".

"Podemos movilizar a cientos de miles de personas y no tenemos armas, pero si las necesitamos otra vez, sabemos dónde conseguirlas", agregó, sonriente, el médico.

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