Yohana Alfonzo rescató a una mujer abandonada en el campo

Yohana Alfonzo rescató a una mujer abandonada en el campo

La boxeadora logró la custodia de una "hermana del corazón", quien es epiléptica y  vivió diez  años  sin atención médica.

Yohana es conocida por los sanluiseños por sus hazañas en el boxeo. Con apenas 24 años es la titular del cinturón Latino del Consejo Mundial en la categoría súper pluma, pero la pelea más importante que tuvo que librar y ganar hace un año no fue arriba de un cuadrilátero. Empezó con una decisión que tuvo que tomar con su corazón, siguió en los pasillos y escritorios de los Tribunales y terminó en el seno de su familia cuando logró que Mirta Barrionuevo se quedara a vivir con ellos, como una integrante más del clan Alfonzo. En silencio la campeona pudo rescatar a su “hermana del  corazón” que vivía en pleno campo sin las atenciones que requería al padecer problemas de tiroides,  epilepsia y un 80 por ciento de discapacidad. Sólo necesitaba de cariño y comprensión para llevar una vida normal.

 

Las dos recibieron a El Diario de la República para contar esta historia que muestra una faceta desconocida de la boxeadora que suma otro motivo de orgullo para los puntanos. “Mi abuela las crió desde muy chiquitas a Mirta y su hermana. Después crecieron y se fueron a vivir al campo y no la vi nunca más. Si bien sabía dónde quedaba ese lugar, cerca de la ciudad, yo estaba desconectada porque la verdad es que no ando mucho en la calle, más bien paso el tiempo en mi casa y en el  gimnasio”, dijo Yohana.

 

“Después de muchos años mi hermano Jairo estuvo en ese campo y la encontró. Me contó que la había visto a Mirta pero que estaba en muy malas condiciones. Me lo repitió en dos oportunidades muy angustiado y me pidió si podíamos hacer algo por ella. Jairo me insistía que no podía seguir de esa manera. Entonces un día me fui al campo y me acerqué a conversar con la hermana de Mirta y le pedí si me podía dejar un ratito a solas con ella. Yo pensaba  traérmela a vivir conmigo porque vi que tenía muchos problemas de salud”, recordó.

 

Yohana es muy reservada con su vida privada. Desde que se transformó en boxeadora profesional sólo se dedica a entrenar, a compartir con su familia y con su novio Lucas Villegas. En algunos momentos de la charla se sintió incómoda por contar los detalles del reencuentro con Mirta y dos veces pidió no ahondar en detalles en su relato. En cambio rescató este presente que viven juntas, donde el afecto es lo que las une. “Fue muy complicado el año pasado para mí porque tuve que asumir nuevas responsabilidades y además nunca había tenido contacto con jueces, ni abogados. Fue todo un mundo nuevo para mí. Cuando empezó esa etapa me asusté varias veces porque yo la traje con una infección urinaria y un principio de neumonía. Me acuerdo que se le hinchaban los pies y pensé que su cuerpo a lo mejor no iba a soportar mucho en esas condiciones. Además tenía un cuadro de desnutrición avanzado. La verdad es que en ese momento me angustiaba pensar que se podía morir en mi propia casa”, confesó Yohana.

 

Mientras avanza con el relato, Mirta la observa atenta y a veces sonríe con pudor. La mujer cumplió 42 años y tiene una leve dificultad para expresarse que disimula con su enorme simpatía y cuidada picardía: “Soy la hermana de Yohanna y hace mucho que la conozco. No la esperaba pero ella fue a buscarme. Fue una sorpresa. Yo no estaba bien. Tenía ganas de irme, no daba más. Cuando me trajo a esta casa ya me quedé y no me fui más”, fue lo primero que contó.

 

 Aunque al principio se mostró introvertida, apenas comenzaron las preguntas para ella, se soltó: “Estoy muy bien acá y soy muy feliz. Tengo mi pieza con mi cama, mi ropa, los chicos me quieren mucho porque me ayudan (se emociona y empieza a llorar)”. Después dijo que todos los días va a la quinta que la familia tiene a las afueras de Villa Mercedes a cuidar los animales y en especial a su chivita que espera que tenga cría en cualquier momento. “Pero no son para comer”, les previno a los hermanos Alfonzo y enseguida festejaron con una ruidosa carcajada. También dijo que ayuda a la “tía Rosa a mantener limpia y ordenada la casa” y le gusta tirarse en la cama con su hermana a ver películas y comer helado: “Y si hace frío dormimos juntas”, confesó. Y como a Yohanna, tampoco le gusta cocinar.  

 

“Yo lo hice para que estuviera bien, pero después nos encariñamos y ya no se fue más de mi lado. Se transformó en una compañera porque viene conmigo todos los días a entrenar, también lo es de mi mamá, de mi papá, se relaciona muy bien con mis hermanos y en la iglesia la quieren un montón. Lo importante es que ella está mejor y que me ayudó mucho Dios, porque para que venga la jueza a mí casa y que con sólo verla cómo estaba acá me diga que la dejaba a mí cargo, fue una satisfacción enorme”, explicó la boxeadora.  

 

Yohanna y su familia son muy creyentes y van a la iglesia todos los domingos: “Mi madre me inculcó desde muy chiquita la palabra de Jesús. Con mis hermanos, al principio, éramos rebeldes y no queríamos ir. Pero cuando uno se va haciendo grande, va entendiendo muchas cosas de la vida como que uno sin Dios no es nada. Y yo dependo de él en todas las circunstancias de mi vida. Todo lo que tengo se lo debo a él y eso me lo demuestra día a día, no sólo con el boxeo sino en las cosas cotidianas con mis seres queridos”.

 

Esa inclinación religiosa que le dieron su madre, Rosa, y su padre, Ángel, fue determinante para que Yohana tomara la decisión de “arrancarla” del lugar donde estaba Mirta y llevarla a vivir con ellos: “A la iglesia en la que estoy también le debo mucho, los pastores son muy buenos y me ayudan siempre. Me acompañan en cada pelea y siempre están conmigo en todo lo que hago. Son otra familia en la fe que siempre están orando para que a uno le vaya bien en la vida o cuando alguno tiene que conseguir un trabajo o lo tienen que ayudar porque está complicado con cualquier otro problema”.

 

Esta situación llevó a la Leona a reflexionar: “A veces no entiendo cómo algunas personas pueden tratar así a otras, por más que tengan una discapacidad. Además, Mirta es una chica muy amorosa, buena, yo la quiero muchísimo y creo que vino a llenar un vacío muy grande en casa porque fue algo nuevo y se transformó en la chispita de la familia. Es una bendición para mí porque era algo que faltaba en mi casa”.

 

Al final del encuentro Mirta saluda, agradece y deja un deseo para el  futuro: “Me gustaría llevarle el cinturón de campeona a Yohanna en la próxima pelea”. Y enseguida contó que fue a verla cuando ganó el título latino: “Yo le gritaba, ganá nena, ganá”.

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