A la sangre del peronismo pueden haberle faltado leucocitos para evitar que lo infectaran sucesivamente el liberalismo más arrasador y los cuellos de botella de la planificación sin inversión, pero siempre le sobraron plaquetas para restañar rápido sus heridas.
La próxima prueba de ello será una foto de campaña impensable hace apenas 20 días: la que negocia el equipo del triunfante Daniel Scioli con el desahuciado Florencio Randazzo, a quien los estrategas platenses todavía adjudican una capacidad de atraer votos nada desdeñable en un final cabeza a cabeza. Mientras espera ansioso la muestra del 9 de agosto y consume encuestas vorazmente, el empresariado terminó de hacerse a la idea de que recién el 25 de octubre a la noche se sabrá si hay balotaje o no. El primer crac de la bolsa china y el sospechoso apagón simultáneo de Wall Street desviaron esos ojos VIP de la disputa pueblerina y sirvieron como advertencia de que el próximo presidente puede enfrentar un contexto global mucho más adverso que el esperado.
—Hay que buscar el momento. Que el Flaco se sienta cómodo. No es cosa de humillarlo ni nada. No podemos desperdiciar lo que suma con los trenes.
El ministro sciolista habla con algo de condescendencia, aunque sin exagerar cuando cuenta que Randazzo siempre estuvo entre los ministros de Cristina con los que mejor trabajó la provincia. Al comentar el balotaje porteño, café de por medio, el mismo ladero recuerda malicioso que fue el propio chivilcoyano quien acercó a Martín Lousteau al gabinete nacional tras haberlo apadrinado en el de Felipe Solá hasta 2007. Tangencialmente, así, lo culpa por el peor tropezón político que le haya tocado enfrentar al kirchnerismo: la resolución 125 y la crisis con el campo.
El tiempo dejó a todos esos viejos aliados en veredas distintas y Solá terminó por sorprender esta semana con un spot televisivo donde prácticamente acusa a Aníbal Fernández de narcotraficante, en línea con el discurso agresivo que desplegó desde que se convirtió en el único candidato de Sergio Massa a la gobernación. Lo que monitorean el establishment y la Casa Rosada, sin embargo, no es esa riña sino la que se avecina en el seno del FPV por la misma postulación, entre el jefe de Gabinete y Julián Domínguez. Es lo más importante que se juega en el oficialismo el 9-A y lo que desvela a los responsables del operativo de seguridad en torno a la elección. Las acusaciones cruzadas de intento de fraude y las negociaciones de ambos campamentos con los intendentes del Conurbano para que “cuiden” su boleta y “escondan” la ajena no ayudan a distender la situación.
Balotajes
La cuenta que hizo el politólogo Ignacio Labaqui puede ser útil para anticipar lo que ocurrirá el 19 de julio en la Ciudad pero también entre el 25 de octubre y el 22 de noviembre, cuando se haría el balotaje nacional en caso de ser necesario. El investigador de la UCA relevó 152 segundas vueltas a lo largo de la historia de Europa y América latina y mostró que solo en uno de cada tres casos el resultado inicial se revirtió. En elecciones presidenciales, la reversión del resultado de primera vuelta fue menos frecuente (26,7%) que en las subnacionales (37%). Y cuando la ventaja en la primera vuelta fue de más de 10 puntos porcentuales, como el domingo pasado en Buenos Aires, solo un 15,1% de los segundos lograron dar vuelta el partido en el balotaje.
El frente Cambiemos entró en una minicrisis por el resultado porteño, que obligó a Mauricio Macri a suspender por dos semanas más su campaña nacional. Los armadores del PRO, Marcos Peña y Jaime Durán Barba, adjudican a esa distracción de esfuerzos el estancamiento de la intención de voto de su líder en torno a los 30 puntos, mientras Scioli sigue aumentando, lenta pero sostenidamente, un caudal que ronda los 35. El mismo cálculo tenía en mente Elisa Carrió cuando le pidió a su estilo un baño de humildad al creador de la 125. ¿Qué beneficio le acarreará a Macri que Horacio Rodríguez Larreta se imponga por 10 ó 15 puntos frente a Martín Lousteau a tres semanas de las PASO nacionales? Seguramente menor que el que podría obtener el expresidente de Boca si se dedicara full-time a su “timbreo” allende la General Paz.
Scioli procura cazar fuera del zoológico y sonrió al recibir el sondeo que le regaló un empresario, que le adjudica un 30% de la intención de voto porteña el 9-A, bastante más que el 21% que dejó afuera del balotaje a Mariano Recalde el domingo pasado. Por eso quiere la instantánea con Randazzo aunque los ultraK lo hayan puesto en el mismo estante que a Cobos y a Massa, por eso se fotografió “agradecido” con Carlos Menem, por eso canturrea feliz el jingle de campaña que le compuso el activísimo antichavista Ricardo Montaner y por eso le dio vía libre a su tropa para que se mostrase el viernes pasado en el Palacio Bosch, la residencia del nuevo embajador estadounidense Noah Mamet, para celebrar el 4 de julio junto a políticos, economistas y jueces opositores. Allí la ausencia rampante de kirchneristas contrastó con el saludo afectuoso para el Tío Sam que dejaron Miguel Bein, Gustavo Marangoni, Santiago Montoya y José “Pepe” Scioli.
Stars and Stripes
El exmotonauta ya no piensa como en 2003 la política exterior. Ni siquiera Mario Blejer, funcionario durante 30 años del FMI y su principal referente en materia de economía internacional, le recomienda un alineamiento incondicional con Estados Unidos. Aunque promete gestos para distender una relación que quedó dañada por ejercicios absurdos de antiimperialismo simbólico como la confiscación de una valija de un avión militar en 2011, planea visitar antes Beijing y Moscú que Washington DC en caso de resultar electo presidente. Según fuentes de su entorno, incluso proyecta esa gira como paso previo a asumir el 10 de diciembre, para garantizarse la continuidad de los flujos de fondos que permitieron al Gobierno capear la corrida cambiaria del año pasado.
La explosión de la burbuja bursátil china dibuja un signo de interrogación sobre esa estrategia de financiamiento. No era algo inesperado: el crecimiento del gigante asiático se estabilizó en el 7,5% desde 2012 —tras una década de haber promediado el 10%— y tuvo su peor performance de la década en 2014, con un 7,4%. En los últimos doce meses, la brecha entre la economía real y el valor de los activos financieros se había ensanchado por la disparada del 150% de las acciones que cotizan en Shanghai. El desplome del 30% de esos mismos activos en las últimas tres semanas, sin embargo, es el inicio de una tormenta con desenlace imprevisible.
El apagón del miércoles en Wall Street y el miedo instalado en Nueva York a un colapso europeo y asiático también atentan contra el plan macrista de “shock de confianza y lluvia de dólares” si la ciudadanía elige al jefe del PRO. Una lluvia que difícilmente moje con el viento de frente que pronostican todos los gurúes para los próximos meses. Y son dólares que de algún lugar tendrán que salir, con el superávit comercial pulverizado por el atraso del dólar, que arrasa a las economías regionales y mantiene en stand-by a miles de operarios en todo el país, como los 3.000 suspendidos de TenarisSiderca en Campana.
Para esos avatares productivos locales, Scioli se nutre de informes de varios economistas. Los últimos que empezó a recibir —vía su secretario general de Gobernación, Martín Ferré— son los del exmassista Miguel Peirano. Otro que acerca sus papers al campamento platense sin hacer muchas olas es un hombre que no podrá ocupar ningún cargo expectable, dado su desgaste político y judicial, pero a quien un encumbrado operador político sciolista definió esta semana como “el único que conoce al dedillo los resortes del Estado, la lógica del kirchnerismo y el funcionamiento de la economía”. En suma, una pieza clave para la interna que puede sobrevenir en 2016. Ni más ni menos que el vicepresidente Amado Boudou.
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