Vidal, alineada pero también preparada

Vidal, alineada pero también preparada

Un fantasma recorre las entrañas del Círculo Rojo. Y es saber quién es el candidato más seguro para derrotar a Cristina Kirchner. Hasta el final del año pasado no había ninguna duda porque Mauricio Macri parecía emerger intacto de la devaluación que casi lo malogra entre mayo y septiembre. 

Las encuestas lo mostraban complicado en la primera vuelta pero seguro triunfador en el ballotage. El problema fue que esa seguridad comenzó a tambalear en el verano de este año. La inestabilidad del dólar, la persistencia de la inflación y la profundidad insondable de la caída de la imagen presidencial hicieron que muchos empresarios y consultores comenzaran a observar, cada vez con mayor atención, a María Eugenia Vidal.

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La gobernadora no sólo es la dirigente con mejor imagen de la Argentina. Vidal es la evolución perfecta del fenómeno político de la última década llamado PRO. No es millonaria; no es accionista de ninguna compañía off shore y ninguno de sus familiares le pagó coimas al kirchnerismo. Esas tres características son las que la diferencian de Macri y probablemente justifiquen los diez puntos de diferencia casi permanentes que le saca en todas las encuestas de imagen.

Tiene más carisma que Horacio Rodríguez Larreta, menos fracasos en la espalda que los gobernadores radicales y no genera el tipo de escándalos políticos como el que acaba de incinerar a Elisa Carrió en la campaña cordobesa. Por eso, el martes unos cuatrocientos empresarios llenaron un par de salones del Hotel Alvear para escuchar a Vidal. Querían ver en persona a esa mujer que podría llegar a convertirse en la última opción ante Cristina si el plan de Macri para acomodar los precios y domesticar al dólar termina estrellado contra la intemperancia del país adolescente.

Un mes es el plazo que circula de boca en boca. Por ahora, se quedan con el pronóstico optimista que el Presidente exhibió el lunes ante los CEOS de los supermercados y de las compañías alimenticias. 52 a 48% ganador en el ballotage, dijo. Algo es algo.

Mortificada por las expectativas que había despertado el encuentro, Vidal hizo algo que a los empresarios les gusta pero que le bajó la densidad política a la presentación. Mostró un Power Point con los números de su gestión. Déficit fiscal menor al 1%; baja en el impuesto a los ingresos brutos; descripción de la obra pública terminada y en progreso; y el recorte millonario en el gasto político, un ítem que le valió el aplauso previsible de la mayoría de las mesas. Sobre todo cuando cerró afirmando que, para el 2023, ya no habrá barones del conurbano bonaerense.

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Cristiano Ratazzi, Daniel Funes de Rioja, Bettina Bulgheroni, Adelmo Gabbi y Jorge Brito hijo, entre otros muchos la escuchaban con atención. Ella misma tecleaba la computadora hasta que debió dejar esa tarea en manos de un asistente para poder concentrarse en el discurso. La presentación, prolija pero demasiado extensa, enfrió un poco el clima. Deliberadamente, María Eugenia se permitió apenas cinco minutos de catarsis emocional en el final. Y unos cuántos se pusieron de pie para aplaudirla. La pregunta flotaba en al aire. ¿Entonces no va a haber Plan V? ¿Entonces sigue la historia con Macri como candidato a la reelección presidencial y Vidal como la candidata a repetir como gobernadora?

El minué de la triple reelección sigue en pie. A tientas, tembloroso. Con mucho menos ímpetu que en aquellos días felices de diciembre de 2017, con las burbujas de la victoria en las elecciones legislativas todavía flotando y permitiendo el exceso de lucir con imprudente anticipación los proyectos de Macri, Vidal y Rodríguez Larreta para quedarse un mandato más en la Casa Rosada, en la Gobernación bonaerense y en el gobierno porteño. Ahora el panorama es mucho más oscuro y las posibilidades mucho más acotadas.

A Horacio le preocupa el ballotage porteño, en la misma fecha que el de las presidenciales con una eventual finalísima entre Mauricio y Cristina. Y aunque jura que no habrá modificaciones en el calendario electoral, todavía el Gobierno porteño no formalizó las fechas que atarían su destino al del Presidente. María Eugenia jugó durante algunas semanas a la fantasía del desdoblamiento pero también terminó aceptando el destino de la triple batalla después que Macri se le apareciera en Chapadmalal durante el retiro de ministros y el acuerdo quedara sellado en una selfie de ocasión.

Desde entonces, Macri decidió jugar a fondo sus últimas chances de pelear por un segundo mandato. Les reabrió los portones de la Quinta de Olivos a los radicales; mandó a Marcos Peña a mostrarles la puerta del infierno a los empresarios que parecían dubitativos; armó con ellos el plan de precios esenciales sin hacerle asco a ninguno de los preceptos de Lord Keynes y envió a Nicolás Dujovne y a Guido Sandleris a negociar un congelamiento de seis meses de las bandas de flotación cambiaria con el Fondo Monetario Internacional. “Que llore un poco Adam Smith pero ahora tenemos que ganar”, se reía un ministro la semana pasada mientras veía tambalear varios de los dogmas que el Presidente había defendido en las últimas semanas.

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Macri será seguramente el candidato a la reelección si el plan funciona y la inflación inicia el camino descendiente que no encuentra desde febrero. Será el candidato si el dólar resiste las tensiones y su imagen remonta aunque sea unos pocos puntos. Es lo que esperan todos sus aliados y muchos empresarios, que todavía no encuentran alternativas consolidadas en la confusión del peronismo federal ni en el intento en gestación que aún no termina de alumbrar Roberto Lavagna. El Presidente dispone de algunas semanas para demostrar que la encuesta pesimista de Isonomía que les puso los pelos de punta a los mercados ha sido sólo un espejismo.

En esa línea resbaladiza se movió Vidal durante el examen ante los empresarios. Respetando siempre el plan original de la triple reelección pero dejando en claro que puede gobernar un territorio indómito e inmenso como la provincia de Buenos Aires. Tan grande como Italia o el Reino Unido, como ella misma se encargó de explicar en el hotel Alvear.

Y a todos les quedó claro que, si la situación se complica tanto como para poner en riesgo la candidatura de Macri, la gobernadora ha acumulado la experiencia suficiente para ponerle el cuerpo al desafío. Un desenlace que podría transformar la disputa por la Casa Rosada en una pulseada tremenda e inesperada entre dos mujeres bien diferentes.

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