Las Vegas será el ring de la pelea de fondo

Las Vegas será el ring de la pelea de fondo

Esta noche se espera un debate distinto de los otros dos. En el primero, la demócrata ganó por puntos. En el segundo, dieron ganador al republicano en un intercambio de altos niveles de agresividad. Hoy suena la campana para la pelea final.

Por Nicolás Lantos

Página/12 En EE.UU.

Desde Las Vegas, Nevada

Esta noche, Hillary Clinton y Donald Trump se verán las caras por última vez antes del 8 de noviembre. Como si todo hubiese estado bien guionado, el escenario elegido es Las Vegas: la capital mundial del juego y del boxeo. Si hubiera que hacer apuestas, la candidata demócrata hoy pagaría una ganancia pequeña, como las máquinas tragamonedas con créditos de a un centavo. Entre denuncias de acoso sexual y peleas con su propio partido, el republicano hoy parece muy lejos de la Casa Blanca y tendrá, acaso, esta noche, la última oportunidad de torcer la carrera. Pero, siguiendo con el paralelismo, sabe que va de punto.

La ventaja de Clinton en las últimas encuestas promedia los siete puntos y la leve recuperación que pareció experimentar Trump hace unos días se disolvió entre una sucesión de escándalos. A nivel de estados, Hillary hoy aparece como favorita en todos o casi todos los distritos clave e incluso el Partido Demócrata está moviendo recursos para intentar un lance en lugares típicamente republicanos. Ese contexto entusiasma al oficialismo con la posibilidad de recuperar la mayoría en ambas cámaras, que hoy están en manos del GOP.

Miles de turistas de todo el mundo caminan por el Strip, con sus rostros iluminados por los colores chillones de las luces de neón, sin enterarse de que a pocas cuadras de allí, en la Universidad de Nevada, se ultiman los preparativos para el tercer y último debate del año. Clinton y Trump llegarán esta tarde a Las Vegas pero sus asesores y equipos técnicos ya están instalados aquí, resolviendo los últimos detalles. “No tuvimos tiempo ni de jugar unas fichas”, se lamenta un miembro de la comitiva demócrata, que hace malabares con tres teléfonos que no paran de recibir llamadas y notificaciones. “Ya vamos a tener tiempo de celebrar después de las elecciones. O no, espero que no, que tengamos que ponernos a trabajar.”

El exitismo en el equipo demócrata se siente, aunque aparece contenido. Las únicas nubes en el horizonte tienen que ver con las filtraciones que día a día gotea Wikileaks de los emails del jefe de campaña, John Podesta. No les preocupa que pueda dañar, a esta altura, las chances de Clinton. Por ahora, los escándalos de su rival la eximen de tener que dar explicaciones. Pero muchos detalles que se dan a conocer afectan las internas del team demócrata, exaltando viejas rivalidades e incrementando las suspicacias y las internas.

En el otro rincón del ring, es todo caos. La pelea entre Trump y el jefe republicano en la Cámara baja, Paul Ryan, sigue escalando y afecta no solamente a la campaña presidencial sino que pone en riesgo la predominancia conservadora en el parlamento. La relación entre ambos nunca fue buena, pero en la última semana llegó a niveles inéditos. Ayer, el candidato presidencial, de campaña en Wisconsin, donde Ryan es local, llegó a decir en una entrevista que el legislador “no quiere” que gane el GOP esta elección para “ser candidato en cuatro años”.

Con la mayoría en la Corte Suprema llave en mano para el ganador de la elección presidencial a causa de la vacante que se produjo este año, un triunfo de los demócratas de tal magnitud que les devuelva el control de ambas cámaras del parlamento dejaría a Clinton en condiciones ideales para llevar adelante su agenda sin las trabas que tuvo que enfrentar Barack Obama durante sus ocho años de gestión. Por eso los demócratas están expandiendo sus esfuerzos de campaña a distritos de tradición republicana que en el caso de una hecatombe republicana pueden llegar a quedar en sus manos, como Georgia, Arizona, e incluso Texas y Alaska.

Sin embargo no será sencillo. Hoy, el GOP tiene una ventaja de 10 senadores, sobre un total de 100, y de 32 representantes, sobre un total de 435 (esta última es la más grande desde 1928). Si bien las mecánicas de cada elección son diferentes, los analistas calculan que con una ventaja nacional de 8 puntos para Clinton, los demócratas recuperarían la Cámara alta y quedarían muy cerca de revertir la situación en la Cámara baja. Pero incluso si ganan el Senado y achican la desventaja en la Casa de Representantes a 10 o menos diputados, las perspectivas para los primeros dos años del mandato de la ex secretaria de Estado serían muy optimistas.

En la ciudad donde todo es gigantesco y llamativo, esta noche se espera un debate diferente de los primeros dos. En Nueva York, en septiembre, Clinton salió airosa ante un Trump confundido que no hizo pie. A comienzos de este mes, en St. Louis, el republicano quedó mejor parado en un intercambio con niveles de agresividad inéditos para la cultura política de este país, aunque no le alcanzó para frenar la marea de escándalos que amenaza con llevarse puestas sus ambiciones presidenciales. Hoy se juegan las últimas fichas. La última esperanza de Trump, si es que le queda alguna, es ganar un pleno. No va más.

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