Vecinazo no es pueblada ni lo quiere ser, ni lo quiere ser

Vecinazo no es pueblada ni lo quiere ser, ni lo quiere ser
Hablé de paradojas acerca del 8N, en Fuga 131. Te a-grego una: los que marcharon lo hicieron en contra de los que les dieron la posibilidad de marchar. Que la calle sea el espacio público donde el teatro social despliega sus más variopin-tas funciones, es hijo de la lucha de muchos que dieron su vida a un horizonte que ni los miraba.
En los setenta y los primeros ochenta, miles de compatriotas murieron torturados, ahogados en el río que maría julia siguió ensuciando con sus mentiras, con el alma mutilada en el exilio, asesinados y desaparecidos, por intentar cincelar un país más ancho.

Gracias a su sacrificio hoy cualquiera puede marchar, como debe ser. Quienes se manifestaron el 8N, lo hicieron para demandar que el gobierno de Cristina Kirchner cambie o se vaya, que es más o menos lo mismo. Pudieron hacerlo gracias a la inmolación de toda una generación de argentinos, de la que los Kirchner fueron parte aunque la pereza analítica los sitúe haciendo su agosto inmobiliario sureño mientras alrededor caían como moscas. En los setenta no defendieron a esa generación de militantes sociales, no marcharon para exigir clemencia. En los ochenta tampoco. Si no, punto final y obediencia debida no hubieran florecido con tan pocas nubes y tanto sol. En los noventa, menos: lo prueba que el indulto haya coronado la impunidad de los genocidas. Los argentinos y argentinas que dieron carnadura al 8N mordieron la mano del que les dio de comer, en la metáfora culinaria. No apoyaron jamás a los que entregaron hasta su sangre para que la calle sea el espacio de todos, pero ahora usufruc-túan el beneficio para salir a pedir la cabeza (no en todos los casos) de una referente de aquélla generación, y también el pase a degüello de un proyecto nacional y popular que abreva en aquel manantial setentista. Es similar a cuando el SUTEBA marchaba en los noventa contra las políticas antieducativas del mene-mismo, frente a la indiferencia de muchos gremios colegas cuyos afiliados y afiliadas pasaban luego por caja a cobrar las mejoras conseguidas por la solitaria, estoica y a menudo denostada batalla que libraba el Sindicato.

Pedirle al gobierno que se vaya o que cambie es autoritario. No es lo mismo que pedirle más y mejor trabajo, más inclusión social, viviendas para los que aún viven a la intemperie, que se cumpla la ley de Medios de la Democracia, que impulse la ancestralmente ca-joneada reforma tributaria, que persiga a los evasores fiscales, que derogue la ley Antiterrorista, que se acuerde de los pueblos originarios, que la minería a cielo abierto no sea a culo abierto. Reclamar este paquete equivaldría a solicitar al kirchnerismo que profundice el rumbo, no que lo tronche. Pero la indignación de muchos de los que hicieron el 8N revela que están en las antípodas de este gobierno, es decir en contra de las medidas vertebrales de un modelo que ha duplicado la clase media: reestatización de YPF y Aerolíneas, un estado intervencionista en favor de los débiles y el mercado interno, juicio y condena a los asesinos del ´76, recuperación pública de las cajas jubilatorias entregadas por el menemismo al saqueo privado, jubilación masiva a miles de argentinos y argentinas que no habían recibido la cobertura que les corresponde como derecho humano, el Fútbol para Todos, el Automovilismo para Todos, la asignación universal por hijo, la ley de Matrimonio Igualitario, la abolición de la relaciones carnales con Estados Unidos, el rechazo a las recetas del FMI, que hasta hace horas se aplicaban sin un gramo de vaselina, la elección del bloque latinoamericano regional para caminar juntos. Alguien que esté de acuerdo con estas medidas constitutivas de la matriz kirchnerista para el gobierno nacional, o que adhiera a la mayoría o a varias de ellas, no hubiera ido al 8N.

Estar en contra del modelo A, significa que se quiere un B. O al menos, que se está dispuesto a buscarlo, ya que no se puede vivir en la queja permanente, eso ni siquiera es anarquía. Por eso quienes hicieron el 8N deben construir un canal político para arribar al poder por vía de las urnas e implantar su modelo B. Pasar de los No a los Sí. Militar, que implica trabajo y compromiso diario (no necesariamente enrolarse en un partido político, a no confundir; seamos buenos entre nosotros, diría Pagani), no marchas aisladas con una ensalada de consignas saturada de vinagre por todo menú. No esperar a un líder, producirlo. Tampoco prescindir de él como si para la vida en sociedad corrieran los mismos códigos y lógicas que para un torneo de fútbol de salón. Mientras tanto, no pueden pedirle al gobierno que volantee ciento ochenta grados para satisfacer sus apetencias sectoriales, porque implicaría exigirle que le dé la espalda al cincuenta y cinco por ciento de la población argentina, a la que le va este modelo (podrán ser un poco menos ahora, pero no tanto como pretenden hacer creer los serruchadores de sopi que hoy paladean su cuarto de hora). Eso es intolerante. Mucho menos deberían pedirle que se vaya: eso es golpismo verbal puro. Gobernar es priorizar, si un gobierno prioriza jubilar a miles de abuelos y abuelas negreados por los buenos de sus patrones, en lugar de hacerlo con quienes pretenden comprar dólares a discreción para viajar de vacaciones a una isla del Caribe, está en su derecho. Por eso deben edificar un canal político que les permita volver a ser la prioridad y que reviente el que viene atrás. Y convengamos que hallar miguelitos en la ruta del dólar no es igual a no comer.

Marchen, que a la democracia le sabe joya, pero ya que salieron a la calle estaría bueno que pidieran otras cosas. No olviden que venimos del culo de un mamut milenario, o sea de las tinieblas. Y que militar en política no es pegar cuatro gritos como patrón de estancia y que me den lo mío. Siempre es más cómodo ver árboles que bosque, pero no les hagan el caldo gordo a los que viven de la tala. No puede ser que los modos destemplados de Moreno, por citar un pino de los más espinosos, nos lleven a tirar por la ventana una horma de gestión. Sería lo mismo que abominar del Vélez de Gareca porque Cubero pega como en bolsa y encima habla finito.

Hablando de modelos: muchos de los que dieron robustez al 8N descreen de que el kirchnerismo posea uno. Convencerse de que sólo dispone de un puñado de medidas sueltas que juntas tienen menos juego que KDT de Pehuajó, es lo que los empuja a salir a tirar mandobles sin norte contra lo que consideran un muñeco. Total, cualquier cosa sería mejor. Sin embargo, que el elenco gobernante les provoque un nivel de inquina que ni el sangriento tridente roca-hitler-videla, resulta la prueba mejor de que lo del kirchnerismo se inscribe en un programa de país.

¿Habrán ido por el sánguche y la Coca o por el puestito de trabajo quienes marcharon el 8N? Entonces quienes marchan a favor del gobierno tampoco se mueven tironeados por esos apetitos elementales. Seamos buenos entre nosotros, diría Horacio. Cómo labura Coca-Cola, qué lo parió: 250 mil unidades, algunos hablarían de que varias decenas más, colocó en menos de cuatro horas, a razón de una botella por manifestante y sin contar que varios han de haber ingerido por encima de ese mínimo. No le hace roncha ni Quilmes en un Cosquín Rock. Si hasta quizá Magnetto le haya chingado de rubro…

No fue el 8N una movida hija del hambre y la desesperación, sí del resentimiento y el odio de clase (no en todos los casos) del que siente que viene por su pan, ese pan tan suyo, un vago que no merece más que los bolos chuecos de quien hace malabares en las esquinas con luces, por negro, por ignorante y por vago (y donde tirás un poquito de la cuerda, por chorro, claro). Es más: a quienes insu-flaron polenta al 8N les haría ruido (no en todos los casos) que se hablara de pueblada, ellos no están para puebladas, esa mermelada es para las capas bajas que hierven sus días en el Conurbano, for example. Ellos están para protagonizar un rotundo Vecinazo, un inédito acto de justicia para la posteridad.

No fue una marcha de tipos que están en la palmera, lo que no quita ni un ápice de legitimidad a la movida pero le esmerila el carácter épico y dramático de las grandes gestas populares, como la de diciembre de 2001. La multitud que se pronunció en todo el país también es pueblo, pero una pueblada es otra cosa.

Fue una movida donde el Yo picó mucho más alto que el Nosotros. Ese Yo tan simbólico, que tan crudamente pone en pelotas al que se cree más importante que los que lo rodean. Una movida de aromas egoístas, individualistas, bolsillistas. La palabra distribución no se asomó ni en los bises; la generosidad se arriesgó a ir, ilusa como suele ser, y se retiró llorando.

Hay mucha gente que no marchó, y no es kirch-nerista. Gente que elige recorrer otro camino, que deposita su fe en las construcciones colectivas y está dispuesta al esfuerzo de humildad que entrañan. Gente que tiene mucho más claro lo que

quiere, y también lo que no. A ellos hay que tender especialmente el oído, no a una tilinga con anteojos de marco caro y cara de culo en diagonal que grita como una chancha que la yegua debe irse.

Sólo me resta hoy compartir mi orgullo profesional porque aún surjan periodistas como Cynthia García, cuando el oficio parece intervenido por todo tipo de pudriciones que lo alejan de sus razones de ser. Cynthia, la de los ovarios de oro, la del defenestrado 6-7-8, el único programa que dio voz en vivo a los manifestantes. Brindo por ella; brindo con ella y su coraje, con ella y su templanza, con ella y su lucidez, con ella y su profesionalismo militante, o su militante profesio-nalismo.

Chau, hasta la próxima, me tienen podrido con el doble 5.

milita en contra del pelotazo, en todo:

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