"Vamos a volver", el grito que entusiasmó a la militancia

Una multitud acompañó a Cristina en su presentación; hubo muchas caras conocidas

Las banderas y los paraguas no permitían ver para adelante. Desde atrás tampoco se oía. Pero de pronto la gente se convenció de que Cristina Kirchner acababa de subir al escenario. Todos se apretaron cuerpo a cuerpo, los antebrazos contra las costillas, la mayoría miró al cielo gris y muchos soltaron un alarido: "¡Cristinaaa!". El piso pareció moverse debajo de los pies mojados. Las voces se transformaron en rugido y después en grito de batalla: "¡Ohhh, vamos a volver! ¡A volver, a volver, vamos a volver!".

Cuando la ex presidenta empezó a hablar, a las 11.10, la multitud que se movilizó bajo la lluvia para apoyarla formaba una especie de flecha de un kilómetro de largo: como reflejaron fotos aéreas, los manifestantes cubrieron el ancho de la avenida Comodoro Py, desde la entrada principal de los tribunales hasta la esquina de Antártida Argentina, y un tramo para cada lado de esa avenida. Unas 15.000 personas, minimizaron en el Ministerio de Seguridad; 300.000, exageraron los organizadores.

En ómnibus y autos particulares, la gente llegó desde anteanoche. Pese a la magnitud de la marcha, sólo hubo incidentes aislados. Predominaron los manifestantes organizados, la mayoría de agrupaciones de militancia. Los kirchneristas sueltos, también los hubo, llegaron en subte, tren y colectivo, y se mezclaron entre las banderas. La primera línea, contra el vallado, fue territorio de La Cámpora y de Nuevo Encuentro. Atrás quedaron el Movimiento Evita, el resto de las agrupaciones y las columnas de unos treinta municipios de la provincia de Buenos Aires. Las de Avellaneda, Berazategui y La Matanza, entre las más numerosas. El elenco militante del kirchnerismo ya casi no incluye gremios.

Después de que Cristina agradeció la "muestra de cariño", arrancó un cantito que enseguida contagió a todos: "Bonadio, la concha de tu madre, Cristina es del pueblo y no la toca nadie". Por la profusión de figuras del kirchnerismo, ubicados en un corralito justo al pie del escenario, parecía un acto en la Casa Rosada. Pero del año pasado. Estaban los dirigentes más cercanos a la ex presidenta, como Carlos Zannini y Oscar Parrilli; la plana mayor de La Cámpora; ex funcionarios, como Aníbal Fernández, Guillermo Moreno y Sergio Berni, y algunas sorpresas: la gobernadora de Catamarca, Lucía Corpacci, el ex presidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez y el ex gobernador de Entre Ríos Sergio Urribarri, alejados del kirchnerismo. Mezclado entre la gente, casi de incógnito, también estuvo el vicepresidente Amado Boudou. Los grandes ausentes fueron los gobernadores y el ex candidato a presidente Daniel Scioli.

A la derecha de Cristina, las ventanas del edificio de tribunales estaban colmadas de curiosos. Del último piso colgaron una bandera con la imagen de la ex presidenta. Fueron dos sindicalistas, a los que después detuvo la policía. El lugar en el que Cristina hablaba era toda una novedad. Pero la relación con la militancia con su "jefa" se mostró renovada. Durante el discurso fueron varios los intercambios, suerte de breves charlas con la multitud, en las que se actualizó la lista de amigos y enemigos del kirchnerismo. "Si pudieran prohibir la letra K del abecedario, lo harían", dijo ella, y la gente dejó salir la ira: "¡Macri, basura, vos sos la dictadura!". Ella calló y otorgó.

En la parte trasera de la movilización todo llegaba con unos segundos de retraso. Si se miraba con atención, podían verse grupos de tres o cuatro personas reunidas en círculos, con las cabezas pegadas. En uno de ellos, una señora de melena rubia apretaba los auriculares de su celular contra sus oídos y relataba, palabra por palabra, el discurso de Cristina. Los que estaban alrededor escuchaban en silencio. No era la única forma de enterarse de lo que pasaba adelante: del otro lado de la avenida Antártida Argentina un grupo más grande de personas se agolpaba contra la parte trasera de un auto con la radio encendida y la puerta del baúl levantada.

Cuando Cristina reclamó observar con detenimiento el comportamiento de algunos dirigentes en el Congreso, empezaron a cantar: "¡Bossio, compadre, la concha de tu madre!". Como arriba de una ola, el grito recorrió la multitud de punta a punta y llegó hasta el escenario. "Así no van a convencer a nadie", los retó Cristina. La retirada fue a paso de hormiga y en silencio. Un militante lo analizó en voz alta: "Ahora que habló la jefa nos vamos relajados".

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