"El último esfuerzo"

Por: Nelson Castro. Se llega al retroceso en materia de aislamiento luego de una larga cadena de errores de cálculo.

No pudo haber peor forma de presentación de la nueva fase –restrictiva– que la elegida por el Presidente. La postergación del jueves para el viernes, las demoras horarias ocurridas el mismo viernes y la decisión de hacerlo a través de un mensaje grabado y no de una conferencia de prensa fue producto de una situación muy clara: los desacuerdos entre Alberto Fernández y Axel Kicillof con Horacio Rodríguez Larreta, y la necesidad de evitar eventuales preguntas incómodas que seguramente no hubieran tenido respuestas satisfactorias. “Si seguimos así, colapsa el sistema en unas semanas”; esa frase resume la única coincidencia plena que hubo y hay entre los tres. Después, lo que abunda es el recelo y la chicana. Hay que decir con todas las letras que quien mucho hizo para eso fue Axel Kicillof.

“Hemos decretado una cuarentena prematura para preparar al sistema de salud (…) Creemos tener dominado al virus. Lo estamos controlando”, le dijo el Presidente al famoso cantautor puertorriqueño René Pérez durante un reportaje el 30 de marzo pasado. Hoy sabemos que, lamentablemente, eso no es así.

Las Unidades de Terapia Intensiva del sistema público corren el riesgo de colapsar en el ámbito del AMBA. Se podría pensar que ello es resultado de una avalancha de casos. Afortunadamente no es así. Con 472 casos, el sistema en el AMBA está ocupado en más de un 50%. ¿Esa fue la preparación?

La cantidad de casos no sorprende. Están dentro de los parámetros esperados. Se suponía que esto se tendría en cuenta para armar la infraestructura de equipamiento y  personal para enfrentar esta demanda que incluye a los pacientes que, por la gravedad de su cuadro, requieren ser derivados a terapia intensiva.

Ahora sabemos que, más allá de lo que se dijo en las diferentes conferencias de prensa referido al aumento del número de estas unidades, lo hecho fue sorprendentemente insuficiente. Ahora nos enteramos también de que lo de Tecnópolis, exhibido como una evidencia de previsión, ha tenido errores de cálculo que tornan todo eso en inservible.  

¿Y entonces? Es evidente que el Gobierno cayó en un triunfalismo vacuo sostenido por encuestas que, hace un mes y medio, le daban a Alberto Fernández altísimos niveles de aprobación.

Esta semana se generó un nuevo conflicto entre el gobierno de la provincia de Buenos Aires y los intendentes del interior, a causa de un convenio para el traslado de pacientes Covid-19 positivos desde el AMBA hacia el resto de los distritos que adhieran a ese convenio. Se acordaba el pago de 2 mil pesos diarios por paciente.

El punto de conflicto se dio por la falta de información de Provincia y la ambigüedad del convenio. Finalmente todo terminó mal, que es como acaban siempre estas iniciativas manejadas con impericia. Por lo tanto, el jefe de Gabinete, Carlos Bianco, afirmó que no va a haber traslado de pacientes del AMBA al interior.

Este convenio fue pedido por intendentes de la Primera y Tercera sección.

Estuvo mal hecho el convenio, con una redacción y un contenido para nada  amigable y sin consulta previa. Los intendentes del interior que adhirieron lo hicieron por obediencia. Eso les generó, a su vez, muchos problemas en sus localidades porque, en términos de salud, la gente no distingue peronismo de radicalismo; la lectura es que van a mandar gente infectada del Conurbano.

Y eso, sin información y preparación adecuada, es literalmente explosivo.

Las grandes ausentes en estas jornadas han sido las provincias. Muchos gobernadores están molestos porque están queriendo realizar más testeos y se encuentran con que el Gobierno no les envía suficiente cantidad de kits. Es un tema del que no se habla pero que preocupa.  

Estas son falencias garrafales que complican el manejo de la situación a futuro. Es indiscutible que, ante la precariedad de la infraestructura del AMBA, la única decisión posible es la restricción. El problema es cómo lograrla cuando a la gente se le viene pidiendo un “último esfuerzo” desde hace meses. Se hace necesario un gran trabajo de contención y una gran capacidad de convencimiento para que la gente cumpla. El enojo y la adjudicación de culpas no sirve. Discutir “runners” sí “runners” no ha sido una pérdida de tiempo.    

Y la República. Cristina Fernández de Kirchner está ausente de este debate. No ha habido de su parte prácticamente ninguna alusión a la pandemia, la prolongada cuarentena y sus consecuencias nocivas o los fallecidos. Su interés pasa por otro lado. El enorme impacto de esta catástrofe la ayuda en la consecución de su proyecto de acaparar espacios dentro del gobierno en pos de sus objetivos: impunidad y permanencia. El objetivo de esta semana fue Vicentin. Bloqueado –por el momento– por la jueza Lorenzini el tema de la eventual intervención, esta semana se produjo la creación de la comisión bicameral para investigar los préstamos que, por parte del Banco Nación, le fueron otorgados a la empresa durante el gobierno de Mauricio Macri. Más allá de esa máxima del general Perón –“si quieren que algo no se investigue, creen una comisión”– que CFK parece haber olvidado –o nunca aprendido–, la vicepresidenta cometió una violación severa de las normas que, supuestamente, debe respetar. Como bien lo expresaron constitucionalistas de prestigio, la creación de una comisión debe ser aprobada por los dos tercios de la Cámara de Senadores. Para así lograrlo necesitaba 48 votos a favor. Tuvo 41.

Pero no terminó todo ahí. Las cámaras registraron en detalle el momento en que CFK le cortó el micrófono al senador Luis Naidenoff cuando este intentaba  presentar una moción de queja por esa irregularidad. Nada que sorprenda en la vicepresidenta. Su autoritarismo lo sufren no solo los opositores, sino también muchos dentro del oficialismo.

Y hay más. Esto le ha generado un enorme problema a Sergio Massa, que la semana que viene deberá salir a reunir 130 diputados para que aprueben un proyecto que no comparte.

La lectura de los mensajes que la vicepresidenta emite en las redes son prueba de lo incorregible de su conducta patológica, de sus obsesiones, de su tergiversada visión de muchos aspectos de la realidad, de su necesidad de crear enemigos por doquier todo el tiempo y de su resentimiento. “Nada en la Tierra consume a una persona más rápidamente que la pasión del resentimiento”. Friedrich Nietzsche.

Comentá la nota