Trump, casi sin margen para dar un batacazo

Trump, casi sin margen para dar un batacazo

A menos que haya una sorpresa de calibre catastrófico en los próximos veinte días, el triunfo de Hillary parece seguro y hasta podría ser histórico, rompiendo la paridad que caracterizó los comicios presidenciales de EE.UU.

Por Nicolás Lantos

Desde Las Vegas

La suerte está echada. Luego del tercer y último debate entre Donald Trump y Hillary Clinton, que tuvo lugar el miércoles por la noche en esta ciudad, comenzó a caer la arena en el reloj que se detendrá a última hora del martes 8 de noviembre, cuando se abran las urnas y empiecen a contarse los votos. Menos convulsionado que los tete-a-tete anteriores, la candidata quedó mejor parada y confirmó su condición de favorita. A menos de que haya una sorpresa de calibre catastrófico en los próximos veinte días, su triunfo parece seguro y hasta podría tomar magnitudes históricas, rompiendo la paridad que caracterizó los comicios presidenciales en los Estados Unidos el último cuarto de siglo.

Incluso su rival ya parece estar pensando más allá de este año: peleado con la elite de su propio partido y con sus rivales, inmerso en una épica de sólo contra el mundo, sus acusaciones de fraude y su definición respecto a la posibilidad de no aceptar el resultado de la elección parecen los primeros pasos hacia la construcción de una fuerza propia, más que un recurso genuino de un contrincante que aún espera ganar la Casa Blanca. Mas bien, Trump parece apostar a seguir protagonizando la política los próximos años con su discurso antisistema, afuera o adentro del espacio republicano.

La ex secretaria de Estado sacó ventajas de un debate mejor moderado y menos caótico que los dos primeros, y por momentos hasta se dio el lujo de poner en apuros a Trump usando las estrategias que suele mostrar su rival, como cuando lo acusó de ser una “marioneta” del presidente ruso Vladimir Putin. El único momento de la noche donde mostró dudas fue cuando le repreguntaron sobre los aportes de países extranjeros a la Fundación Clinton. Los dos pudieron exponer sus visiones contrapuestas en los issues más importantes de esta campaña, como inmigración, economía y política exterior. Ella hizo énfasis en los derechos de las minorías. El volvió a proponer una política aislacionista.

Ambos tuvieron que dar respuesta por los escándalos que los involucraron las últimas semanas. Cuando fue consultado por las denuncias de acoso sexual en su contra, Trump apuntó contra una campaña organizada desde el equipo de su rival. Cuando dijo “nadie tiene tanto respeto hacia las mujeres como yo” el auditorio estalló en una carcajada. Clinton evitó contestar sobre los emails filtrados por Wikileaks sobre su campaña responsabilizando al gobierno ruso de estar detrás de esos hackeos y de intentar influir de esa forma en el resultado de los comicios.

Aunque todavía las encuestas no reflejan lo que sucedió el miércoles en el predio de la Universidad de Nevada, Las Vegas, Clinton corre con un margen de siete puntos a favor en los promedios ponderados, además de encabezar las encuestas en todos los swing states con excepción de Ohio y Iowa (donde Trump lidera con poco margen) y estar empatada, o casi, en distritos históricamente republicanos como Arizona y Georgia. Con menos de tres semanas por delante, sin eventos mayores en el calendario antes del día de la elección, y con millones de votos anticipados ya emitidos, las chances del magnate de pegar un batacazo parecen cada vez más pequeñas.

Persiste la posibilidad de un fallo masivo en los pronósticos, como se vio este año en los plebiscitos por el Brexit, en Gran Bretaña, y por la Paz, en Colombia. Sin embargo la diferencia que hoy tiene Clinton es de casi el doble de lo que daban los sondeos a favor del Remain, que llegó al día de ir a las urnas con una supuesta ventaja de cuatro puntos en promedio y terminó perdiendo por un pelo. En el caso de Colombia, donde la diferencia entre los estudios previos y el resultado final fue de dos cifras, la cantidad y la calidad de las encuestas fue inmensamente menor a las que se realizan en los Estados Unidos.

Si a todo eso se le suman las ventajas de Clinton en arenas más tradicionales de la política, como la campaña en el terreno y la cantidad de recursos económicos para desplegar avisos televisivos, rubros en los que supera con creces a Trump, las esperanzas del magnate están puestas en una sorpresa mayúscula, lo que en la jerga se conoce como un “cisne negro”, que en este caso podría tomar la forma de un ataque terrorista masivo, como sucedió en Atocha, en Madrid, en 2004; o una nueva filtración de emails de Clinton de tal gravedad que deshaga toda la ventaja que construyó la demócrata en las últimas semanas. Eso resulta, a cada día que pasa, más improbable, y aún si sucediera, cada día que pasa se emiten decenas de miles de votos anticipados que ya no pueden cambiarse.

Trump parece darse cuenta de eso, y respondió aumentando en los últimos días sus acusaciones de que la campaña esta “falseada” y que hay un fraude en marcha en su contra. A fines de septiembre, en el primer debate, le habían preguntado si, en caso de perder, aceptaría el resultado de la elección y él contestó que sí. Este miércoles, la respuesta fue otra: “Lo voy a evaluar en su momento. Voy a mantener el suspenso”, dijo, en uno de los momentos más calientes de la velada. Su jefa de campaña, Kellyane Conway, en diálogo con la prensa luego del debate, aclaró: “Aceptaremos los resultados si están certficados debidamente”.

Ayer, en un acto en Ohio, el candidato volvió sobre el tema: “Quiero prometer y jurarle a todos mis seguidores y a todo el pueblo de los Estados Unidos que voy a aceptar totalmente el resultado de esta elección… si gano”, dijo. “Por supuesto que voy a aceptar el resultado de una elección limpia, pero también me reservo el derecho de discutir o llevar a la corte el resultado si resulta cuestionable. Y siempre voy a seguir la tradición y las reglas que siguieron todos los candidatos que vinieron antes que yo. Si George Bush o Al Gore se hubieran comprometido tres semanas antes de la elección a aceptar los resultados, ese comicio no hubiera llegado a un fallo de la Corte Suprema”, aclaró.

Estas declaraciones de Trump parecen apuntar más al 9 de noviembre que al 8, día de la elección. Con las cartas en la mano, el proyecto del magnate parece ser consolidarse como referente outsider de un importante sector de la sociedad norteamericana que desconfía del establishment. La duda es si buscará conformar un espacio propio por afuera del sistema bipartidista o si, por el contrario, intentará tomar por asalto el Partido Republicano, con cuyos líderes se encuentra enfrentado. Una encuesta realizada por Bloomberg de esta semana indica que entre las bases del GOP, Trump casi duplica en popularidad al jefe de la Cámara baja y principal promesa del mainstream conservador, Paul Ryan.

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