Un triunfo de la resistencia popular

Un triunfo de la resistencia popular

Por: María Daniela Yaccar. Un eufórico grito colectivo retumbó frente a la Plaza Independencia cuando uno de los manifestantes dio a conocer la noticia, y con sus banderas y carteles, sus cacerolas y silbatos, los mendocinos de la capital decidieron seguir caminando rumbo a la Casa de Gobierno.

En las calles céntricas el anuncio del gobernador Suárez se vivió en el marco de una marcha autoconvocada, que parecía una de tantas y que no era especialmente numerosa. Pasadas las 19, jubilados, docentes, estudiantes, desocupados, artistas y familias enteras sin banderas políticas se habían encontrado en el nudo vial, con la confianza en la lucha intacta y el cansancio de días acumulados de protestas, asambleas e incluso palos y gases, pero sin sospechar que el anuncio llegaría en cuestión de minutos.

Antes de que se supiera la noticia, esta marcha de “sueltos” contó con adhesiones que llegaban de todos lados: en el nudo vial había olas de bocinazos; luego los comerciantes miraban con rostros de felicidad el avance de la columna y filmaban la escena; los jóvenes que disfrutaban de cerveza en los coquetos bares de San Martín aplaudían. Se veían muchas banderas de Argentina y gran cantidad de carteles en defensa de la Ley 7722 y en reclamo de la derogación de la 9209, que habilita el uso de químicos tóxicos para el desarrollo de la megaminería. Mientras en la calle no aflojaba la presión social --la suspensión de la reglamentación de la nueva norma pareció exacerbar aún más el malestar--, se multiplicaban las comunas que exigían la anulación de la reforma para la realización de la Fiesta de la Vendimia, ascendiendo el número a siete.

“El pueblo unido jamás será vencido”, “El agua de Mendoza no se negocia”, “La cordillera, qué linda está y si la tocan qué kilombo se va a armar”, “Se sabía: a Suárez y Sagasti los compró la minería” eran los cánticos de un atardecer extremadamente caluroso en el que los manifestantes golpeaban lo que tenían a mano: latas, botellas, cacerolas. “No somos violentos, ambientalistas ni piqueteros: somos vecinos de Mendoza. Todos juntos, todo el pueblo defendiendo el agua”, decía José, 31 años, trabajador de una empresa metalúrgica, enojado --como la mayoría de los presentes-- con los medios de comunicación locales. En la concentración coincidían docentes y estudiantes que recordaban cómo en las escuelas, desde cuarto grado, se enseña a cuidar el agua en una provincia en emergencia hídrica hace más de una década. “¡Y de la nada se aprueba esta ley! Siempre nos han concientizado, desde chiquitos”, protestaba Lucía Giménez, estudiante de 24 años.

“Soy docente, vengo enseñando el cuidado del agua desde 1980. No puedo traicionarme a mí misma. Tengo que ser consecuente con lo que he vivido. En la zona de los médanos se ve bien el desierto: pude ver, cuando tenía 20 años, lo que vivía una persona que tenía que trasladarse cinco kilómetros a buscar un tarrito de agua en una lata de dulce, día por medio”, recordaba Mariana de Céspedes, jubilada, 60 años. Al conocerse el giro de la historia, cientos de personas gritaron, saltaron, se abrazaron y aplaudieron en la zona de Plaza Independencia. Alguien mencionó a Chubut, provincia que por estos días se moviliza por la misma problemática. Mariana Rojas, desocupada, 39 años, decía: “Es un gran logro. El gobierno nos subestimó todo el tiempo. Unidos hicimos la diferencia, sin grietas ni banderas políticas, sólo luchando por una causa justa. Algo vital: el agua”.

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