Tras 10 años de tratamientos fallidos, se animaron a la donación de óvulos: “Me olvidé de mis genes y me acordé de mi sueño"

Tras 10 años de tratamientos fallidos, se animaron a la donación de óvulos: “Me olvidé de mis genes y me acordé de mi sueño

Marcia sufrió cuando le dijeron que sus ovarios "no servían más". Luciano tenía miedo de recurrir a óvulos donados: ¿y si ese hijo luego le decía a su esposa "vos no sos mi mamá'? Hacer el "duelo genético" y entender la diferencia entre una donante y una madre fue clave en la decisión.

A mediados de enero un desafío invadió las redes sociales. Se llamó "#10YearsChallenge" y la idea fue mostrar en dos fotos cómo estábamos hace 10 años y cómo estamos ahora. Fue una adolescente de Mar del Plata la encargada de sacarle frivolidad al juego: publicó una vieja foto de ella -nena, con leucemia, pelada por la quimio- y una foto actual, viva.

La foto vieja de Luciano Pertuzzo y Marcia Mollo tiene incertidumbre, una angustia espesa: tiene el embarazo que no llegaba y todos los tratamientos de fertilidad que iban a ilusionarlos primero y a fallar después. En la foto de ahora, en su PH de Caballito, los dos están besando a Fiorella, la beba que llegó cuando pudieron atravesar el "duelo genético" y animarse a intentarlo con óvulos donados.

Luciano y Marcia, su esposa, besan a Fiorella, la hija que pudieron tener gracias a la ovodonación

El diagnóstico, un año después de haber comenzado la búsqueda, no ayudó a tener claro contra qué luchaban: "Infertilidad sin causa aparente". Era 2006 cuando arrancaron y todavía no existía la ley que cubre los costos de los tratamientos de reproducción asistida.  Fueron cuatro tratamientos de baja complejidad (inseminaciones) que no funcionaron.

Siguieron dos tratamientos de alta complejidad. Marcia quedó embarazada en el segundo pero lo perdió y ahí descubrieron que tenía trombofilia. Siguieron otros tres tratamientos de alta complejidad, pero nada. En 2014, Marcia quedó embarazada de manera natural, justo cuando estaban por irse de vacaciones a Brasil. Allá, en medio de la felicidad, descubrieron que era un embarazo anembrionado (el saco gestacional existía pero el embrión no).

"En el segundo embarazo que perdí se dieron cuenta de que un ovario funcionaba y el otro no. Esa fue la primera vez que escuché la palabra ovodonación", cuenta Marcia -44 años, ama de casa- a Infobae. Se la recomendó la médica especialista en fertilidad que la había atendido siempre y la hematóloga coincidió. Lo que Marcia recuerda son frases sueltas: "Es tu única solución", "hacelo", "es tu momento".

(Gentileza familia Pertuzzo)

El impacto emocional no fue el mismo para ella que para él. "No me cayó mal que me dijeran que iba a necesitar una donación de óvulos, me cayó mal que me dijeran que mis ovarios ya no servían. Eso es muy triste para una mujer. Tardé 3 o 4 meses en elaborarlo hasta que bajé a la realidad con la terapia y dije: 'Bueno, todavía me queda esta chance para ser mamá, tengo que aprovechar la oportunidad'.

Luciano -44 años, empleado administrativo- estuvo, al comienzo, "un poco reticente" a la idea de la donación de óvulos: "Quería seguir probando con los óvulos de ella. No sé…pensaba que después, si lográbamos tener un hijo, en alguna discusión iba a decirle 'pero vos no sos mi mamá'".

Su temor era, de hecho, uno de los temores más frecuentes entre quienes recurren a la donación. Estela Chardón, psicóloga, autora del libro "Mamá por donación" y madre de dos hijas gracias a la ovodonación, enumera los temores más comunes entre las parejas heterosexuales que recurren a esta técnica.

"Por lo general, los primeros temores son superficiales. El temor a tener un hijo con alguna enfermedad genética, que no se parezcan a ellos, si contar o no cómo fue concebido", explica. "Sin embargo, subyacen otros temores más profundos. Por ejemplo, si van a sentir lo mismo por ese hijo concebido con óvulos donados que si fuera un hijo con quien compartieran los genes. O al revés: si ese hijo va a sentir lo mismo por ellos".

A veces aparecen otras dudas: ¿cómo será el temperamento?', ¿cómo será el vínculo cuando 'la sangre no tira'?, ¿sentiré rechazo?, ¿me rechazará y querrá tener un vínculo con la donante cuando se entere de dónde viene?

Hay una diferencia entre las parejas heterosexuales que necesitan una donación y las parejas del mismo sexo o las madres solteras por elección, que van incorporando de a poco en sus vidas la idea de que van a necesitar gametas donadas.

Como las parejas heterosexuales se enfrentan a un escenario nuevo, aparecen frases como "si no tiene mis genes entonces no va a ser mi hijo", o "será medio hijo, porque al menos la mitad de los genes son de mi pareja" o "es el hijo de otra mujer en mi panza". Por eso es tan importante atravesar lo que se conoce como "duelo genético":

"Es la elaboración y la aceptación de que tu hijo no tendrá tus genes. Es una pérdida, por eso hablamos de duelo. No hay que minimizar ni negar la importancia de lo genético argumentando que lo único que importa es la crianza. Es un proceso personal y para algunas personas puede ser importante", explica Chardón.

(Gentileza familia Pertuzzo)

En su PH de Caballito, Luciano le dio vueltas al asunto hasta que leyó una columna que alguien compartió en Facebook cuyo título es "La diferencia entre donante y madre". Dice que ahí hizo "el click", por eso deja a su hija con sus juguetes y va a buscarlo. Hay un fragmento del artículo, escrito por la psicóloga María Cecilia Veiga, que dice así:

"El apego es ese lazo invisible que une a la mamá y al bebé. Vínculo, lazo, energía, una cuerda invisible que nos une a nuestro hijo, no importa de qué manera haya sido concebido. Ese apego lo va a aportar sólo uno, nadie como uno. Es como el 'ADN psicológico' que uno impronta en su hijo. Tus abrazos, tus besos, tus caricias, tus miradas, tu olor, tu voz, tu ritmo cardíaco, tu forma de cargarlo, tus expectativas con respecto a ese hijo son únicos y van a ser reconocidos por ese bebé como 'la seguridad de su mamá'. Nadie más en el mundo tiene eso, nada de todo esto se dona (…)".

Hay otra frase que leyó Luciano y que ahora lo ayuda a explicar su proceso. Repetirla lo hace emocionar: "En un momento me olvidé de mis genes y me acordé de mi sueño'.

(Gentileza familia Pertuzzo)

En 2016, cuando Marcia ya había cumplido 41, decidieron probar con la ovodonación. Marcia estaba tranquila porque ya no iba a tener que "llenarse de hormonas" (la estimulación la hace la donante).

En el centro de fertilidad les pidieron una foto de ambos. Ella se enojó, no entendió para qué. Después le explicaron: algunos centros intentan que la donante y los receptores tengan características físicas similares. Marcia y Luciano sólo saben que su donante tenía 25 años: ¿Cómo saben? ¿no es anónima la donación?

La respuesta está en el nuevo Código Civil. El artículo 564 establece que la persona nacida a través de donación puede pedir al centro de salud que intervino "información relativa a datos médicos del donante, cuando es relevante para la salud". Marcia necesitó saber la edad de la donante para un estudio, por eso sabe. También puede "revelarse la identidad del donante, por razones debidamente fundadas", en este caso, por vía judicial.

"Eso no bajó la cantidad de donantes", explica Chardón. Lo que rige, según el Código Civil, es la voluntad procreacional: significa que los hijos concebidos de este modo son hijos de quien haya prestado su consentimiento previo, informado y libre independientemente de quien haya aportado el material genético. Aún cuando el hijo quisiera conocer la identidad de la donante, esa mujer seguirá siendo donante y no madre.

(Gentileza familia Pertuzzo)

"No estoy diciendo que sea fácil, yo hice terapia, fui al taller de donación de gametos de (la asociación civil) Concebir para sacarme dudas, hice reiki y recé mucho", cuenta Marcia. No hubo que pagar, porque los tratamientos con donación también tienen cobertura por la ley nacional. Se formaron ocho embriones pero "el día que me los implantaron sólo había quedado uno", sonríe, y señala a su hija. Era el primer intento con ovodonación.

Fiorella nació en abril de 2017, a los 7 meses de gestación, y estuvo casi dos meses en neonatología. Además de trombofilia, su mamá había tenido una complicación llamada "placenta previa oclusiva total", por lo que había arrancado el embarazo en reposo absoluto y había quedado internada desde el quinto mes.

Fiorella, aún en neonatología, con la metáfora escrita en su remera (Gentileza familia Pertuzzo)

"Yo creo que hay miedos y dudas que se te van la primera vez que la tenés a upa", dice Luciano. "Yo tenía miedo de que mi hija algún día quisiera tener un vínculo con la donante. Hoy pienso al revés: ojalá yo pudiera conocerla y agradecerle por habernos permitido formar una familia", se emociona él.

Después buscan fotos de Fiorella cuando era recién nacida. Hay una que a su papá le encanta. La beba sigue en neo y tiene una remera que le queda enorme. Luciano nunca supo quién se la regaló pero le gusta lo que dice: "Al final siempre sale el arco iris".

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