No toquen a la nena

No toquen a la nena

Mientras los negociadores de Fernández-Fernández buscan sumar al massismo para fortalecer sus chances en el interior bonaerense, el propio Mauricio Macri y Patricia Bullrich le hacen de pararrayos a Vidal para disimular las masacres, la crisis y el tarifazo.

 

Entre masacre y masacre, María Eugenia Vidal disfruta de un blindaje que refuerza el de los grandes medios. Se lo brindan dos personas que le hacen de pararrayos. Cada vez que una descarga amenaza con quemarla, ahí están Mauricio Macri y Patricia Bullrich para atraer el rayo. Todo tiene su explicación: si no asegura un margen importante a favor en la provincia de Buenos Aires, el Presidente no reelegirá. Simétricamente, por eso es clave el proceso de articulación entre el massismo y quienes se encolumnan detrás de Fernández-Fernández.

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Igual que en masacres anteriores, la gobernadora se mantuvo lejos de la muerte de un joven y tres chiquitos a manos de su policía en San Miguel del Monte. También conservó distancia pública respecto de Rocío, la única sobreviviente, internada y grave en el hospital El Cruce de Florencio Varela. 

Sin hacer contacto físico con la tragedia provocada, Vidal sigue con su estrategia. Por un lado se recuesta en otro pararrayos, menor a los anteriores, el ministro de Seguridad bonaerense Cristian Ritondo. Por otro lado continúa desplazando policías y purgando la Bonaerense. Pero la repetición de masacres y la inseguridad que no cede indican que la Bonaerense es parte del problema en la provincia y que, como solía decir León Carlos Arslanian, no basta con quitarle fetas al mismo salame si al mismo tiempo no hay cambios estructurales. La tercera pata de la estrategia es ignorar a la mafia real y repetir que el gobierno bonaerense libra un combate contra “las mafias” y “el narcotráfico”.

El problema para Vidal es que, a casi cuatro años de haber asumido, la masacre de Monte revela el mismo modus operandi que tenía la fuerza en tiempos de la dictadura con Ramón Camps de jefe: matar y encubrir al mismo tiempo. Lo dejó en evidencia la declaración de  Melina Bianco, la oficial de 25 años que estaba en el patrullero que persiguió al Fiat Spazio de los chicos Aníbal Suárez, Danilo Sansone, Gonzalo Domínguez, Camila López y Rocío Guagliarello hasta que se estrelló contra un camión parado. Bianco contó a la Justicia que del patrullero partieron los tiros y que jamás supo el porqué de la persecución. También informó que la comisaría organizó el retiro de cuerpos y pruebas y cambió actas y datos del libro de guardia. 

“De un aparente accidente de tránsito”, según escribió la jueza Marcela Garmendia, gracias a Bianco emergió “la cruda realidad de la masacre de San Miguel del Monte”.

El padrón

Con la imagen de Macri cayendo en el Gran Buenos Aires, la gran apuesta de Cambiemos es lograr un buen resultado en el territorio bonaerense que no es el Conurbano. 

El sociólogo Artemio López suele explicar que esa porción de la provincia representa un 45 por ciento del padrón. Agrega López que a nivel nacional la zona de Buenos Aires que no es el Conurbano es el 14 por ciento del padrón. Más que Córdoba. Más que Mendoza. Más que Entre Ríos. Más que Santa Fe. 

Fuera del Conurbano los grandes centros son Mar del Plata, La Plata y Bahía Blanca.   

Francisco “Paco” Durañona, el intendente peronista de San Antonio de Areco, explicó a Félix Crous por radio en “Lo peor ya pasó” que por esa misma lectura demográfica decidió caminar la provincia como precandidato. “Regionalización, diálogo con los chacareros, turismo, preservación de las industrias en las pequeñas ciudades, creación de centros productivos”, fue el plan maestro expuesto por Durañona, un político que no solo tiene apellido vasco sino que estudió elementos de la integración rural-urbana en las ciudades y los pequeños pueblos de Euzkadi. 

Durañona no llegó al millaje de Axel Kicillof y del ex vicecanciller económico Carlos Bianco. El Clío de Bianco superó los 150 mil kilómetros de recorrida bonaerense desde el momento en que CFK bendijo a su ex ministro de Economía hasta el instante en que Kicillof pasó a ser precandidato a gobernador en la misma fórmula que la intendenta de La Matanza, Verónica Magario. Y ahora va por otra vuelta.

Sobre la base de contactos con dirigentes políticos locales, más allá y más acá de La Cámpora y Unidad Ciudadana, y con empresarios pymes y productores, Kiciloff también se propuso trabajar sobre el punto débil del peronismo. La fórmula de Daniel Scioli y Carlos Zannini ganó en Buenos Aires en 2015. El ballottage en toda la provincia, Conurbano incluido, terminó con 4.882.082 votos para el Frente para la Victoria y 4.662.935 para Cambiemos. Pero la diferencia fue de solo 219.147 votos. No alcanzó a cubrir ni de lejos los 930 mil votos que, por ejemplo, Cambiemos le sacó al FpV en Córdoba, un distrito donde en 2003 Néstor Kirchner no salió segundo sino quinto. Córdoba puede ser esquiva otra vez. Buenos Aires, para el peronismo, debería compensarlo.

Kicillof mantuvo el ritmo después de que diez intendentes promovieran la fórmula que encabeza. En las últimas horas hizo actos y visitas en Chascomús, Lezama y Ranchos.

“Vidal se jactó de recuperar el Fondo del Conurbano pero esa plata no se usó en obras sino para pagar intereses de la deuda en dólares que tomó su gobierno”, afirmó mientras se abrazaba a un público donde se destacó algún asistente vestido de gaucho. En Lezama se dio el gusto de hacer un timbreo a su manera. “Conocimos la casa que Alejandra y Darío construyeron con Procrear”, tuiteó. “Es un orgullo ver las políticas que diseñamos hechas realidad.” El Procrear del entonces ministro estimulaba las construcciones nuevas, en oposición a la burbuja de la compra y venta de sitios ya edificados. Otro lugar visitado fue la planta de SEDA, una aceitera de Lezama. 

“A la provincia de Buenos Aires la han hecho trizas”, dijo el precandidato. Y comenzó a llamar “María Eugenia Virtual” a la gobernadora.

El oficialismo sueña con repetir en el Conurbano los éxitos de Lanús, Quilmes y Tres de Febrero, que arrebató al peronismo en 2015, y conservar los votos fuera del Gran Buenos Aires.

El peronismo proyecta recuperar esos distritos, seducir no solo a las clases medias sino a trabajadores que votaron por Cambiemos y crecer en el interior de la provincia. 

Presión

El trasfondo bonaerense fue decisivo en el congreso que el Frente Renovador celebró el jueves 30 de mayo en Parque Norte. Sergio Massa está resolviendo en estas horas qué hace de su vida. Sin embargo, sabe cuál fue el resultado más importante del congreso: los delegados bonaerenses hicieron una fuerte presión para unificar personería electoral con F&F. 

“Si no nos juntamos Macri puede volver a ganar”, dijo a este diario uno de los negociadores del massismo. “Y además corremos el riesgo de seguir perdiendo votos.” Efectivamente ninguna encuesta le otorga a Massa el 21,39 por ciento que obtuvo en la primera vuelta del 25 de octubre de 2015. Con suerte araña la mitad de ese porcentaje.

El peligro para Massa es que, si deja pasar el tiempo, sus votantes peronistas vayan migrando solos hacia F&F y el propio Massa termine siendo un candidato sin arrastre ni cotización.

Hay tres instancias para las cuales en la provincia de Buenos Aires no habrá ballottage. Una es la parlamentaria, a nivel municipal, provincial y nacional. Otra es la elección de intendentes. Y la tercera es la gobernación. En cada uno de esos planos cuentan los votos de la primera y única vuelta. Por eso la apuesta del Gobierno nacional es que haya más de una fórmula peronista: para que divida votos y favorezca a Vidal. Por eso la apuesta de F&F es una sola fórmula peronista: para ganarle a Vidal en esa primera y única vuelta. Por eso la presión de los congresales del massismo: para no quedarse afuera de la pelea de fondo y, de paso, conservar o ganar intendencias, aumentar la cantidad de parlamentarios y sumar más concejales.

Si el frente que aún no tiene nombre, el de F&F, se une al massismo, y si ninguna fórmula peronista o peronoide despunta en la provincia de Buenos Aires, Cambiemos quedará en una encerrona. Macri y Bullrich necesitan blindar a Vidal para disimular su responsabilidad en las masacres y en la crisis, que por otra parte los votantes siempre suelen atribuir más al gobierno nacional que al provincial. Precisan que a Vidal le vaya bien para que traccione votos de abajo hacia arriba como en 2015. Pero al mismo tiempo es difícil para un político ser pararrayos a tiempo completo y salir indemne de la experiencia. A veces algunas descargas no llegan a tierra y dañan al pararrayos y al edificio. Es peligroso ser mal conductor. 

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