Todos miran hoy a Gualeguaychú

Todos miran hoy a Gualeguaychú

Alberto Dearriba

Si la Convención Nacional de la UCR autoriza la alianza con Macri, con Massa, o con ambos, todo el mapa electoral quedará modificado.

La reunión de la Convención Nacional de la UCR que se celebra hoy en Gualeguaychú, despierta una atención que hace muchos años no produce el destartalado partido por sus acciones políticas.

No es para menos, ya que puede definirse allí la política de alianzas, que puede alterar el desempeño electoral del Frente para la Victoria, el PRO, el Frente Renovador y los flecos del FA-UNEN. En suma, todo el mapa electoral puede sufrir variantes de acuerdo a lo que decidan hoy los boinas blancas a orillas del Uruguay.

Una alianza de la UCR con el PRO o con el  FR significaría para el oficialismo la posibilidad concreta de un riesgoso ballotage. Para Mauricio Macri y para Sergio Massa implicaría, en cambio, hacerse de la estructura partidaria que carecen y que puede meter a uno de ellos en una segunda vuelta con el FPV.

Derrotado en las últimas elecciones nacionales por amplios márgenes, errático en su estrategia política y alejado de sus mejores tradiciones populares, el único partido centenario de la Argentina sigue siendo una herramienta apetecible a la hora de las urnas. En el pueblo más remoto de la Argentina hay punteros radicales capaces de controlar las urnas y sumar votos.

El último ejemplo de que las terceras vías padecen inevitablemente la ausencia de un soporte partidario, lo dio el Frepaso, que fue maniatado por el radicalismo. Antes le había ocurrido al Partido Intransigente, chupado por el justicialismo. Aun cuando esas fuerzas produjeron liderazgos atractivos desde el punto de vista electoral como Oscar Alende y Carlos "Chacho" Alvarez, no lograron quebrar el bipartidismo.         

La UCR no tiene hoy un referente fuerte, pero Macri y Massa no tienen un partido arraigado en todo el país. De hecho,  el Pro concretó alianzaselectorales con los radicales en una decena de provinciaspara ganarle a las variantes oficialistas del justicialismo. Está claro que a los votantes radicales les cuesta menos votar a un conservador que a un peronista. Buena parte de los votos que sostienen al Pro en la Ciudad de Buenos Aires provienen de la cantera radical.   

El presidente de la UCR, Ernesto Sanz, quiere enfrentar en la PASO como candidato radical a Macri y a Lilita Carrió, mientras Julio Cobos y Gerardo Morales plantean que Massatambién  se integre una alianza más amplia que, aunque lo nieguen, excluiría a los socialistas y a otras fuerzas de centroizquierda.

Sin embargo, como Macri no quiere saber nada con su ex aliado tigrense, en la práctica existen dos posibilidades: o van con Macri o van con Massa.

Pero luego se plantea una situación compleja a la hora de elegir candidato, porque la Convención pretende definir no sólo las alianzas, sino el postulante radical que competirá en las PASO dentro de esas esas posibles coaliciones. El problema surgiría si el elegido es Sanz pero no con la alianza que desea (el PRO). O Cobos, pero no con Massa ni FA-Unen.   

Las encuestas miden una baja intención de voto a nivel nacional para Cobos, pero aún así es más elevada que la de Sanz. Pero la relación de fuerzas internas parece ser la opuesta.

Parece difícil que Sanz pueda ganarle a Macri en la primaria de agosto. Si es derrotado el radicalismo se quedaría sin un postulante presidencial propio  en la elección nacional, habida cuenta que, por la ley electoral, sólo pueden ser candidatos quienes surjan de las PASO.

Esta situación habilita la posibilidad de una fractura: Sanz podría irse con Macri y Cobos con Massa. O como candidato de FA-Unen, en el cual ya no debería competir con Hermes Binner, que resignó su candidatura ante la amenaza de perder en Santa Fe a manos del macrismo.

Estas incógnitas se definirán hoy en Gualeguaychú, o al menos se aclararán un tanto.

Pero está claro que desde el punto de vista de los cálculos electorales, cualquiera de las alianzas en danza mejoraría las posibilidades opositoras de llegar a un ballotage, que hoy parece el único camino para vencer la hegemonía del FPV. Pero también está claro que implicaría una nueva pérdida de identidad política para el radicalismo; una apuesta de menor afinidad con las ideas.

Desde 1983 en adelante, la UCR realizó alianzas electorales con partidos provinciales conservadores en diversas oportunidades, para vencer al peronismo. Ningún radical puede escandalizarse porque hasta Raúl Alfonsín, el más radical de los radicales, llevó en sus listas de diputados a representantes de caciques conservadores provinciales. El ejemplo más estentóreo del pragmatismo electoral radical es el del candidato presidencial partidario de 2011, Ricardo Alfonsín, quién ante la desesperación por un papelón electoral,  sumó al empresario Francisco de Narváez en la Provincia de Buenos Aires, porque había sido capaz de derrotar ni más ni menos que a Néstor Kirchner en las legislativas de 2009. Lejos estuvo de acatar la máxima de su padre, quién sostenía que "si la sociedad se derechiza, el radicalismo debe prepararse para perder elecciones". Es obvio que lo que mueve estas alianzas contra natura es alcanzar el poder sea como fuere, con un enrome menosprecio por las ideas.

Pero en cada una de esas oportunidades, el intento fue sumar un vagón extrapartidario a un tren conducido por la locomotora radical. Con Macri, en cambio, el partido corre además el riesgo de ser furgón de cola de la derecha gorila, en tanto que con Massa, podría cumplir un rol similar tras la derecha peronista.

Nunca es bueno perder una elección y resulta difícil explicarle a los cuadros intermedios y bajos que no alcanzarán el poder con el cual sueñan. Ningún partido puede ganar una elección blandiendo banderas principistas a ultranza. Pero mucho peor puede resultar borrar todos los límites y ni aún así conquistar la victoria. Es como quedar en calzoncillos frente a quienes reclaman un partido con algunas ideas mínimas no negociables.

Como si esto fuera poco, se abre luego ante una coalición variopinta la obligación de gobernar un país con acuerdos mínimos. La frustrante experiencia de la Alianza que llevó a la Rosada a De la Rúa sobrevuela la escena.

Para alejar esos fantasmas, Sanz le viene recordando a Cobos que en el Congreso el PRO y la UCR votan casi siempre juntos. Pero una cosa es juntarse para oponerse al kirchnerismo y otra es coincidir para gobernar. Cuando los legisladores opositores fueron mayoría tras la elección de 2009, no pudieron ponerse de acuerdo para sancionar ninguna ley. 

Comentá la nota