Todo queda como estaba, salvo para el kirchnerismo

Todo queda como estaba, salvo para el kirchnerismo

Todo quedó como estaba. Fue el decimoprimer triunfo consecutivo, en los últimos 57 años, de un candidato a gobernador del Movimiento Popular Neuquino (MPN). Fue, además, la tercera reelección seguida que logra un gobernador del MPN. El nuevo y rotundo triunfo de Omar Gutiérrez vuelve a dejar para otra oportunidad la expectativa de una gran sorpresa electoral. No solo para su provincia.

 

También deberán esperar los que alentaban la ilusión de que la primera elección provincial del año alterara el statu quo o empezara a clarificar el insondable horizonte nacional en el camino hacia la elección presidencial de octubre. No hay mucho para extrapolar todavía. Aunque sí deja varias consecuencias para evaluar. En el fondo, tampoco nada cambia demasiado para el gobierno de Mauricio Macri . En términos futbolísticos, puede decirse que sacó un empate que festeja como un triunfo, en un campeonato en el que se juega al mismo tiempo el título y el descenso. Aun cuando haya quedado tercero, largamente rezagado y con muchos menos votos de los pronosticados, el candidato de Cambiemos y actual intendente de la capital neuquina, Horacio "Pechi" Quiroga.

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La Casa Rosada le había escamoteado el apoyo a la campaña de Quiroga con el nada generoso y sí muy pragmático gesto de tratar de evitar que lo dañara un resultado que se preveía adverso, aunque no tanto como terminó siendo, en gran parte por obra y gracia del conocido voto útil. Sin embargo, a nadie escapa (y el Gobierno no podrá ocultarlo) que la baja performance del candidato de Cambiemos es más producto de la crítica realidad económica nacional que fruto de sus cualidades como candidato o de su gestión como gobernante municipal.

Eso sí, nada ayuda ese utilitarismo a la cohesión interna de Cambiemos. Quiroga es un histórico dirigente del radicalismo y son demasiados los radicales de todo el país que tienen reclamos y divergencias con las estrategias y decisiones que emanan de la Casa Rosada. Córdoba está a punto de dejarlo en evidencia con una ruidosa fractura expuesta de consecuencias imprevisibles. Anoche ardían los teléfonos en el oficialismo nacional.

En este contexto, el reelecto gobernador Gutiérrez, que ha mantenido una relación cordial y estrecha con Macri en los últimos tres años y medio de gobierno, era la mejor opción de la real politik macrista. Sin importar, siquiera, que en el último tramo de la campaña el mandatario neuquino se mostrara crítico de muchas políticas del Gobierno y todo lo distante que le fuera posible. Nada de manchas venenosas externas.

Gutiérrez salió a diluir aquella cercanía, graficada en la foto que este verano se sacó con Macri en Villa La Angostura, temeroso, con fundamentos, de que pudiera dañarlo ante el electorado provincial. No solo la realidad nacional sería un lastre, sino también algunas recientes decisiones de la Casa Rosada que afectaron inversiones en el yacimiento de Vaca Muerta, la gran esperanza energética provincial y nacional. Una vez triunfante, volvió a reafirmar su independencia y la de su provincia. Volvió a ponerse por encima de cualquier grieta. Ni macrista ni kirchnerista, neuquino. Ese ha sido el gran negocio del MPN desde 1962.

Golpe al kirchnerismo

En cambio, el segundo lugar que obtuvo el candidato del panperonismo Ramón Rioseco es un golpe a las elevadas ilusiones que en esta elección había puesto el kirchnerismo, cuya jefa hizo campaña explícita por el derrotado. El mismo efecto tiene para los justicialistas que se han vuelto a acercar a Cristina Kirchner con la esperanza de una unidad que los saque del llano y los devuelva al poder nacional. Deberán seguir esperando y dejar atrás esta mala primera experiencia.

Rioseco sacó menos votos que en 2015 (casi 3 puntos por debajo estuvo) y que la suma de lo obtenido en 2017 por las dos listas en las que había dividido las fuerzas que ahora aglutinaron él y su compañero de fórmula Darío Martínez. Hace dos años habían reunido casi 12 puntos más. No pareció ayudarlos precisamente el spot de Cristina pidiendo el apoyo para ambos. Habrá que ver si la expresidenta vuelve a exponer su imagen en apoyo de otros candidatos provinciales después de este sonoro traspié. Otro más en la saga electoral iniciada en 2013.

En cambio, es un alivio para los dirigentes peronistas de Alternativa Federal que rechazan visceralmente una unidad con el kirchnerismo. Juan Manuel Urtubey y Miguel Ángel Pichetto tienen algo para celebrar. Tal vez Sergio Massa deba revisar sus ambigüedades.

Lo ocurrido en Neuquén también parece dejar en el mismo estadío lo que pasa en todo el país con las dos figuras que polarizan la atención nacional. Tanto Macri como Cristina Kirchner generan más rechazos que adhesiones. El neto de ambos da claramente negativo. Ninguno de los dos logra ampliar el espacio de los fieles a los que representan. En la Patagonia norte se verificó lo que las encuestas vienen mostrando en el nivel nacional. A cada uno los rechaza casi la mitad de los electores.

Respiro económico

En otro plano en el que también el Gobierno tiene algo para festejar de estas elecciones es en el económico, aunque sea solo porque lo ocurrido no le aporta una mala noticia adicional que podría haber empeorado la crítica situación actual, sobre todo en el plano financiero.

Casi todos los analistas descontaban que un triunfo de Rioseco, apoyado por el kirchnerismo, hubiera hecho pegar otro salto al riesgo país, puesto en guardia a quienes han invertido o pensaban invertir en Vaca Muerta y espantado a quienes tienen activos en pesos, debilitando o acelerando aún más el deterioro de la moneda nacional. El MPN y Gutiérrez, en particular, coinciden con la Casa Rosada en el trazo grueso de la política energética y en la relación con las empresas privadas.

Muy diferentes habrían sido las reacciones de inversores y empresarios nacionales y, sobre todo, extranjeros, si el ganador hubiera resultado Rioseco. No por el expiquetero devenido prolijo y eficaz gestor municipal y figura amigable para la industria petrolera, en la que tiene intereses directos.

La perspectiva cierta, que el mismo candidato alentó, de que un triunfo suyo sería en realidad una victoria de Cristina y un trampolín para las aspiraciones kirchneristas de recuperar el poder nacional hubieran golpeado severamente a Macri. Habrían acelerado casi seguramente el proceso de deterioro de las variables políticas y económicas que impactan sobre el oficialismo.

La reafirmación del statu quo tiene también consecuencias y lecturas institucionales. En este onceavo triunfo del MPN no pesan solo las supuestas cualidades de su candidato, de las gestiones anteriores de esta fuerza política o los defectos que pudieran achacárseles a los candidatos opositores o a las fuerzas políticas que estos representaban.

En distritos donde la mayor parte del empleo o de los servicios de toda índole dependen del sector público y muchos beneficios tienen el sello del clientelismo, quienes tienen el control del Estado juegan con una ventaja significativa en los procesos electorales, salvo gestiones catastróficas. Es lo que se conoce como la cancha inclinada.

Será también un dato relevante a tener en cuenta en las próximas elecciones nacionales.

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