El hombre que disparó e hirió a dos jóvenes mujeres militantes de Nuevo Encuentro que asistían a la inauguración de un local ubicado en Padilla 829 a las 23:45 del cinco de marzo último se llama Alejandro Fabián Cidero y aportó una pequeña y simbólica suma -$50- para la campaña del Pro en las elecciones pasadas, que aunque mínima, lo mismo descubre el origen de su crispación y además el clima que se vivía por aquellos días con respecto al peronismo, que había generado un Gobierno que recién asumía e intentaba por todos los medios borrar todos los vestigios -positivos o negativos- del Gobierno anterior.

El tirador vivía en la torre desde la cual las víctimas de la agresión habían denunciado como origen de los disparos, que hirieron a la joven de 19 años Daiana Soto -que cargaba a su pequeña hermana de cuatro años y a otra mujer de 30 años. La primera recibió el balazo en el hombro, precisamente en donde se apoyaba su hermana. La otra recibió el tiro en el brazo, con orificio de entrada y de salida.

Durante un tiempo, la fuerza que se hizo cargo de la investigación fue la Policía Metropolitana, que se mostró algo remisa en avanzar con las indagatorias, hasta que la querella y los peritos de parte solicitaron el apartamiento de la policía local y la autorización para que ésta continuara en manos de Gendarmería. Los nuevos investigadores cruzaron inmediatamente los datos de las balas peritadas con los informes del RENAR sobre los poseedores de armas en el edificio de la calle Gurruchaga, lo que permitió conocer la identidad del francotirador.

Al allanarse el domicilio del exaltado tirador, que antes había expresado a voces su oposición a los bullangueros militantes kirchneristas, se encontró un arma de calibre similar a la de los disparos, aunque aún no se conoce si ésa fue la que utilizó en la agresión. Antes, en el lugar de los hechos se habían encontrado vestigios de tres balazos en distintos lugares, que fueron el objeto de la pericia.

De todos modos, los investigadores chocaron de frente con una situación en la que tiene mucho que ver la falta de celeridad de los avezados detectives metropolitanos, que en su tardanza permitieron la huida del acusado, que hace tres meses viajó a Estados Unidos y hasta ahora no tuvo la deferencia de regresar.

La causa está radicada en el Juzgado de Instrucción Nº 2, a cargo del juez Manuel Gorostiaga y de la Fiscalia Nº 44, de Pablo Rechini.