Tinelli alucina a un peronismo sin cancha

Tinelli alucina a un peronismo sin cancha

No vio a ningún Dios allá arriba", sentenció el ex presidente soviético Nikita Kruschev acerca del primer viaje espacial protagonizado por Yuri Gagarin en 1961. Tal apreciación podría replicarla al pie de la letra cualquier allegado a los distintos dirigentes del peronismo racional, massistas en especial, que trajinan a menudo hacia el bunker de Marcelo Tinelli, con la misión de convertirlo en la réplica local de Donald Trump.

 

 

 

La búsqueda de un outsider del sistema político con la varita mágica para quebrar la exasperante polarización entre las fuerzas lideradas por Macri y Cristina que, según encuesta reciente de Grupo de Opinión Pública en área metropolitana, acapara hoy alrededor del 60% del electorado, no resulta nada descabellada. Sin embargo, el Bailando por Tinelli presidente puede ser tan conducente para el peronismo dialoguista como la ocasional búsqueda de Dios en el espacio por parte de Gagarin.

 

 

En realidad, la principal debilidad de esta ensoñación renovadora no reside tanto en el perfil del animador, como en la imposibilidad de importar las pautas de la cultura política americana al suelo argentino. En particular, en nuestro país el éxito empresarial no es una credencial que habilite a cualquier celebrity a pasar por caja en el plano electoral. Quien pretenda saltar a la política desde la valiosa plataforma del reconocimiento mediático y la innegable gravitación de una chequera abultada, tiene que pasar por un proceso de construcción de confianza política sobre el cual puede dar cátedra el actual presidente Macri, en esencia, el verdadero Trump argentino. ¿Qué mayor evidencia de ello que el visible affectio societatis que quedó al descubierto en la primera visita presidencial de Macri a la Casa Blanca o, más aún, con el salvavidas de urgencia que le tiró el impredecible Trump a su ex partenaire de golf, en ocasión de la crisis financiera que forzó el regreso de Argentina al Fondo Monetario?

 

 

No hay ninguna razón de peso que explique tal afinidad entre ambos, salvo la empatía personal. Macri, para Trump, es uno del barrio. Argentina no entra en el GPS de los grandes intereses de política exterior de Estados Unidos que giran alrededor de tres grandes ejes estratégicos, economía, narcotráfico y terrorismo. Tampoco la localía argentina para la próxima cumbre de presidentes del G20 puede explicar semejante grado de identificación mutua. En tal sentido, Macri fue un avance local del fenómeno Trump que accedió al poder en Estados Unidos un año más tarde, aunque salteando el proceso de asimilación política que encaró el ex presidente de Boca Juniors mediante su escala intermedia en la ciudad de Buenos Aires. Sólo ello explica que, de acuerdo a un flamante sondeo de Synopsis, un 57% responde que nunca votaría por Tinelli presidente. Es una clara expresión de desconfianza de sus potenciales votantes que le advierten que su salto de la pista de baile a la arena política, será más complicado de lo previsto. "Mostranos compromiso y resultados en la política, después vemos". 

No obstante, ello no obtura de ningún modo la posibilidad de que emerja otro outsider con chances presidenciales en este turno. No puede ser una opción virginal sin baño previo en la política estilo Trump o Tinelli, aunque puede funcionar la variante de un insider-outsider estilo Macron, es decir, alguien con experiencia de gobierno, confiable, pero con un anclaje político lo suficientemente difuso que le permita presentarse al electorado como una cara diferente, sin pasado y fácilmente relacionable con los nuevos actores sociales en escena. En cuanto a nombres propios, hay varios posibles. No tienen que cumplir a la perfección con tales requerimientos. Ello dependerá además de la capacidad de reciclarse de algunos referentes conocidos. Lavagna, De la Sota, Lousteau, Solá, Perotti. La lista no es exhaustiva, aunque tampoco quedan muchas sillas para nuevos comensales. El voto castigo también jugará su partido, según el encuestador Gustavo Córdoba. Queda un año corto para las elecciones, la coartada del fin del mundial ya expiró y la crisis económica galopante exige definiciones urgentes de las figuras con pretensiones políticas.

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