Un gol en tiempo de descuento

Un gol en tiempo de descuento

Urtubey es de los que sólo obedecen a la ley de la necesidad personal. También desde allí puede evaluarse su rol en la caída de la reforma al impuesto a las ganancias: evitar que Sergio Massa cerrara el año como el hombre que le impuso su voluntad a Macri. (Daniel Avalos)

 

No se trata de algo menor para las aspiraciones nacionales de Urtubey. Y es que el triunfo parlamentario de Massa abortado por el senado habría debilitado al macrismo y robustecido al tigrense que busca acondicionar el terreno para las legislativas nacionales del 2017 que de ganar, lo dejará con inmejorables condiciones para encolumnar al peronismo de cara a las presidenciales de 2019. De allí que podamos dudar de las justificaciones realizadas por Urtubey para oponerse a la reforma apelando a palabras bellas como responsabilidad, diálogo o cooperación desinteresada. No sólo porque esas palabras son parte de un idioma que el gobernador suele desconocer; también por lo estratégico que le resulta al salteño que el macrismo llegue lo menos debilitado posible a tal contienda. Habrá quienes digan que lógicas de ese tipo son impugnables desde la ética ciudadana y tendrán razón, aunque ello no desmienta el hecho de que esas lógicas siguen siendo el camino adecuado por el que transitan los que buscan acercarse y disputar Poder. Es lo que ocurre cuando las aspiraciones populares y los objetivos gubernamentales se encuentran sólo para cachetearse.

Lo dicho nos desliza entonces a una conclusión: Urtubey protagoniza con Massa un partido que va perdiendo, aunque anotó un gol que los reverdece. No habría que subestimar esa anotación en el último minuto de un primer tiempo que acaba de finalizar. No sólo porque la misma lo rescató del ostracismo mediático y político en el que había caído tras el naufragio del voto electrónico nacional al que había impulsado con la fe propia del converso; también, como mencionáramos, porque ayudó a abofetear la pretensión massista de convertir al líder del Frente Renovador en el hombre fuerte de la oposición, condición a la que se arriba cuando el establishment político concluye que el aspirante posee capacidades y fuerzas intransferibles a terceros para dirigir una empresa determinada que en el peronismo no es otra que volver a la gobernación de Buenos Aires y a la propia Casa Rosada. Establishment político que nunca valora al potencial líder en términos ideológicos sino por la eficiencia y habilidad para concentrar Poder. Sergio Massa transita ese camino. Lo hizo aprobando leyes claves del macrismo en la cámara de diputados, pero a un precio alto que redituó beneficios políticos ý prácticos para él, su aparato y sus aliados tanto en la nación como en la provincia de Buenos Aires. Mecánica que con el proyecto de reforma del Impuesto a las ganancias amenazaba con pasar a un estadio superior: la etapa de imponerle directamente su voluntad al propio Macri.

Objetivo que finalmente quedó a medio camino con el aporte del propio Urtubey quien además fue auxiliado por el factor suerte. Variable que tampoco es inocua al interior del peronismo. Y es que aun cuando esa fuerza esté compuesta por seres pragmáticos que evitan comprar ilusiones y descreen de los idealistas, posee hombres y mujeres que al estar amasados con el mismo barro con el que se amasó al resto de los mortales son presas de varias supersticiones. Una de ellas es la de creer que los destinados a protagonizar la política grande deben contar con una cuota de suerte de la que Urtubey suele gozar. Hablamos de esas situaciones que las lógicas de la política harían imposibles, aunque finalmente, la rara alquimia de situaciones fortuitas y conductas desopilantes producen un escenario excepcional que el afortunado aprovecha en beneficio propio. Justamente eso es lo que el macrismo generó al convocar a sesiones extraordinarias para remitir un proyecto que es bandera del sindicalismo y varias fuerzas que entre sorprendidas y desconcertadas, descubrieron que ese oficialismo había remitido el proyecto con la soberbia propia de quienes creyéndose la suma de todas las verdades, pretendían que sus razones se impusieran al conjunto sin siquiera preguntarles qué opinaban al respecto.

Cuando el gobierno descubrió que había caído en la peor de las trampas que suelen ser las que se tiende uno mismo, reaccionó con la furia y la desesperación del despechado. Ello y la visión policial del mundo que posee lo inclinó a ametrallar con injurias a los que consideró impostores, advirtiendo que los costos de su torpeza serian pagadas por los gobernadores a quienes simultáneamente pedía auxilio. He allí la suerte de Urtubey. Estaba condenado a presenciar cómo otros protagonizaban el fin de año cuando la impericia macrista le regaló un escenario que él mismo no hubiera podido generar: aliados políticos y mediáticos poderosos en el momento y el lugar adecuado. No para poner en riesgo la estrategia del propio Sergio Massa; sí para evitar que éste ocupara una trinchera más de cara a la batalla electoral del año próximo. Habrá que admitir, no obstante, que a la suerte, Urtubey la ayudó con esa inclinación a traspasar límites que otros prefieren evitar para ahorrarse tensiones a las que el salteño no esquiva si sus intereses lo requieren.

Y así las cosas, Urtubey cerró un año que en lo que a aspiraciones nacionales se refiere, ha sido bueno. Efectivamente incrementó efectivamente su nivel de conocimiento entre los argentinos y efectivamente sigue transitando los pasillos palaciegos de un establishment nacional que evalúa siempre cual de los transeúntes cuentan con el carácter y la ambición necesaria para imprimirle algunas huellas a la política grande nacional. Condición que en nada desmiente otra realidad: que al día de hoy y en el campo de la llamada oposición, es Sergio Massa quien picó en punta consolidando méritos propios y aprovechando límites ajenos. Lo primero porque nacionalizó su figura; consolido un espacio sólido que le reconoce liderazgo; espacio que a su vez aglutina a factores de poder importantes que incluyen empresarios, sindicalistas y jefes territoriales como los intendentes; sin olvidar la enorme cantidad de cuadros técnicos organizados que se abocan a instalar una agenda de discusión a partir de la identificación de aquellos problemas que le permitan al Frente Renovador ofrecer soluciones acordes a los intereses sectoriales que ese bloque representa, aunque luego aseguren con éxito que los mismos son los de toda la nación.

Fortalezas internas que se combinan, dijimos, con ventajas nacidas por los límites de los otros. Por ejemplo los del macrismo que parece convencido de que el vicio de la torpeza es una virtud si se admiten las mismas, deslizando al gobierno al típico consuelo de los tontos que puede ser bien recibidos por algunas buenas conciencias, pero que siempre son aprovechadas por quienes saben que en política los aciertos se evaporan pronto mientras los errores se aprovechan siempre. O los límites de un kirchnerismo que cuenta con una figura como Cristina Kirchner que le da forma a las pasiones políticas de un sector importante de argentinos, aunque los agrupamientos que la reivindican insistan en adoptar conductas que creíamos exclusivas de la izquierda: la de entregarse a competencias internas que en teoría se definen en favor de los más puros, esos que se sienten obligados a desconfiar y hasta excluir a los contaminados que lejos de ser macristas son aquellos que adhiriendo al todo “K” tienen o tuvieron reparos con algunas de sus partes. Situación que desde diciembre de 2015 no ha producido nada que remotamente se parezca a una victoria, pero que tampoco en nada pareció afectar a esos agrupamientos que siguen sintiéndose orgullosos de nuclear a una minoría selecta y políticamente calificada.

Por lo dicho, podemos despedir el año anunciando cual será la dirección que adoptará Urtubey hasta agosto de 2017: evitar el debilitamiento del propio Macri. Estrategia que necesariamente requerirá del salteño seguir cumpliendo el rol de ministro sin cartera de una Casa Rosada que en contrapartida, lo ayudará a convencer a Gustavo Sáenz sobre lo importante que resulta un triunfo electoral de los candidatos “U” en las legislativas nacionales. No será poca cosa. Es el partido zonal que el gobernador debe ganar para mantener chances en la nación de cara al 2019. Supone también la tranquilidad necesaria para que sus funcionarios puedan abocarse a evitar que todo lo atado con alambre en la provincia cruja peligrosamente, mientras él, Urtubey, se ocupa de evitar disgregaciones internas en el frente electoral al que pedirá que el 30% de los votos que recolectan cuando el gobernador no compite, se estire al menos un poco más.

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