Stiuso y los Kirchner, una relación antigua y ambigua

Por Mariano Obarrio

Hasta su muerte, en octubre de 2010, Néstor Kirchner controló la Secretaría de Inteligencia (SI) a través de su hombre de confianza, el ex subsecretario Francisco "Paco" Larcher

El entonces titular del organismo, Héctor Icazuriaga, siempre fue la "cara democrática", pero nunca el jefe. Kirchner convocaba a Larcher a la Casa Rosada o a Olivos. Y, cuando era necesario, éste llevaba al entonces director de Operaciones de la SI, Antonio "Jaime" Stiuso.

El ex espía, que esta semana declarará ante la fiscal Viviana Fein por la muerte de Alberto Nisman, quedó ahora en la mira política y judicial. Se le atribuye una fuerte influencia sobre el fiscal de la causa AMIA (el Gobierno incluso insinuó que había redactado la denuncia contra la Presidenta) y lo vinculan con su trágico y extraño final.

Según confiaron diversas fuentes a LA NACION, la relación con Stiuso funcionó mientras Kirchner fue presidente y luego cuando custodiaba -y controlaba- el gobierno de Cristina Kirchner. La Presidenta, en cambio, siempre confió más en Icazuriaga y en el director de Reunión Interior, Fernando Pocino, a quien había conocido cuando éste era delegado de la SI ante el Senado y ella era senadora, en los 90. Desde entonces surgieron las primeras disputas en la Secretaría entre Larcher (y Stiuso) y Pocino, hoy convertido en el hombre fuerte de la SI, que dirige Oscar Parrilli.

Un ex funcionario afirmó a LA NACION que Kirchner habló con Stiuso apenas una o dos veces. Se reunía con Larcher y a veces con Icazuriaga. Y Larcher ejecutaba sus órdenes con línea profesional de la SI: Stiuso y sus agentes.

Otras fuentes afirman que Larcher llevó a Stiuso varias veces a ver a Kirchner. El ex espía era quien tenía el contexto, la memoria y la precisión en casos sensibles de terrorismo, narcotráfico o secuestros.

"Stiuso era verticalista y su conducción era Larcher. Y éste era el enlace con Kirchner. Si Larcher lo llevaba a ver a Kirchner era para que Stiuso le diera una visión clara y precisa de los conflictos que Larcher no tenía", dijo a LA NACION un ex jefe del organismo. "Y si Kirchner llamaba alguna vez a Stiuso éste lo reportaba a Larcher", completó.

"Stiuso tenía un tono canchero, era claro y profesional", recordó otro ex funcionario que participó de esas reuniones.

En 2004, Larcher llevó a Stiuso a explicarle a Kirchner los detalles de la investigación del caso AMIA. Cuando Stiuso empezó a hablar, Néstor lo frenó y le dijo: "Hablen todo con Alberto". Y les abrió la puerta de su despacho, que conectaba con el del entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Kirchner se retiró y Stiuso expuso dos horas las cientos de pruebas recolectadas.

Fernández quedó impresionado por la investigación y por la meticulosidad de la explicación y sus detalles técnicos. Stiuso había comenzado la investigación desde el atentado (1994), la siguió durante el gobierno de Carlos Menem y la cerró en el de Eduardo Duhalde (2002). Fernández nunca más vio a Stiuso. Su contacto en la ex SIDE era Larcher.

Desde 2003, cuando asumió, Kirchner promovió la la línea de investigación de la AMIA que iba a ser la única política de coincidencia total con Estados Unidos: el combate al terrorismo. Pretendía obtener así ayuda norteamericana para recomponer la situación financiera del país en default. Para reactivar la causa, Kirchner le ordenó al procurador general de la Nación, Esteban Righi, la creación de la fiscalía especial del caso AMIA y éste designó a Alberto Nisman al frente de ella.

Kirchner dispuso el levantamiento del secreto de los archivos y agentes de la ex SIDE y la puso a disposición de Nisman, que se vinculó con Stiuso. Era el que más sabía del caso. Así, Stiuso, Larcher y Pocino respondían a Néstor y luego a su sucesora, Cristina Kirchner. Larcher se convirtió en el defensor a ultranza de Stiuso.

Durante esos años, Venezuela y Siria ofrecieron en la Cancillería propuestas de acuerdo con Irán. Kirchner le ordenaba al canciller Rafael Bielsa responder siempre lo mismo: Irán debía admitir primero que los acusados por Nisman declararan ante el juez en Buenos Aires y luego negociarían.

Ésa fue la postura ante las Naciones Unidas (ONU) de Néstor y Cristina entre 2004 y 2010. Era el único punto en común de fondo con Washington y con la colectividad judía. Kirchner estaba convencido de que ambos eran claves para garantizar el éxito de la economía del país.

LA RUPTURA

Kirchner murió el 27 de octubre de 2010. A mediados de 2011, Cristina le dio luz verde a su canciller, Héctor Timerman, para negociar un acuerdo con el régimen de Mahmoud Ahmadinejad, pacto que se selló sólo en enero de 2013. Los iraníes acusados por Nisman podrían entonces declarar en Teherán ante una cuestionada Comisión de la Verdad.

Se fracturó así la relación de Stiuso con el Gobierno. El entonces jefe de los espías de la línea profesional no pudo soportar que su investigación, con asistencia de la CIA, del Mossad y de otros servicios extranjeros, quedara en la nada.

Larcher nunca tuvo buena relación con la Presidenta. Quedó aliado a Stiuso y enfrentado con ella. La Presidenta sólo confiaba ahora en Pocino, que fue ganando poder en la SI. Y designó al entonces jefe de Inteligencia del Ejército, general César Milani, jefe del Ejército. Lo ascendió a teniente general y lo dotó de recursos para agigantar el aparato de inteligencia militar en detrimento de la SI, en la que ya no confiaba.

La ex ministra de Defensa Nilda Garré construyó un vínculo indestructible entre dos hombres de su confianza y la de Cristina Kirchner: Milani y Pocino. Stiuso era la línea profesional de la SI; Pocino, la línea más oficialista. La disputa se profundizó en 2013, cuando Cristina se enteró por los diarios de que Sergio Massa sería candidato a diputado y rompería con la Casa Rosada. Larcher le había informado que no se presentaría.

En la Casa Rosada empezaron a sospechar que Larcher, ex mano derecha de Kirchner, había pasado a jugar para la candidatura presidencial de Massa, a quien había conocido cuando éste era jefe de Gabinete (2008-2009). Larcher entonces cayó en desgracia; junto con él también lo hizo Stiuso.

CAUSAS JUDICIALES

El enfrentamiento se hizo insostenible cuando los jueces avanzaron con varias causas judiciales que involucraban al Gobierno. El contexto profundizó las diferencias: Cristina era una presidenta saliente y los jueces se oponían a la controvertida reforma ("democratización") judicial y a los cambios en el Código de Procedimientos Penales, que les daría más poder a los fiscales.

Pero la Presidenta interpretó que los resortes que siempre creyó que Stiuso tenía en la Justicia, con estudios de abogados y jueces afines, ahora se le volvían en contra. Con la investigación del juez federal Claudio Bonadio a Hotesur SA, ella pensó que el blanco era su hijo Máximo. Muchos funcionarios en la Casa Rosada dicen que Cristina evaluó esto y pudo haber tenido información sobre la inminente denuncia de Nisman por encubrimiento.

La Presidenta removió a Icazuriaga, a Larcher, a Stiuso y a todos sus agentes. En la conducción puso justamente a Parrilli. ¿Buscaría evitar esa denuncia? Cuando Nisman comprobó que Stiuso había sido removido, intuyó que él tendría la misma suerte y sería relevado de la causa AMIA. Es una de las razones que, se cree, lo habría llevado a volver de Europa y a presentar la denuncia por encubrimiento contra Cristina y algunos de sus funcionarios y allegados.

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