Stand de San Juan: más de 5 mil personas lo visitaron

Stand de San Juan: más de 5 mil personas lo visitaron
Diariamente una enorme cantidad de adultos y niños hacen cola para ingresar al espacio que San Juan instaló en Tecnópolis, mostrando cómo se desarrolla la minería moderna en la provincia.
Juan José Bustamante lo dice sin vueltas: “La minería tiene mala prensa. Queremos demostrar lo bien que le hace a San Juan y este stand ayuda a cumplir ese objetivo”, asegura el secretario técnico de minería de la provincia. El stand de 1500 metros cuadrados levantado en Tecnópolis, en la bonaerense Villa Martelli, es un ambiciosa apuesta, con tecnológica de punta que poco tiene para envidiarle a Disney. Mediante simuladores, pantallas de 360 grados y proyecciones, busca resaltar el impacto laboral, social y económico de la minería.

La entrada está flanqueada por dos imponentes camiones off road y la escenografía se completa con unas paredes escarpadas, que imitan el dibujo de la terraza de una montaña tras la explotación minera a cielo abierto.

Esa instantánea resulta los suficientemente convocante para que grandes y chicos de todo el país, y también turistas extranjeros, hagan enormes filas ávidos por experimentar el promocionado “viaje al interior de la tierra”.

La bienvenida la ofrece un textual de Domingo Faustino Sarmiento, el sanjuanino más famoso, quien en 1862 ordenó la elaboración del mapa topográfico minero para impulsar la actividad en la provincia. “Hoy las minas son el fuego que conduce a los pueblos al desierto para poblarlo; y como requieren inteligencia, civilizan a la par que pueblan”, reza el cartel.

El primer tramo es un “túnel cronológico” en cuyas paredes se explica el papel que cumplió la minería en la historia de la humanidad. Comienza en el año 41.000 antes de Cristo, tiempo en el que el hombre paleolítico extraía hematites (óxido de hierro) para realizar pinturas rupestres.

El túnel desemboca en una enorme sala con video mapping. Se trata de una técnica de proyección de video desde el techo hacia una superficie irregular, que oficia de pantalla, transformando imágenes de 2D en 3D. Así, los pliegos y los relieves de la geografía confirman a las retinas lo que el audio hace repiquetear en los oídos: el 80 por ciento de San Juan se asienta sobre cerros y montañas y sólo el 2,4 por ciento de su terreno es cultivable.

Los más chicos aprovechan y se toman fotografías con cascos e indumentarias propias de los trabajadores mineros, que gentilmente les proveen los guías; los más grandes escuchan la retahíla de minerales que se pueden extraer mediante la minería subterránea y la explotación que se realiza a cielo abierto.

De esa sala, los visitantes pasan a dos enormes ascensores virtuales, con la promesa de viajar al centro de la cordillera. Simulan bajar a una mina, replicando movimientos, sonidos y cambios de iluminación. En las ventanas, también virtuales, se ve el transcurrir de un día soleado hacia las más lúgubres cavernas donde se aprecian sedimentos y texturas de distintos minerales. El guía, un viejo minero, acompaña el “descenso” explicando que la arcilla y el carbón están más cerca de superficie que el oro y el sulfato de plata. El efecto es muy logrado.

La cuarta etapa, en una sala contigua, nos retrotrae a la minería de principios del siglo pasado. Se reproduce una vagoneta -el viejo carrito con el que se trasladaba el mineral- sobre unos rieles y en una pantalla “aparece” la silueta de un fantasma de 1800, que por momentos se esfuma y por momentos vuelve. Es un minero resaltando el orgullo de clase.

El salto entre ese pasado con el futuro es literal. La quinta etapa del recorrido ofrece un cine a 360 grados, de tres metros de alto y 30 de diámetro. Los visitantes se acomodan en una inmensa plataforma circular donde se ven envueltos por imágenes de objetos de la vida cotidiana, una manera de anclar la minería con la realidad de las grandes urbes. Instrumental quirúrgico, celulares, cubiertos, aparatos de televisión. Todo es fruto de la minería. El audio que acompaña las imágenes promete “un futuro mejor”. La gente aplaude embelesada con la propuesta tecnológica

Hay palabras recurrentes a lo largo de la travesía. “Sustentabilidad”, “impacto controlado” y “conciencia ambiental”, son algunas de ellas. Por si no hubiera quedado claro, en el sexto y último tramo del circuito se vuelve sobre el tema. Media docena de plasmas, dispuestos en media luna, reproducen distintas voces experimentadas en defensa de la actividad: desde el presidente de la cámara minera, hasta el responsable de áreas protegidas, pasando por una licenciada en geología.

En el medio de esa sala, una columna cilíndrica y transparente deja ver muestras de oro, plata, yeso, caliza, travertino, dolomías y cuarzo. Ciro Romero, el guía que despide a los distintos contingentes, se muestra abierto a cualquier tipo de pregunta. Están los curiosos, los aduladores y también los escépticos, los que preguntan por la contaminación.

“Hay muchas dudas por el uso del cianuro. No es la gran mayoría pero de las 3500 personas que pasan por día siempre hay quien pregunta. Nosotros le explicamos que hay un proceso, el de lexiviación, que es un sistema de cianurización cerrado, que evita las pérdidas en el exterior”, dice, ayudado por una placas ilustrativas de la galería de egreso del stand.

“Una almendra tiene cianuro. Todos comemos almendras y nadie se muere. Lo que decimos es que si hubiera una mínima pérdida no pasaría nada. Pero sabemos que tenemos mala prensa y estamos tratando de revertirla”, se despide con un discurso que, al parece, se repetirá hasta el final en Tecnópolis, la mayor muestra de ciencia y tecnología de la Argentina.

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