Sólo falto Ángel Torres

Sólo falto Ángel Torres

La guerra Urtubey – Romero culmina. El primero recibió al segundo en su despacho. Lo hizo a tono con la moda nacional del consenso y la unidad; mientras el segundo se convence de que las causas judiciales reposarán en un cajón. 

 

Al final sólo era una guerra fría, un simulacro de la protagonizada por los yanquis y rusos entre el fin de la segunda guerra mundial y la caída del Muro de Berlín: amenazas constantes de enfrentamiento directo para aniquilar definitivamente al otro aunque en el fondo los contrincantes sabían que eso nunca iba a ocurrir.

El final del conflicto posee un contexto preciso y mayores o menores beneficios prácticos para los ahora excontrincantes. Sobre lo primero suele caerse en un exclusivo lugar común: la nueva coyuntura política nacional en donde un Mauricio Macri alinea al ex y al actual gobernador que hasta hace unos meses aseguraran estar en trincheras opuestas. Lugar común en el que voceros de uno y otro lado insistieron antes y después del encuentro: el nuevo gobierno nacional abrió una etapa de diálogo que llego a las provincias y la relación de Macri con Urtubey y Romero es buena.

Se enfatiza menos el contexto provincial en el que se establece la coexistencia pacífica: ambos protagonizan una etapa de sus vidas políticas en la que por razones diferentes se retiran de la política provincial. Urtubey porque se proyecta a la arena nacional; Romero porque no tiene chances de retornar a la provincia en el rol que lo tuvo durante doce años y al que buscó volver sin éxito durante el 2015. El anfitrión y el invitado de ayer, entonces, saben que en cuatro años no serán ellos quienes decidan el Poder en el ámbito provincial y conviene limar asperezas y dejar las cosas en orden tras 24 años de gobierno.

Sobre los beneficios prácticos para uno y otro, habría que reparar en una cuestión. La foto no inmutó a la mayoría de los hombres y mujeres de la provincia que siendo más sabios de lo que muchos creen, evitan el ridículo de caer en los encendidos comentarios de la carpa política y mediática salteña que burlada una y otra vez, suele reaccionar, sin embargo, como si fuera blanco del desaire por vez primera.

Dicho esto, digamos que Urtubey debe suponer que la foto del encuentro le es beneficiosa por mostrarlo como el político capaz de despojarse de odios y rencores con el “adversario”, en una coyuntura política donde la unidad nacional, la tolerancia y el consenso, anda de boca en boca entre los candidatos presidenciables. Por eso explicó el encuentro en esos términos: “Con todos los legisladores queremos tirar todos para el mismo lado, las cosas en la Argentina no están para perder el tiempo”.

Habrá que ver si la foto tiene algún tipo de impacto en el resto del país aunque a priori, esa foto parece estar condenada a evaporarse rápido en la escena nacional.

Romero, en cambio, se beneficia mucho. No importa que la foto llegue cuando su porción de poder salteño se le escurre entre las manos o cuando ya carece de tropa alguna a quien mandar; sí importa que el encuentro evidencia que la guerra judicial que desde el 2013 había desatado contra él el propio Urtubey empezará a distenderse. Que la realidad se dirige para ese lado, lo muestran las declaraciones de Rodolfo Urtubey quien aseguró en la semana que en al Senado nacional no entró ningún pedido de desafuero contra Romero; enfatizó que la causa contra el exgobernador presenta dificultades judiciales; y que a él le recuerda mucho una contra Carlos Menem donde el juicio prosigue pero no es necesario el desafuero.

Amigos son los amigos

Semejante diferencia de beneficios, difícilmente pueda explicarse por el mal cálculo de un gobernador que hace tiempo demuestra gran habilidad para sacarle a cada maniobra el máximo provecho. Sólo queda concluir que para él ha llegado el momento de culminar con una saga judicial en donde infló globos de mentiras que ahora asegura que se pincharon de verdad.

No se trata de una tesis novedosa. Lo había adelantado el mayor operador de la carrera política de Juan Carlos Romero y a la vez tutor de Juan Manuel Urtubey en los primeros años de su carrera política: Ángel Torres. Fue éste quien el 26 de abril del 2014 declaró a este medio lo siguiente: “El objetivo de Juan Manuel de que la Justicia procese y ejecute a Romero no se cumplió y nadie puede decir, en su sano juicio, que Romero maneja los jueces de la provincia. Y ahora te hago una pregunta. ¿A Juancito no le conviene electoralmente que esa judicialización se prolongue [hasta las elecciones de abril del 2015] en lugar de llegar a un fin para saber si Romero es culpable o inocente? Pensalo”.

Justamente Ángel Torres parece ser el invitado que faltó al encuentro para cerrar una historia que empezó hace más de dos décadas.  Es el eslabón que une las biografías de dos gobernadores que en algún momento estuvo fundida por la admiración sincera o fingida, pero abiertamente pública. Torres, después de todo, era considerado como el malvado Rasputín que susurrándole al oído de Romero las líneas directrices de sus doce años de gestión, uso ese poder personal para fogonear e impulsar a Juan Manuel Urtubey en la interna del peronismo salteño en el periodo de mayor poder romerista: la segunda mitad de la década del 90.

Los memoriosos recuerdan con precisión el punto crucial de esa apuesta: en el momento de mayor confrontación que tenía Torres con el vicegobernador de la provincia Walter Wayar, éste propuso como candidato a diputado nacional a  Enrique Tanoni que era la expresión del romerismo puro; mientras el monje negro impulsó a Juan Manuel Urtubey. El enfrentamiento dividió al gobierno y con el arbitraje de Romero, el actual gobernador comenzó a transitar su carrera política nacional.

No es casual que en ese libro que Urtubey escribió en 1999 con el tituló “Sembrando Progreso”, el actual mandatario usara el prólogo del mismo para agradecer “al equipo de colaboradores que acompaña en su gestión al Gobernador de la Provincia, principalmente a su Secretario Personal, Sr. Ángel Torres, quien muchas veces supo acercarme la médula del pensamiento de Juan Carlos Romero, en el marco de su constante y estratégica tarea, fruto de una visión que impulsa la formación de nuevos cuadros dirigenciales del justicialismo”.

Libro, recordemos, que en el mismo prologo aclaraba que era “un merecido tributo a un proyecto político que tiene entre sus beneficiarios a generaciones de comprovincianos, en especial a las futuras, quienes serán las receptoras directas de sus frutos”. Semejante evocación, explica que al final de la publicación que apareció en marzo de 1999, el mismo Urtubey escribiera sobre su anfitrión de ayer lo siguiente: “Juan Carlos Romero se ha transformado así, por capacidad propia y de las circunstancias históricas, en restaurador del destino provincial”.

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