Sobrevivir en Siria: una mujer no pudo salir de su casa por 700 días

Sobrevivir en Siria: una mujer no pudo salir de su casa por 700 días

Perdió 24 kilos durante el cerco del ejército a los rebeldes en la Ciudad Vieja de Homs

Durante un sitio que duró 700 días, su vida se vio reducida al living y a la cocina de su casa. Sobrevivió comiendo plantas y leyendo libros. Tenía miedo de mirarse en el espejo y quebrarse el verse tan deteriorada.

Zeinat Akhras, farmacéutica de 65 años, todavía sufre los efectos de sus casi dos años atrapada en su casa, rodeada de rebeldes , durante el sitio del gobierno a los antiguos cuarteles de Homs, en el centro de Siria. Todavía pesa unos escasos 38 kilos, a pesar de haber recuperado cuatro desde que terminó el bloqueo de la ciudad, a principios de mayo.

"Cada día nos repetíamos que todo terminaría el día siguiente -dijo Zeinat-. Si hubiésemos contado los días, nos habríamos entregado."

La Ciudad Vieja de Homs, conformada por una serie de atiborrados barrios, estuvo bajo sitio y fuego de artillería para lograr la rendición por hambre de los insurgentes. Homs había sido una de las primeras ciudades en sublevarse contra Bashar al-Assad, en marzo de 2011, y desde entonces se convirtió en un campo de batalla.

El ejército cerró el cerco sobre los barrios controlados por los insurgentes a principios de 2012. Para entonces, la mayoría de las decenas de miles de vecinos de esas zonas ya habían huido. El sitio se prolongó y los rebeldes empezaron a desertar por hambre, hasta que su moral claudicó a fines de 2013. Finalmente, en mayo pasado, se acordó una tregua para evacuar a la última veintena de combatientes y el gobierno recuperó el control de la ciudad.

Zeinat y sus dos hermanos son de los pocos civiles que permanecieron en el lugar hasta el final del bloqueo, en su casa familiar del barrio de Al-Maljaa. Se quedaron porque temían que los rebeldes ocuparan la vivienda -ése fue el destino de otros hogares abandonados por sus dueños- o que saquearan la farmacia y el local de ropa de la familia.

Al principio, el bloqueo era tolerable porque la familia había acopiado provisiones. Estaban bien abastecidos de arroz, porotos, trigo burgol y combustible. A medida que el bloqueo se acentuó, Zeinat dejó de salir de su casa. Según recuerda, no salió más de 6 veces en 700 días. "Volví angustiada de ver tanta destrucción. Esta zona antes estaba llena de vida."

Esa nueva vida también impuso su propia rutina. Sus hermanos Anas y Ayman salían a controlar sus comercios. Ella cocinaba, mantenía limpia la casa. Se levantaba al alba y se acostaba al anochecer, ya que no había electricidad. Durante esos dos años, su casa recibió al menos 12 impactos de artillería, causando destrozos en la planta superior.

"Era irritante escuchar las explosiones noche y día. Hasta que uno se termina acostumbrando."

Más tarde, en 2013, su farmacia y su local fueron saqueados, así que también trasladaron a la casa las cajas con remedios y vestimenta.

El sitio se prolongaba y los rebeldes tocaban a la puerta para exigir comida y combustible. Zeinat recuerda que un joven rebelde se abalanzó sobre un frasco de mermelada "al que apenas le quedaba una cucharada". Ya hacia el fin, los combatientes ni se molestaban en ir armados: simplemente golpeaban la puerta y pedían. A mediados de 2013, rebeldes armados rodearon la vivienda y entraron, llevándose casi toda la provisión de combustible y alimentos. Les dejaron sólo trigo burgol, que se les acabó en enero.

De todos modos, Zeinat dice que los rebeldes sunnitas no los hostigaron por ser cristianos: al parecer, era la única casa donde había comida.

En diciembre llegó la tragedia. Uno de sus hermanos, Anas, que sufría cáncer, pudo salir gracias a la evacuación de cientos de civiles organizada por las Naciones Unidas. Murió 19 días después.

Ya sin combustible, el hermano sobreviviente, Ayman, tuvo que salir a juntar leña. Como sus provisiones se reducían a té, aceite y especias, Ayman también recolectaba verdura silvestre, plantas que pasan tan desapercibidas en el entorno urbano que Zeinat simplemente describe como "yuyos".

Perdió el apetito. Pasó de pesar 58 kilos, a comienzos del bloqueo, a pesar 34, como encogiéndose a medida que se reducía su espacio.

Los peores días fueron tras la muerte de Anas y cuando Ayman debió irse a otro edificio de la familia para evitar los saqueos. Se quedó sola y los rebeldes volvieron a requisar su casa.

Al principio, Zeinat no sabía que el 9 de mayo se había levantado el sitio y que las tropas del gobierno habían ingresado a la Ciudad Vieja. En una inusual escapada al pozo de agua cercano, un hombre le dijo que el ejército había llegado.

Sorprendida, Zeinat buscó a un soldado y le pidió pan. El soldado le acercó dos docenas de hogazas de pan de pita.

"Me comí una hogaza entera yo sola ahí mismo -dice con un brillo en los ojos-. Parecía un manjar."

 

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