El síndrome Contardi, en el caos político neuquino

El síndrome Contardi, en el caos político neuquino

Gastón Contardi presentó su partido, recién oficializado. Competirá, por Confluencia por Neuquén, en las elecciones para intendente capitalino. Surgido desde la intimidad con Horacio Quiroga, este radical busca su propio camino.

 

Se ha apartado a la vez del quiroguismo pertinaz, cada vez más PRO, y de la UCR, que lleva como candidato a Alejandro Vidal, con ánimo testimonial o no, se verá en poco tiempo. Contardi construye ladrillo por ladrillo. Levanta el muro como aquella canción, y se permite ser audaz. Terciar en una elección que tiene mucho de renovación generacional.

Candidatos que aparecen firmes y decididos, como Pablo Bongiovani en el MPN, como Mercedes Lamarca en Libres del Sur, testimonian esta necesidad relativamente juvenil de irrumpir por sí en las grandes ligas del establishment político capitalino. Contardi participa de esa onda, aunque con una historia diferente. Tuvo que romper para emerger, porque le taparon el sendero que parecía natural. Ahora, pega una vuelta para llegar al mismo objetivo: ganar, o por lo menos, dejar construido un espacio propio y ver más adelante.

Su postura es desafiante hacia el elenco estable de la política, y a la vez conciliadora hacia la sociedad. Se le han arrimado viejos radicales, a la par de juveniles promesas. No cierra puertas: por el contrario, las abre. No tiene pudor, tampoco: dice que Quiroga hizo dos buenas administraciones. No esta: las dos anteriores.

Busca el eje por el lado de los servicios públicos, un nicho de insatisfacción permanente. Pega allí sin ingenuidad, porque sabe que tanto el oficialismo municipal como el provincial tienen un déficit importante en el tema. Por distintas razones, pero déficit al fin. Promete, en este rubro, ni más ni menos que sentido común: completar lo que falta. Terminar con peleas de politiquería entre el nivel municipal y el provincial del Estado. Cambiar, un poco, el orden de las prioridades.

Hace apenas unos años, Contardi era la joyita del quiroguismo, la promesa. Aquello no terminó bien. Pero ha devenido en este presente, no menos respetable. Con mucha o poca suerte, hará la prueba. Se lanzará a la pileta, la única que sirve, la que se abastece de la canilla de las urnas. Es una singularidad más de la política neuquina. Aparece otro candidato y otro partido. Desde el centro a lo marginal, y desde lo marginal hacia el centro, todo una dialéctica del proceso intrincado, difícil, que es necesario atravesar para hacer política en este país casi siempre complicado.

En los próximos comicios, Contardi probará hasta qué punto sus ideas, sus diagnósticos y sus acciones, se corresponden con la realidad. Medirá hasta dónde lo personal se proyecta en lo colectivo, y viceversa.

Es un síntoma de salud para la sociedad neuquina que surjan nuevos jugadores, nuevas experiencias, renovadas apuestas. Por eso este espacio, quien bien saben nuestros lectores, refuerza la independencia del periodismo que pretendemos hacer. Sin alabanzas exóticas, ni vanidosos castigos. Apenas con la intención de aportar un poco a la credibilidad en la política y sus erráticos rumbos.

Es decir, a la democracia que todavía nos debemos, desde Quiroga hasta Contardi, todos quienes se aman y se odian, se pelean y debaten, se arrastran y vuelan por igual, en medio de este caos que busca organización, efectividad, razón de ser (RB).

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