La ex SIDE: temible disputa entre los dueños del miedo

Por Carlos Pagni

El viernes pasado Cristina Kirchner dio un paso muy audaz. Con el desplazamiento de Antonio "Jaime" Stiusso de la Dirección de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia (SI, ex SIDE) retomó el control del espionaje. 

Para ejecutar esa decisión debió echar a Héctor Icazuriaga y a Francisco Larcher. Son los dos kirchneristas que deberían haber conducido ese organismo durante la década ganada. Pero ambos se negaron a pedir a Stiusso la renuncia. Prefirieron dejar sus sillones a Oscar Parrilli y a Juan Martín Mena.

Este giro inspira el interrogante de casi todas las reformas oficiales: cuál es su objetivo verdadero. Habrá que esperar algunas semanas para saber si, al avanzar sobre la burocracia de la SI, la Presidenta pretende remover algunos vicios muy arraigados de la democracia argentina o si, en cambio, sólo aspira a protegerse para que sus propios vicios no sean sancionados. Porque, en realidad, la señora de Kirchner acaba de intervenir el que ha sido durante años el verdadero Ministerio de Justicia.

Ya en tiempos de Carlos Menem los juzgados federales funcionaban bajo la influencia de la antigua SIDE. Pero Néstor Kirchner convirtió los servicios de inteligencia en un dispositivo principal de un sistema policíaco que se extendió a los tribunales. En este campo, como en tantos otros, el santacruceño fue innovador: el control sobre los magistrados no se dirigió tanto a proteger a los amigos como a perseguir a los adversarios. Podría atestiguarloFrancisco de Narváez, que en la campaña del año 2009 soportó que Kirchner leyera sus correos electrónicos durante una conferencia de prensa, con la intención de complicarlo en una causa por narcotráfico que tramitaba el destituido juez Fagionatto Márquez.

Esos correos habían sido publicados por el diario Página 12. Larcher solía contar a sus amigos que su jefe acostumbraba dormitar, durante la siesta, escuchando los partes de conversaciones telefónicas intervenidas, que él mismo le leía. "La más maravillosa música?", diría el General.

Cristina Kirchner, que varias veces se ufanó de los resultados de ese método, terminó en una encerrona: el rottweiler al que tantas veces hizo oler el suéter de un rival comenzó a morderla a ella. El primero en denunciarlo fue el senador bonaerense Mario Ishii, que la visita con frecuencia. En junio pasado, tratando de desmentir una imputación por narcotráfico publicada por el diario Tiempo Argentino en la que aparece involucrado uno de sus allegados, Ishii declaró: "Los dueños de Tiempo no son Sergio Szpolski y Matías Garfunkel. Son Stiusso y Javier Fernández". Dijo que "los jueces federales no responden al Gobierno, sino a la SIDE", y que él se lo había planteado a Icazuriaga y a Larcher, pero que ellos "están pintados y dicen que no pueden hacer nada".

Ishii repetía una información habitual en Tribunales: que Stiusso ejercía allí un poder determinante a través de Fernández, un miembro de la Auditoría General de la Nación con vínculos judiciales que se remontan a los tiempos de Menem, y del estudio de Darío Richarte y Diego Pirota, ex funcionarios de la SIDE.

Los medios de Szpolski, de los que Richarte es abogado, serían una de las plataformas periodísticas del grupo, a través de las informaciones elaboradas por el director general de Análisis de la SI, Alberto Mazzino, el otro desplazado junto con Stiusso. Página 12 también es un canal habitual del espionaje, aunque en este caso el enlace es Fernando Pocino. Este agente adquirió notoriedad, entre otros motivos, cuando Sergio Schoklender dijo haber recibido su visita para negociar, a pedido de Aníbal Fernández, la investigación del caso Sueños Compartidos.

Cristina Kirchner no ignoraba este entramado, que fue descripto varias veces, muchas de ellas en este diario. Además de conocerlo, lo utilizaba. Es verdad que el espionaje del Estado fue puesto a disposición de intereses privados en demasiadas ocasiones. Por ejemplo,los vínculos de Larcher con los Eskenazi son públicos, dieron lugar a maniobras pestilentes y también a algunos viajes fuera del país. Sin embargo, si Stiusso conserva al retirarse de la SI algún poder, es el de recordar aquello que sus jefes le pedían.

 

Cristina Kirchner terminó en una encerrona: el rottweiler al que tantas veces hizo oler el suéter de un rival comenzó a morderla a ella

 

Esas prestaciones se realizaron, sobre todo, en el frente judicial. El estudio Richarte, sin ir más lejos, se ha encargado de la defensa de kirchneristas complicados en el fuero federal. Desde Claudio Uberti, el anfitrión de Guido Antonini Wilson y su célebre valija, hasta Amado Boudou. El vicepresidente hizo favores tal vez involuntarios a sus patrocinantes. Su ataque a Esteban Righi, por ejemplo, debía culminar con la designación del fiscal del caso AMIA, Alberto Nisman, como procurador. Pero la Presidenta, por consejo de Zannini, designó a Alejandra Gils Carbó . Este entredicho explica buena parte de la actual guerra entre fiscales. Y el enfrentamiento de Zannini con Stiusso.

Las desventuras de Boudou le fueron corroborando a la Presidenta que los mecanismos habituales se estaban atascando. El vicepresidente comenzó a tener dificultades en tribunales donde, poco tiempo atrás, parecía estar todo asegurado. ¿Cambiará ahora de abogados?

Los problemas se inauguraron cuando Cristina Kirchner pactó con Mahmoud Ahmadinejadla revisión de la investigación sobre la AMIA. Ese expediente es la caja negra de la SI y, además, su vínculo más fuerte con la inteligencia norteamericana, israelí y alemana. Tal vez por eso Larcher fue reemplazado por Mena, a quien la Presidenta encargó el estudio de ese caso. No debería sorprender que el alejamiento de Stiusso se proyecte sobre esa vapuleada causa judicial, que está bajo la responsabilidad del fiscal Nisman.

Sin embargo, la rebelión de los espías no se desencadenó hasta que el Gobierno se propuso la "democratización" de la Justicia. Cristina Kirchner no calculó que su avance sobre los tribunales y, sobre todo, el desembarco de La Cámpora en el Consejo de la Magistratura amenazaban el "poder judicial" de la SI. Desde entonces, Stiusso se acostumbró a repetir: "Mejor que esta señora se compre un departamento frente a Comodoro Py". ¿Habrá transmitido Larcher a su jefa esa recomendación inmobiliaria?

Las tensiones con la SI se agudizaron cuando la Presidenta encomendó al general César Milani tareas de espionaje doméstico. Milani es un experto en informaciones y maneja un gigantesco presupuesto que destina, en parte, a comprar tecnología. Pero el Ejército está incapacitado para ofrecer las prestaciones que la señora de Kirchner espera de la SI. Sobre todo la subordinación de la Justicia. Milani no controla ni la causa que le iniciaron por enriquecimiento ilícito. Por lo tanto, el costo que paga el Gobierno por el fortalecimiento de un general acusado por un delito de lesa humanidad es, además de pesado, estéril.

 

Las tensiones con la SI se agudizaron cuando la Presidenta encomendó al general César Milani tareas de espionaje doméstico

 

El kirchnerismo es un proyecto familiar. Esperó a que el juez Claudio Bonadioallanara Hotesur, la empresa de la Presidenta, para disciplinar a la SI. Esa causa se acelera: en marzo, Bonadio podría citar a declarar a Máximo Kirchner . Fue esa reducción del cerco judicial la que desató la ruptura entre la Casa Rosada y los espías. Con una paradoja: Bonadio era uno de los pocos jueces federales que no se amilanaban frente a Stiusso.

El distanciamiento se hizo evidente cuando la señora de Kirchner se quejó de que algunos datos sobre la amenaza que le habría hecho Estado Islámico (EI) eran transmitidos a Clarín antes que a ella. La protesta cobija dos sospechas: que la SI la engañaba con informaciones falsas y que entre ese organismo y el diario había un vínculo subterráneo. Cerca de la Presidenta se preguntan si muchos movimientos económicos de los Kirchner no salen a la luz por filtraciones del servicio de inteligencia manejado por Stiusso.

Es posible que este espía haya advertido muy temprano que Cristina Kirchner iba a desplazarlo. No sólo por el reproche sobre EI. Como consecuencia de la reconciliación con el papa Francisco ganó gravitación en la intimidad del poder Eduardo Valdés. El nuevo embajador ante la Santa Sede es uno de los mejores amigos de Gustavo Beliz, quien hace diez años presentó en TV a Stiusso como una especie de nuevo López Rega.

¿Tuvo que ver con esta novedad la instrucción que circuló por los medios de Szpolski, que Jorge Lanata leyó en Radio Mitre, de no entrevistar a Valdés o hablar de él sin pedir permiso? No es el único motivo que podría tener Stiusso para inquietarse con la Iglesia: la organización La Alameda, que conduce Gustavo Vera, otro amigo del Papa, lo denunció junto a Miguel Bonasso y Pino Solanas por su presunta conexión con redes de prostíbulos. ¿Está conectada esta rivalidad con los repentinos ataques a Jorge Bergoglio y a la UCA, que aparecieron en esos mismos medios y en portales afines?

 

No es usual que el jefe de operaciones de una agencia de inteligencia conceda una entrevista, como la que publicó la revista Noticias, para pasar mensajes cifrados a sus superiores

 

Serían reacciones infantiles, que se vuelven verosímiles cuando se las compara con el extraño método de Stiusso para resolver el desafío. No es usual que el jefe de operaciones de una agencia de inteligencia conceda una entrevista, como la que publicó la revista Noticias, para pasar mensajes cifrados a sus superiores.

Hubo otros comportamientos atípicos. Por ejemplo, una reunión de Stiusso con Daniel Scioli, gestionada por Larcher, para intentar una reconciliación. La relación entre los espías y Scioli estaba rota por el misterioso asesinato de un agente del área de narcotráfico de la SI, Pedro Viale, "el Lauchón", por parte del grupo Halcón de la policía bonaerense. Al parecer, Scioli y Stiusso no pudieron recomponerla. En la gobernación atribuyen a ese fracaso la aparición de un video con la llegada de Scioli a Miami en un costoso vuelo privado.

En medio de la crisis, Larcher y Stiusso apelaron a otros vínculos políticos. Se reunieron con la diputada Silvia Majdalani, que ocupa la butaca del macrismo en la Comisión Bicameral de Fiscalización de Organismos y Actividades de Inteligencia por un acuerdo entre Mauricio Macri y Larcher. Larcher es íntimo amigo de Majdalani y en 2009 le prometió a Macri que, si la designaba a ella en esa comisión, iba a aliviar su situación en la causa por espionaje clandestino del agente Ciro James. "Tenés que darme un tiempo porque ahora Kirchner está muy enojado con vos", habría dicho Larcher.

 

La Presidenta empezó a imaginar los cambios de estos días en septiembre, durante la visita al Vaticano que organizó Valdés. En ese viaje se hizo acompañar por quienes ahora integran su esquema de poder: Zannini, Parrilli, Aníbal Fernández y Julián Domínguez

 

La Presidenta empezó a imaginar los cambios de estos días en septiembre, durante la visita al Vaticano que organizó Valdés. En ese viaje se hizo acompañar por quienes ahora integran su esquema de poder: Zannini, Parrilli, Aníbal Fernández y Julián Domínguez. Hasta existe una versión de que entonces se activó una pesquisa sobre Stiusso a cargo de un departamento de la Policía Federal. Sin embargo, es posible que el propio Stiusso haya precipitado su despido cuando buscó oxígeno haciendo declaraciones en Noticias. Da la impresión de que la señora de Kirchner aceleró la decisión, tomándole juramento a Parrilli antes que a los otros funcionarios. Increíble error de cálculo, tratándose de un ingeniero.

A través de la crisis de la SI se manifiestan algunos rasgos llamativos del deterioro que afecta a la política. En la última semana se publicó infinidad de veces la hipótesis según la cual Cristina Kirchner se habría enojado con Larcher porque no le avisó que Sergio Massala enfrentaría en las elecciones bonaerenses.

Es cierto que Massa y Larcher son amigos. Pero la Presidenta se enteró del lanzamiento de Massa por Julián Domínguez. Historia antigua. Lo llamativo es que nadie del oficialismo la desagravie aclarando que ella no necesita del espionaje partidario para manejarse en la interna del PJ.

También es sorprendente que Massa no desmienta que su frente, denominado "renovador", incluye una parte del aparato estatal de inteligencia. Como si las elecciones del año próximo fueran el escenario de un desdoblamiento peronista sobre el que se montan dos fracciones de la SI.

 

Debería ser escandaloso que, desde hace años, se publique que la SI controla la justicia federal y persigue a políticos opositores y periodistas críticos. Se ha vuelto corriente que el Ejército haga inteligencia interna

 

Además, es curiosa la naturalidad con que los espías aparecen en la prensa con nombre y apellido. Hasta conceden entrevistas. Debería ser escandaloso que, desde hace años, se publique que la SI controla la justicia federal y persigue a políticos opositores y periodistas críticos. Se ha vuelto corriente que el Ejército haga inteligencia interna. La dirigencia oficial y opositora explica, sin alarmarse, que con la salida de Stiusso se inaugurará un torneo de carpetazos entre el Gobierno y los espías retirados. Una pelea entre los dueños del miedo.

En los tribunales de Comodoro Py hay funcionarios inquietos por saber quién se quedó con los videos con los que, al parecer, se amenaza a los magistrados. ¿Se los llevó Stiusso o le quedaron a Parrilli? Una pesquisa innecesaria porque para intimidar a la mayoría de los jueces federales alcanza con Google Earth, que permite observar las casas donde viven o los lugares donde veranean.

Ante este panorama, la bicameral de control de las actividades de inteligencia no ha hecho en estos años un solo pedido de informes. Un contraste muy fuerte con la comisión equivalente del Senado de Estados Unidos, cuyos integrantes demócratas, encabezados por Dianne Feinstein, acaban de conmover al mundo abriendo una discusión sobre las torturas cometidas por la CIA.

La comisión argentina está integrada por los diputados María Teresa García, Eric Calcagno, Juliana Di Tullio y Gladys Soto, del Frente para la Victoria; Miguel Bazze y Gustavo Valdés, de la UCR; y Majdalani, de Pro. Y por los senadores Marcelo Fuentes, Pedro Guastavino, Juan Irrazábal y Miguel Pichetto, del Frente para la Victoria; Juan Carlos Marino y Oscar Castillo, de la UCR; y Roberto Basualdo, del PJ disidente. Un club de anestesiados.

Detrás del silencio de estos legisladores palpita el problema que Norberto Bobbio señaló enLas ideologías y el poder en crisis. En la administración pública existen sistemas autoritarios que preceden al surgimiento de la democracia representativa y todavía se muestran reacios a ella. "Incluso la mejor de las constituciones -dice Bobbio- enseña la fachada del enorme y complejo edificio del Estado. Pero revela poco o nada de lo que se encuentra detrás o dentro de él, por no hablar de los sótanos."

Es comprensible que esta opacidad se haya vuelto más aguda bajo el liderazgo kirchnerista. La señora de Kirchner y su esposo pertenecen a esa clase de políticos que entienden su tarea como una lucha incesante contra un enemigo que está oculto. Es natural, entonces, que hayan dado al espionaje un lugar central en su arquitectura de poder. De ese modo infligieron el peor agravio que la democracia haya soportado desde su restauración, en 1983. La reposición del miedo como regulador de la vida pública. Ahora esa emoción perturbadora ha alcanzado a la propia Presidenta.

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