La separación de los residuos sólidos urbanos

La separación de los residuos sólidos urbanos

Cualquier político, deportista, artista o ciudadano tucumano desearía gozar de la popularidad de ella porque tiene miles de adeptos en todas las clases sociales. 

Sin embargo, no produce orgullo, aunque ello no parece importarle demasiado a la sociedad, que solo está dispuesta a rasgarse cuando alguien de afuera nos critica por sucios. La basura es uno de los grandes temas provinciales que no ha encontrado soluciones aún de fondo. La separación de los residuos sólidos urbanos (RSU) es un antiguo deseo que no logra imponerse como hábito.

En estos días, la Dirección de Higiene Urbana de la Municipalidad capitalina colocó dos “islas ecológicas” en las esquinas de Muñecas y Mendoza, y de 24 de Septiembre y Laprida. Se trata de tres contenedores, uno para depositar vidrios, otro para plásticos y el tercero, para papel. El objetivo es concientizar sobre la importancia de separar los residuos sólidos en el hogar. Se busca llevar a la realidad el trabajo teórico, organizativo y de gestión que desde hace tiempo lleva adelante el Consorcio Público Metropolitano con la colaboración de los municipios que lo integran: Alderetes, Banda del Río Salí, Las Talitas, San Miguel de Tucumán, Tafí Viejo y Yerba Buena. Según se informó, con esta experiencia se propone separar y clasificar los “materiales secos”, es decir, recipientes y botellas de vidrio, papeles y cartones, y todo tipo de plásticos. 

Hubo anteriormente varias iniciativas sobre el asunto. En LA GACETA del 18 de febrero de 2008, informábamos que los vecinos de los 126 edificios ubicados en el cuadrante delimitado por avenida Roca, Ayacucho, Las Piedras y avenida Sáenz Peña, debían depositar sus residuos en contenedores, dando así inicio a la segunda etapa del Programa Especial de Higiene Ciudadana. En mayo de ese año, se anunciaba que el Programa se iba a extender hacia fin de año a toda la zona céntrica y que también tenía el objetivo la erradicación de los carros y de los cartoneros que desparramaban los desperdicios para clasificarlos y llevarse lo que les servía. En 2009, se inició la primera etapa del Proyecto Urbal III, promovido por la Unión Europea, que impulsaba que los vecinos separaran y llevaran a las escuelas los residuos de plástico. Estos serían vendidos para su reciclado y el dinero volvería a los establecimientos para la compra de útiles e insumos escolares. Sin embargo, tras el impulso inicial, todo quedó en la nada. 

Una ecologista de Greenpeace afirmó en 2013 que si el Gobierno no tenía un sistema de recolección diferenciado no iba a erradicar los basurales clandestinos y que los residuos debían tratarse para ver que se podía recuperar. Señaló la importancia de políticas públicas sostenidas en el tiempo que permitan un cambio de hábito en la gente. 

Sin educación será muy difícil crear el hábito en el ciudadano. En alguna ocasión, sugerimos que podrían crearse patrullas ecológicas, integradas por beneficiarios de planes sociales, que constantemente recorrieran la ciudad. Se podría designar un jefe de manzana rotativo que aconsejara a los vecinos. Promover campañas de alumnos que recorran el lugar donde está su escuela y levanten la basura, como parte de una experiencia educativa de concientización. Una vez al mes, la clase dirigente podría dar el ejemplo limpiando las plazas o los parques. La higiene urbana comienza siempre con el ciudadano. Si lo educamos daremos paso importante en la calidad de vida de la sociedad.

 

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