Un sector del macrismo ya piensa en la resistencia en caso de una derrota

Un sector del macrismo ya piensa en la resistencia en caso de una derrota

Se prepara eventualmente para ejercer la oposición en el Congreso, la Legislatura bonaerense y la Magistratura

 

Un importante funcionario nacional miraba el reloj insistentemente. Era lunes, horas después de la aplastante derrota en las PASO, y las agujas en su muñeca derecha marcaban las 8.25. El chofer, que durante casi cuatro años había llegado puntualmente a las 8, estaba demorado. Cinco minutos después hizo su entrada triunfal. Nada dijo este empleado de planta permanente al funcionario. No hacía falta: el mensaje llegó fuerte y claro. Los dos sabían que todo había cambiado.

Ante las dificultades para ganar las elecciones en la Nación y la provincia de Buenos Aires, en el oficialismo comenzó el proceso que dará a luz a una nueva etapa: el posmacrismo. Lo que está en marcha es un plan de supervivencia, para después dar paso a la reconstrucción de un espacio opositor, bajo nuevos liderazgos.

En ese escenario, que ya se debate y trabaja bajo radar para no generar incomodidad en la cúpula del Poder Ejecutivo, es fundamental que el presidente Mauricio Macri haga "la mejor elección posible"; que la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, alcance el número que le permitió ganar la provincia hace casi cuatro años; pero principalmente que Horacio Rodríguez Larreta mantenga el poder en la comarca macrista, la ciudad de Buenos Aires, también bajo amenaza.

Si el kirchnerismo le arrebata al macrismo el territorio porteño no habrá margen para armar una oposición fuerte durante los próximos cuatro años, coincidieron fuentes de la Nación, la provincia y la ciudad. "Alberto [Fernández] quiere la ciudad porque así se queda sin oposición", analizó una altísima fuente de la administración porteña.

Un buen resultado electoral el 27 de octubre posicionará al jefe comunal como el sucesor natural de Macri. Pero a diferencia de lo que sucedió hasta ahora en Pro, que desde hace 16 años se manejó bajo la conducción de la misma persona, lo que se prepara para tomar el control es una construcción colectiva que incluye a María Eugenia Vidal y al primer candidato a senador porteño, Martín Lousteau.

También emergen en ese nuevo espacio dirigentes peronistas con peso propio en Pro, como Cristian Ritondo y Diego Santilli, y otros personajes como el neurólogo Facundo Manes. Eso sí, aquí no hay, al menos en esta etapa, lugar para el jefe de Gabinete, Marcos Peña, ni el resto de los ministros nacionales.

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Las tres trincheras

 

Si Pro resiste el embate y retiene la ciudad, tendrá otros tres lugares fundamentales para condicionar y negociar. En primer lugar, el Congreso. De los 107 legisladores que hoy integran el bloque de Cambiemos en Diputados, 47 terminan su mandato este año. Aun repitiendo la magra elección del último domingo, el total podría subir a 111. En el Senado llegarían a 28 bancas, siempre que la alianza con el radicalismo y la Coalición Cívica se mantenga, algo que también se presenta como un interrogante.

En la Legislatura bonaerense sucede algo similar. En caso de repetir la elección, Vidal mantendría casi la misma cantidad de legisladores. Solo perdería algunos diputados provinciales. Pero, a diferencia de lo que sucedió en el armado de las listas hace cuatro años, los que ingresan son todos vidalistas.

"Vamos a dejar todo para darlo vuelta, pero cuando viene la ola te lleva puesto", señaló una de las espadas de Vidal, que se ilusiona con mantener el poder en algunas intendencias en las que perdieron por poco margen, como Lanús, Morón y Tres de Febrero.

Otro tema fundamental involucra a la Justicia. Es que las mayorías en el Congreso se ven reflejadas en el Consejo de la Magistratura. Y, a su vez, este organismo necesita de una mayoría agravada para remover jueces o fiscales. "Con 28 senadores, por ejemplo, podés bloquear juicios políticos y, sobre todo, las designaciones del procurador y los miembros de la Corte", describieron fuentes oficiales. En ambos casos se necesitan dos tercios.

Rodríguez Larreta y Santilli trajinan despachos de la Casa Rosada y de la provincia buscando una reacción. "Todavía no estamos en el plan reconstrucción, vamos a jugar a fondo", afirman desde la Ciudad. Por todos los medios intentan evitar que el clima de derrota se propague, algo que hasta ahora lograron con suerte dispar.

Sin margen de maniobra y presionado por Vidal y Rodríguez Larreta, Macri dejó de lado la ortodoxia económica que guio gran parte de su gestión y dispuso de una batería de medidas orientadas a las clases media y media-baja, base de sustentación en 2015 y 2017.

El objetivo de máxima es forzar un ballottage, aunque, según reconocieron en la Casa Rosada, las chances son bajas. En segundo término, refugiarse en cuarteles de invierno, pero con poder de fuego para forzar al kirchnerismo a sentarse a una mesa de negociación.

Al igual que para el funcionario de primera línea con su chofer, el impacto ante la cercanía del "despoder" ya se siente entre las segundas y terceras líneas de la Nación y la provincia, que están más preocupadas por sus futuros laborales -la gran mayoría ya actualizó su currículum- que por la elección de octubre. La arenga del jueves en el CCK no fue suficiente para levantar el clima de pesimismo.

Es que en casi todas las reparticiones públicas el kirchnerismo no deja pasar la oportunidad para recordarles a los funcionarios la finitud del poder. Si no que lo diga Claudio Avruj, cuando ingresó el lunes a la Secretaría de Derechos Humanos, en la ex-ESMA. Lo esperaban unas 50 personas con un mensaje cantado: "A volver, a volver, vamos a volver".

 

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