Scioli y un triunfo que genera interrogantes

Scioli y un triunfo que genera interrogantes

Los resultados de las primarias que se realizaron ayer confirmaron un escenario que se venía configurando desde hacía varias semanas: Daniel Scioli lidera la intención de voto como candidato presidencial, pero sin poder conseguir aún una diferencia sustancial que le garantice no tener que ir a una segunda vuelta en las elecciones de octubre.

Faltan dos meses para los comicios generales, y seguramente mucha agua correrá bajo el puente, en una campaña que se ha visto enrarecida por las pesadas denuncias de narcotráfico y corrupción.

A nivel individual, Scioli le sacó una ventaja considerable a Mauricio Macri, pero la diferencia obviamente se reduce cuando se tiene en cuenta lo aglutinado por cada espacio político teniendo en cuenta que el jefe de gobierno porteño, en octubre, sumará los sufragios obtenidos por el radical Ernesto Sanz, Elisa Carrió y otros espacios que no quieren que el Frente para la Victoria sigan en el gobierno después del 10 de diciembre.

El principal problema que ahora tiene Scioli no se encuentra en lo que pueda llegar a hacer o decir desde la oposición. Paradójicamente, el principal escollo lo tiene en la provincia que gobierna desde hace casi 8 años, dentro de su propio armado político. La piedra que debe arrastrar, y que lo podría complicar de sobremanera,   tiene nombre y apellido: Aníbal Fernández. La Morsa se imponía esta madrugada en la interna del frente para Victoria en la provincia de Buenos Aires, pero su figura sólo reúne el voto del kirchnerismo de paladar negro.

Las escandalosas actitudes cotidianas del jefe de Gabinete, que no tiene pruritos a la hora de defender lo indefendible del gobierno de Cristina Fernández (aún es recordada sus tristemente célebre frase de que de la inseguridad en la Argentina “es una sensación”), sumadas a las denuncias que vinculan al candidato a gobernador bonaerense con el triple crimen de General Rodríguez y la mafia de la efedrina, espanta a los sectores moderados e independientes que, en octubre, seguramente se inclinarán por aquel candidato/a que le haga más fuerza. Ya sea la macrista María Eugenia Vidal o el ex gobernador Felipe Solá.

Eso no es todo: Aníbal Fernández, pero especialmente su compañero de fórmula, Martín Sabbatella, generan un odio generalizado en el seno del PJ bonaerense, especialmente entre los intendentes del Conurbano. Recordemos que Sabbatella, en los últimos años, ha impulsado listas y armados políticos para competir contra los jefes comunales a los que ahora necesitará seducir -en caso de ganar la interna del FpV- para que el caudal de votos que controlan no terminen en la oposición. Una tarea que, para quienes conocen el mundillo interno del PJ bonaerense, es prácticamente imposible.

Varios de los intendentes del Conurbano se mantienen en el poder desde hace 24 años y siempre se han caracterizado por su gran pragmatismo: estuvieron con Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y con Cristina. Pero, en los últimos años, no les tembló la mano a la hora de mandar a cortar boleta –beneficiados a sectores de la oposición- si ello les garantizaba mantener su poder en el pago chico.  Así lo hicieron, por ejemplo, en los comicios de 2009 cuando las llamadas candidaturas testimoniales le propinaron una dura derrota al kirchnerismo y llevaron a que desde la Casa Rosada decidieran cambiar las reglas de juego electoral, imponiendo las internas abiertas y simultáneas.

Ante los resultados de ayer, Scioli dio un paso importante: confirmar que es el candidato más vos votado del oficialismo, lo que le permitirá fortalecerse en un espacio donde los kirchneristas de paladar negro nunca lo reconocieron como propio y le hicieron la vida imposible hasta que no tuvieron otro remedio que respaldarlo porque era el único postulante competitivo dentro del armado oficialista.

Ahora bien, el gobernador se enfrenta a los límites de su propio armado, en un país que luego de 12 años de gobierno kirchnerista se encuentra claramente dividido. El principal fantasma que preocupa a Scioli se llama polarización. Es decir la posibilidad de que, por primera  vez en la historia democrática de nuestro país, haya balotaje, lo que llevaría a una contienda directa entre dos opciones: la continuidad o el cambio.

En ese sentido, si el gobernador bonaerense no empieza a diferenciarse de lo que ha sido el kirchnerismo, incluyendo en su discurso la idea de que instrumentará modificaciones para afrontar los principales problemas que aquejan a la ciudadanía –inseguridad, inflación, recesión, falta de empleo genuino, crisis de la educación pública, etc- el triunfo que obtuvo en las primarias de ayer le servirá de muy poco.

Papelón con la difusión de los resultados

El ministro de Justicia, Julio Alak , protagonizó anoche  un papelón al anunciar que se escrutaron el 8,68% de las mesas de todo el país pero se negó a dar los resultados de esos cómputos.  Otro de sus errores fue que se equivocó al decir que las PASO eran "Primarias Abiertas, Secretas (sic) y Obligatorias".

Desde el momento en que se terminó de votar, a las 18 horas, se tuvo que esperar más de cuatro horas y media para conocer los primeros resultados oficiales. Evidentemente, el sistema de votación en la Argentina requiere una urgente modernización.

Alak quedó al frente de la organización de los comicios en mayo pasado, cuando la Dirección Nacional Electoral que dependía del Ministerio de Interior pasó a la órbita del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.

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