Scioli 2015, ¿Karina 2019?

Por Pablo Sirvén 

El retrato de Eva Perón, sobre una repisa de la Fundación Banco Provincia, junto al ventanal que da sobre la calle Bernardo de Irigoyen, hace juego con las gigantografías de la máxima divinidad del justicialismo estampadas en las caras sur y norte del Ministerio de Desarrollo Social, ubicado justo enfrente.

 

Es el despacho de otra mujer rubia, esposa de otro jefe en ciernes del peronismo, Karina Rabolini, quien aclara que su color de pelo es sólo producto de un teñido. Pero en Evita el rubio tampoco era natural. Alrededor de esa única foto de la "abanderada de los humildes", como en una ronda, hay muchos retratos más, pero de la mujer que acompaña a Daniel Scioli desde los 18 años (o sea, desde hace 30, salvo los cuatro en que estuvieron separados a partir de 1997, cuando Carlos Menem llevó a Scioli, sin escala, de la motonáutica a la política).

En esas imágenes se la ve a Karina en distintas locaciones y circunstancias, en medio de gente humilde, chicos, grandes y viejos, que la miran entre agradecidos y embelesados, como una nueva hada madrina rubia, bella y estilizada que llega para escucharlos, recibir sus peticiones y cartas, y entregarles algo que los alivie de tanta pobreza en un país rico que no sabe, o no quiere, instrumentar políticas que garanticen una vida digna para todos sus habitantes.

Karina optó por recogerse el pelo hacia arriba, sin rodete. Su figura esbelta y su manera de vestir evocan lejanamente a Claire Underwood, la calculadora primera dama de House of Cards. Rabolini se aburrió de esa serie y sólo espera encontrar el tiempo para ver los capítulos atrasados de la telecomedia Esperanza mía, algo no tan sencillo ya que recorre incansablemente los 135 municipios bonaerenses (ya lo hizo dos veces) y una vez por semana desembarca en alguna provincia.

Aunque el estado civil de Karina y Daniel sigue siendo "divorciados", se reencontraron en medio de los sísmicos crujidos de 2001 y viven desde entonces en sólido concubinato. Van camino, pues, de transformarse en otra pareja peronista con hambre de historia, como antes Perón y Evita, Perón e Isabel, Duhalde y Chiche, Néstor y Cristina y, como ahora mismo, también pretenden Massa y Malena.

El nuevo binomio marital peronista -aún en etapa de testeo, pero ya listo para salir de boxes en pole position de la próxima carrera presidencial- administra con cuentagotas su aparición conjunta, algo que ya hizo en los programas de Mirtha Legrand y Los Leuco. Pero en realidad prefieren complementarse a la distancia. Mauricio Macri dijo en A dos voces que "Daniel" -así se llaman, sin apellido, los celebrities entre sí- manda a Karina a decir lo que él no se atreve a opinar por miedo (o estrategia) para no provocar las iras de la líder crepuscular del movimiento. Ellos son brutalmente pragmáticos: ¿para qué pelear, si de ganar, el justicialismo se encolumnará mayoritariamente detrás del nuevo jefe?

Karina es la persona que más conoce al por ahora gobernador, la que sabe al dedillo sus monótonos gustos culinarios (sopas y pastafrolas), la que se resigna a mirar videos sola por la noche ya que él se duerme en los títulos (salvo en Air Force One, pero sólo para curiosear cómo es por dentro el avión presidencial norteamericano). La que en el ring público sazona con frescura y controladas audacias las clásicas opacidades de su marido, el candidato que con mansedumbre y resiliencia mortíferas ya ha comenzado a perforar las capas más gruesas del kirchnerismo.

Acostumbrada por su pasado de modelo a sacarle el mejor partido a su imagen, Karina surfea cualquier programa de TV con estilo y fluidez, sea de política o de chimentos. Su fórmula: no endiosar al esposo, sino contar sus anécdotas más domésticas de hombre común. No la sorprendió tanto que Santiago del Moro la invitara a dar unos pasos de baile en el estudio de Intratables, como que el conductor no coordinara sus pies con las exigencias del 2x4 como ella.

De a poco la señora de Scioli -nadie la llama así, aunque lo sea- va soltando definiciones políticamente correctísimas para tranquilizar al frente interno kirchnerista ("Le creo al Indec" / "No veo que la gente tenga ganas de cambiar").

Asegura que "sólo" acompaña a Scioli, pero que la política no es lo suyo y que sólo tiene dos vocaciones paralelas: la ayuda social y su labor empresarial (produce ropa y anteojos). El entrecruzamiento de ambas líneas suelen producir cuestionamientos.

Eva Perón tampoco nunca tuvo un solo cargo formal, pero sí estaba al frente de la fundación que llevaba su nombre y tenía contactos fluidos con los ministros de Perón. Karina, como primera dama bonaerense, es presidenta de la Fundación Banco Provincia que hasta su llegada, hace siete años y medio, sólo aportaba para el lado cultural. Ella supo volcarla hacia lo social y también tiene línea directa con los ministros de Scioli. Obviamente, jamás cometerá el error de compararse con la jefa espiritual de la Nación.

Tal vez la espere un destino más parecido al de Cristina Kirchner si la Argentina en unos meses unge como líder absoluto, por una década o más, a su marido..

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