La santa trinidad del Fondo, los planes de Héctor y Paolo y los reperfilamientos que vienen

La santa trinidad del Fondo, los planes de Héctor y Paolo y los reperfilamientos que vienen

por Alejandro Bercovich

 

—Yo estuve bien con todos los gobiernos y también tuve problemas con todos los gobiernos. La cuestión es cómo se administran los conflictos. Eso pasa en todos los países. Acá el problema es que a veces convertimos conflictos manejables en cruzadas religiosas.

Héctor Magnetto habla con gran dificultad por las secuelas que le dejó un cáncer de laringe, pero elige cada palabra con cuidado e insiste hasta que el interlocutor decodifica el mensaje que quiere transmitir. Anteayer en el salón del Sheraton donde la poderosa Asociación Empresaria Argentina ( AEA) reunió a sus socios para darle la extremaunción política a Mauricio Macri y plantearle a Alberto Fernández su pliego de condiciones para el próximo cuatrienio, el CEO del grupo Clarín respondió así a la pregunta de BAE Negocios sobre sus expectativas acerca de un eventual gobierno del Frente de Todos.

—¿Cree que Alberto Fernández va a manejar ese conflicto mejor que Cristina Kirchner? -repreguntó este diario.

—No lo sé. Lo veremos con el tiempo. Yo a él lo conozco desde hace mucho. Y lo he tratado mucho también.

—¿Llega Macri al 10 de diciembre?

—¡Qué sé yo! Ojalá que sí. Más que por el gobierno, por toda la sociedad.

El jefe del pulpo info-comunicacional más grande de Latinoamérica ya pasó más años en el cuartel general de la calle Tacuarí que fuera de él. Entró en 1972, a los 27, como adscripto a la dirección cuando era apenas un diario. Durante casi cinco décadas hizo grandes negocios con militares, conservadores, radicales y peronistas de todo pelaje y lo convirtió en el gigante que es hoy. Por más default y control de cambios que hayan (re)aparecido, para él ésta es apenas una transición más.

Paolo Rocca también se muestra por encima de la coyuntura como muy pocos otros hombres de negocios en Argentina. El dueño de Techint aprovechó su espacio en el seminario de AEA para darle la bienvenida sin nombrarlo a Fernández -"soy positivo porque gane quien gane, el país no va a dar marcha atrás"- y para marcar la cancha en tres aspectos estratégicos:

1.- Vaca Muerta. "Su desarrollo (con subsidio estatal) necesita ser sancionado por el Congreso, porque la velocidad con que se desarrolló puede ser igual a la velocidad de su declinación".

2.- China. "La relación entre Estados Unidos y China se va a tensar más todavía en la próxima década y Argentina va a tener que elegir dónde estar. Yo creo que pertenece al mundo de las democracias liberales y es ahí donde tiene más para ganar".

3.- Rol de la industria. "Sería absurdo pensar un desarrollo argentino sin industria porque necesitamos empleo".

El último de los señalamientos, más que al próximo gobierno, parecía dirigido al resto del establishment. A Martín Migoya, por ejemplo, el fundador de Globant que habló en su mismo panel y que Macri levantó como ejemplo cuantas veces pudo, igual que a Marcos Galperín y su plataforma MercadoLibre. Los "unicornios" de Cambiemos, por quienes el mandatario saliente y sus sucesivos ministros de la Producción postergaron a los "llorones" de las fábricas. "La industria guía el 50% de los servicios. La digitalización, el transporte y la logística no se pueden desarrollar si no se permite crecer a la producción de bienes", la reivindicó Rocca.

El mismo tono de reproche había escuchado Dante Sica el lunes en la celebración del Día de la Industria en la Unión Industrial Argentina ( UIA), donde Macri declinó asistir para no ser abucheado ni silbado. A los funcionarios que acompañaron a Sica -los secretarios de Industria y de Pymes, Fernando Grasso y Mariano Mayer- los industriales apenas los saludaban al pasar. Para estrecharle la mano a Matías Kulfas, en cambio, hacían fila. "Mirá qué metáfora", comentó uno de ellos mientras subía la escalera Ariel Schale y la bajaba Paula Szenkman. El primero asesora a Fernández en temas productivos y la segunda fue secretaria de Transformación Productiva y subsecretaria de Planeamiento.

Hoja de ruta

La gran pregunta que cruza por estas horas al empresariado es de dónde saldrán los dólares para financiar la recuperación argentina tras el desbande del experimento Cambiemos. Después de la megadevaluación de 2002, cuando se formó AEA, aparecieron en simultáneo varias fuentes de divisas. El superávit comercial por desplome de las importaciones (que ahora también reapareció), el alivio en los pagos de deuda por el default (que Hernán Lacunza procuró revivir también con el "reperfilamiento" de los vencimientos de corto plazo) y las compras de oportunidad que hicieron capitales extranjeros, sobre todo brasileños, en la industria local.

¿Se aventurarán de nuevo durante esta crisis inversores reales en busca de negocios de ocasión como los que hicieron quienes les compraron la petrolera a los Perez Companc o la cementera a Amalita Lacroze de Fortabat? ¿Aparecerán émulos de Nicky Caputo o Marcelo Mindlin, dos tipos audaces que por esos años aprovecharon los precios de ganga de las empresas eléctricas para comprarlas con dólares que se habían ocupado de poner a buen resguardo en el exterior?

Alberto Fernández cree que sí. Y algunos de su equipo ven en Hernán Lacunza al Jorge Remes Lenicov del siglo XXI. Por eso habrían preferido que el Banco Central estabilizara al dólar en $62 y no en $58. Saben que ese escaloncito abajo significa sacrificar las reservas que se volaron en la semana fatídica del reperfilamiento y que se podrían haber recomprado parcialmente en las últimas 48 horas si se hubiera optado por un nivel algo superior.

En el seminario de AEA, al margen de los flashes en la oscuridad de Rocca y Magnetto, brilló por su ausencia una mirada estratégica sobre el futuro productivo y político del país. Desde el conservadurismo superficial de Alfredo Coto ("los países más ordenados que el nuestro crecen más") hasta el consignismo de Charly Blaquier ("respeto irrestricto a la propiedad privada y combate feroz a la corrupción"), desde el fiscalismo sin imaginación de Cristiano Rattazzi ("¿cómo vamos a poner plata en el bolsillo de la gente si no hay?") hasta el institucionalismo de Luis Perez Companc ("tenemos que ser previsibles"), el déficit más notable fue el de ideas nuevas. Acaso lo que más falta va a hacer, además de los dólares, en los años duros que le impondrá a su sucesor la pesada herencia de Macri.

Reperfilados

La escasez de dólares, sin embargo, es bastante más urgente que la ideas. Por eso en Hacienda encendieron las alarmas cuando el martes el Banco Mundial evitó aprobar el desembolso de un Development Policy Loan (DPL) por 500 millones de dólares que el Gobierno esperaba para antes del traspaso de mando. Es algo lógico porque el hermano menor del Fondo Monetario subordina sus "country strategies" (estrategias por país) a lo que se decide del otro lado de la calle 19. Y en el cuartel general del Fondo siguen sin dar señales sobre los desembolsos pendientes del acuerdo firmado con Christine Lagarde. No las dan en público ni en privado, aunque Lacunza y Guido Sandleris hablan a diario con Washington.

Anoche Hacienda celebró que el Banco Mundial aprobó otros dos tramos de préstamos para financiar el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo y subsidios para la tarifa eléctrica en la provincia de Buenos Aires. Pero entre ambos sumaron 395 millones de dólares. Menos que las reservas que sacrificó el Banco Central solamente ayer, el día en que pareció terminar de apaciguarse la corrida de los depósitos bancarios.

¿Llegarán los 5.400 millones de dólares que esperaba recibir Macri antes del 27 de octubre? ¿Tendría algún indicio Macri de que eso ocurrirá cuando ayer aventuró que sí, porque "hemos cumplido con todo"? ¿Será acaso solo una súplica? El asunto no es menor, porque cualquier duda sobre ese desembolso puede disparar otro episodio de pánico financiero como el de la última semana.

Lo que tampoco está claro es que, en caso de llegar, esos fondos lleguen a tiempo. El error, según dos veteranos negociadores consultados por este diario, fue haber aceptado que viniera a Buenos Aires una misión política antes que la técnica (que debe autorizar el desembolso). Eso implicó habilitar al Fondo a ganar tiempo. Ahora Washington tiene que anunciar el envío de la misión, mandarla, que los técnicos revisen los números de Lacunza durante al menos una semana, que después ellos redacten el Staff Report y que luego transcurra el "tiempo de circulación" de dos semanas antes de que el Directorio discuta el desembolso. Tiempos que exceden la urgencia argentina.

Lo que el Gobierno no discute es la santa trinidad del Fondo. Si es sujeto, objeto o sujeto-objeto de la crisis. Es lo que procurará poner en debate Fernández tomando como ejemplo al Portugal anti-austeridad de Antonio Costa, donde aterriza hoy. Otra vez, la pregunta es si alcanzará con eso. O si harán falta más "reperfilamientos". Como el de la deuda de la provincia de Buenos Aires.

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