Riesgo sanitario por los escombros de un asentamiento

Fue demolido para avanzar con las obras de ensanche del cauce.

En los últimos días, la llegada de los picos de calor estival trajo consigo un agravamiento notorio en la situación sanitaria de un tramo ribereño del arroyo el Gato. Hasta hace poco sede de un asentamiento, hoy permanecen los restos de ese barrio informal demolido para avanzar en obras hidráulicas, y los vecinos denuncian que la proliferación de plagas es preocupante.

A la altura de 3 y 514, y en sus inmediaciones, los perros callejeros merodean y los roedores e insectos se multiplican, entre escombros, tablas, chapas, placas de cartón, restos de instalaciones sanitarias improvisadas y bolsas plásticas rotas con basura que se pudre al sol. En ese tendal, los pastizales se desarrollan a ritmo acelerado, a metros del curso de agua más contaminado de la Región.

“Hace un mes que los restos de las casillas están tirados a la vera del arroyo” recuerdan quienes habitan esa zona de Ringuelet, donde se sitúa el único puente vial entre los de la autopista Ricardo Balbín y la avenida 7: “exigimos que se levante toda la mugre porque es un enorme nido de ratas”.

“No podemos estar hablando de concientizar acerca del hantavirus, el dengue y otras enfermedades y después dejar a la gente conviviendo con estos basurales”, advirtió el dirigente comunitario Pablo Pérez, quien puso en relieve que “a metros de todo este estropicio funciona un hogar de niños”.

“Hace un mes que estamos con este problema, y obviamente es un imán para que los nenes se metan donde no les conviene” acotó Cristian, otro de los vecinos.

La mudanza de las familias que habitan a orillas del arroyo El Gato, a su paso por Ringuelet -que culminaría, de acuerdo con las autoridades, a fines del primer cuatrimestre de este año-, es parte crucial del mega-proyecto hidráulico en ejecución como respuesta a las trágicas inundaciones de abril de 2013, ya que permitirá avanzar con el ensanchamiento del cauce.

“La gente de esta zona empezó a movilizarse el año pasado, cuando empezaron con la mudanza de las familias y las demoliciones, porque no es la primera vez que los restos quedan tirados durante días” subrayó Pérez: “se forman enormes focos infecciosos, de los que la Municipalidad y la Provincia no pueden desentenderse porque son temas de responsabilidad social y salubridad”.

Quienes vivan junto a las aguas negras y pestilentes del arroyo serán relocalizados en casas de dos o más dormitorios, erigidas sobre lotes de unos 200. Hace dos años, los primeros relevamientos a la vera del arroyo El Gato revelaron que para poder ensanchar el cauce a 40 metros allí donde hoy promedia los quince a veinte -entre las vías del ferrocarril Roca y el Centenario- había que desalojar a unas 400 familias.

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