Rebelión en la granja

Rebelión en la granja

Otro fantasma recorre el Grand Bourg: la insubordinación de jefes comunales al orden montado por Urtubey en 2009. La elección en el Foro de Intendentes lo ilustra, aunque las condiciones que explican la misma estén en otro lado. 

Para explicar las tensiones conviene resumir la naturaleza de ese orden “U” imperante desde al menos el año 2009: el Grand Bourg proveía de mayores recursos y garantizaba a los jefes comunales impunidad en el manejo de los mismos, a cambio de que estos se subordinaran a las directivas del poder central y pusieran a disposición del propio Urtubey los aparatos electorales de sus respectivos distritos.

Aportemos datos empíricos a la generalización: desde 2009 los intendentes recibieron mayor transferencia a la exigida por nación en el Fondo Federal Solidario (50% en vez del 30% que recibía la provincia), gozaron de un incremento del 1,5% de coparticipación, administraron todo el dinero que el Grand Bourg manejaba para la ayuda social hasta el 2010, tres departamentos claves electoralmente se beneficiaron con el Fondo de Reparación Histórica y vivieron al amparo del caso omiso que el propio Grand Bourg hizo de cientos de informes de auditoría que advertían que el manejo de los recursos por la mayoría de los intendentes era ineficaz, o rozaba con lo delictivo en el peor de los casos. En contrapartida, desde ese mismo año 2009, entre el 56% y 60% de los votos de Urtubey o los candidatos impulsados por él, provenían de ese interior que resultó clave en no pocos triunfos electorales contundentes.

Concluyamos ahora lo siguiente: aun cuando varias veces el dispositivo estuvo reñido con el bien común de los habitantes del interior, se trataba de un matrimonio perfecto. Mientras Urtubey aseguraba que todo era hijo de un espíritu descentralizador y despojado de cualquier rasgo de centralismo capitalino, los jefes comunales celebraban públicamente la “revolución” espiritual del gobernador al que identificaban como una bisagra en la historia provincial: antes de él, todo era indiferencia centralista; con él se inauguraba un periodo de bienaventuranza del postergado interior provincial. Ninguno de los jefes comunales exigía horizontalidad en la relación. Todos aceptaban que el “jefe de hogar” era el propio Urtubey que hacía de esposo benigno si las esposas reconocían obediencia, o de marido maligno y vengativo si su autoridad se ponía en duda.

Crisis matrimonial

Ese matrimonio está en crisis. Si es difícil verlo ello obedece a algunas cosas. Una de ellas es que efectivamente existe un capitalino-centralista convencido de que los grandes procesos políticos necesariamente se producen en la ciudad más importante y son protagonizados por políticos capitalinos. No menos importante resulta otro hecho que ilustra bien la naturaleza política provincial: aunque el matrimonio en cuestión le otorgo direccionalidad política al conjunto provincial durante años, de ese vínculo solo participaban 60 jefes comunales y el propio gobernador.

Pero la crisis está. La figura que lo confirma es Mario Cuenca: el intendente de Campo Santo que el próximo viernes 20 de mayo disputará la presidencia del Foro de Intendentes, la entidad que nuclea a los jefes comunales provinciales. Visceral demandante de recursos para los municipios, Cuenca asumió solitariamente la presidencia transitoria de ese organismo el 10 de diciembre pasado. Por entonces ya era una espina irritativa para el Grand Bourg que advertía al resto de los jefes comunales sobre los malos modos de un Cuenca que, tras asumir el cargo, redobló los reclamos y concentro la atención de la prensa que ante cada declaración del hombre, encontraba varios titulares críticos al Grand Bourg. Entre diciembre y abril casi todos coincidían en que el alto nivel de exposición de Cuenca hacía imposible que pudiera llegar con chances a la elección del próximo 20 de mayo.

No fue así. Aunque la elección no está garantizada para el oriundo de Campo Santo, llega con posibilidades a la contienda y con nombres de peso en su propia lista como es el caso del millonario Julio Jalit: el jefe comunal de Pichanal, urtubeicista furioso hasta no hace mucho tiempo y para muchos la persona que le otorga una dirección política a varios intendentes de importantes departamentos de San Martín y Orán.

Que las chances de Cuenca van en serio, lo confirman las propias reacciones del Grand Bourg que subterránea pero decididamente, se puso a trabajar a favor de la candidatura de Nardo García: el intendente de El Quebrachal y cabeza de la otra lista oficializada en el día de ayer. La apuesta, insistimos, estuvo lejos de representar un apoyo testimonial. Durante la semana, por ejemplo, en los laberínticos pasillos del oficialismo se daban cuenta de los numerosos movimientos ejecutados: jefes comunales que de sopetón se enteraban que estaban inscriptos en la lista de García, llamados a Cuenca de algunos de ellos para asegurarle que solicitarían mediante nota el ser excluidos de esa lista a la que no habían sido formalmente invitados, o contraversiones que aseguraban que los mismos sí habían aceptado el extraño honor aun cuando preferían no blanqueárselo al propio Cuenca. Los trascendidos aseguraban que nombres como los de Marcelo Lara Gros y Sergio Leavy habían sido objeto de las maniobras, aunque el hermetismo del Foro para dar los nombres de las listas finalmente oficializadas nos privaron de confirmar lo que las fuentes aseguraban sin complejos.

No era lo único de lo que se hablaba hasta ayer a las 14 horas cuando quedaron oficializadas las listas. También los comentarios vertidos a este medio daban cuenta de emisarios del Grand Bourg que evitando los contactos con el conjunto de los intendentes, preferían la comunicación telefónica individual mientras el propio Cuenca y algunos de los suyos, se entregaban a igual tarea. En definitiva, los intendentes vivieron una semana de halagadora sensación de importancia al atender docenas de llamados que comenzando casi siempre con la misma expresión -“No estaría mal que conversemos del tema”- escuchaban de unos lo aconsejable que sería apoyar a una lista en desmedro de la otra, o de los otros el tranquilizador recuerdo de que por estatuto el voto es secreto y nadie tiene por qué enterarse de las decisiones de cada uno.

Los intendentes, por supuesto, no se dejaban engañar por los tonos sobrios y pausados. Saben bien que los gestos están envueltos en una tensa atmosfera en donde cualquier minucia del tipo “ya vemos”, “esperemos un poco” u otras de ese tipo, podía ser altamente volitivas para su presente y futuro. Es lo que ocurre cuando algunos quedan en el medio de contienda que aun sin empezar, enfrenta a potenciales beligerantes que terminan asemejándose a esos hombres que, frente a frente, accionan el botón de la navaja para que según los casos, la hoja filosa salga disparada hacia arriba o desaparezca dentro de la empuñadura.

Trascendiendo a Cuenca

Las condiciones que explican esas tensiones trascienden a la figura del intendente de Campo Santo. Y es que siendo cierto que varios jefes comunales hayan terminado por respetar el arrojo del mismo, ese arrojo es bien recibido en un contexto económico y político que empieza a desesperar a los jefes comunales. La crisis matrimonial, en definitiva, no obedece a problemas domésticos propios de una relación, sino a una situación en donde los beneficios del que eran objetos los estados municipales se estrechan inexorablemente.

No sólo las transferencias presupuestarias empiezan a asemejarse, al decir de algunos de ellos, a un baldazo de agua lanzado a un arenal por los menores montos que provienen de la nación, los malos cálculos presupuestarios realizados por la provincia, el crecimiento de los gastos corrientes municipales y la inflación; sino que también muchos jefes comunales muestran irritación ante el nuevo rol de padre ausente asumido por un gobernador quien deslumbrado por su carrera presidencial, ya ni siquiera vela para evitar que varios intendentes caigan en una merecida desgracia política o ante la justicia.

Otro aspecto empieza a jugar: la tenue conciencia que en los jefes comunales surgen sobre el importante rol electoral que tuvieron en la etapa “U” y que proveyó de calor popular y votos a las candidaturas dispuestas por el Grand Bourg. Ello explica que algunos sientan que es hora de sumar a sus reivindicaciones económicas, algunos gérmenes de demandas políticas: un lugar en la mesa que decida cuáles serán los bloques de poder y las figuras que sucederán al urtubeicismo de hoy y al propio Urtubey. No se privan de soñar, incluso, en ser un sólido bloque corporativo capaz de imponer nombre propios para futuros candidatos provinciales.

Esa combinación de variables está lejos de garantizar un triunfo a la lista que encabeza el intendente de Campo Santo, aunque sí explica que esa lista haya llegado con chance a la elección del próximo 20 de mayo. Nadie descarta, además, que el propio Urtubey desactive la irreverencia con esa técnica vieja pero efectiva a la que son afectos los jefes: recorrer el campo de trigo descabezando las espigas que sobresalen del resto para luego ser echadas a un costado. Lo cierto, no obstante, es que lo ocurrido en las últimas semanas confirma que el orden instaurado hace años tambalea y requiere de ajustes o el diseño de uno nuevo. Sobre todo entre peronistas que pueden presumir de haber sido parte de muchos ejemplos en donde después de amenazarse con batirse a duelo entre ellos, terminan luego colaborando entre sí aunque mañana, otra vez, vuelvan a ponerse en pie de guerra.

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