Randazzo y un desafío en la intimidad, a Cristina

Randazzo y un desafío en la intimidad, a Cristina

"Vamos a ver si se anima", les dijo a los suyos el ex ministro de Transporte, que viene amagando con lanzar su candidatura.

Cuando a Florencio Randazzo le preguntan si Cristina Kirchner competirá con él en las PASO para Senador en la provincia de Buenos Aires, el ex ministro del Interior y Transporte suelta una frase que parece temeraria. “Si (ella) se anima”, chicanea en la intimidad. En público, el gobernador que no fue no atacará al kirchnerismo duro. No quiere darles el gusto. Mientras se prepara para volver al centro de la escena política, disfruta de sus últimos días como “ciudadano de a pie”. Días atrás lo vieron en un coqueto café de Recoleta tomando café y preparando. No se esconde, elige las mesas de la vereda, aunque esté solo, como si desafiara a los votantes de uno de los barrios bastión del macrismo y al mismo tiempo a los kirchneristas más radicalizado que lo tildan de “traidor”. “No me van a correr cuatro que me griten”, les avisó a propios y ajenos.

En las conversaciones que Randazzo comparte con algunos de los dirigentes del peronismo bonaerense que lo empujan a jugar, reflexionan sobre las enseñanzas que les dejaron las dos derrotas en elecciones intermedias que sufrió el Frente para la Victoria en el distrito más grande del país que hoy gobierna María Eugenia Vidal. De la primera, en 2009, cuando Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa sucumbieron ante el “Alica-Alicate” de Francisco de Narváez, y de la segunda, cuando Massa le puso fin al proyecto reeleccionista de Cristina, extrajeron las mismas conclusiones. El hombre de Chivilcoy cree que los ganadores de aquellas elecciones fueron en realidad las herramientas que encontró el electorado para cristalizar el malestar con el oficialismo. Randazzo cree que solo él puede recoger el mismo mandato social contra Mauricio Macri. Cristina Kirchner no puede convertirse en ese instrumento. “Cristina es el pasado”, dicen los laderos del ministro. Es la misma sentencia que repiten en público el Presidente o el jefe de Gabinete Marcos Peña. Esa creencia ordena las acciones del PJ y Cambiemos. Ambos -Macri y Randazzo- asumen como una realidad lo que marcan la mayoría de las encuestas: el piso de potenciales votantes de la ex Jefa de Estado es muy alto para cualquier candidato y el techo es muy bajo para asegurar una victoria.

A Randazzo, el piso de por los menos 25 puntos que ostenta Cristina y que la votarían inexorablemente, no lo asusta. Imagina una interna tan competitiva y excitante que sería capaz de involucrar a miles de votantes no peronistas que quieren ver derrotada a Cristina. En el oficialismo nadie piensa en hacer una interna y la ausencia de ese condimento -calculan en algunos despachos lindantes al de la gobernadora- podría restarles un porcentaje de votantes propios. Hasta se animan a pronosticar la merma a favor de Randazzo en la primaria: un 5 por ciento. Parece un porcentaje bajo, pero podría ser definitivo en una elección pareja.

Randazzo, como el el Gobierno y el kirchernismo, no está convencido de que Cristina jugará. Imagina que Daniel Scioli podría ser quien finalmente encabece la boleta kirchnerista. La ex mandataria -piensan los laderos del ex ministro- necesita a alguien que no obture su eventual candidatura en 2019. Los randazzistas creen que si un opositor se impone en octubre se convertirá automáticamente en candidato presidencial. Y Randazzo quiere ese lugar. Además, le encantaría tener la chance de derrotar a Scioli, porque ese era su sueño en 2015 y porque cree que el ex gobernador motorizó alguna denuncia en su contra en Comodoro Py.

El ex ministro, como el Ejecutivo y como el kirchnerismo, cree que Sergio Massa no es confiable y que el escenario le jugará en contra. Sin embargo, no apuesta a seguir ensanchando la grieta. Dice que a eso se dedican Macri y Cristina.

“La gente cree que es magia y es más difícil, lleva tiempo”, le escucharon decir a Randazzo sobre el rumbo del país y la nueva administración. El mismo argumento que repite el Presidente cuando afirma: “No soy David Copperfield”. A pesar de que algún amigo chicaneó al ministro al sugerirle que defiende al macrismo, Randazzo también puede ser lapidario con el Gobierno. “Son chetos y no tienen calle. Hoy no le alcanza al que gana $8 o $15 mil, pero el que gana $50 mil también está desesperado”, diagnostica.

A su sucesor al frente de Transporte, Guillermo Dietrich, que lo acusó de sobreprecios en la “bajada” de los trenes nuevos, prefirió no contestarle. “Ya van a ver cuando salgamos a la cancha. Los CEOs no sirven para manejar el Estado, las obras están paradas”, desafían algunos dirigentes que sostienen a Randazzo y que apuntan que los gremios se alinearán detrás de la opción peronista, como ya lo hicieron Julián Domínguez y el Movimiento Evita. “Nunca dije que era kirchnerista, siempre dije que era peronista”, le escucharon decir al ex ministro, que cambió los trajes y las corbatas por camisas más abiertas y relajadas.

“Hay que gestionar, gestionar y gestionar para cambiarle la vida de verdad a la gente”. La sentencia -que parece de Macri- es de Randazzo, que entre los trenes y el DNI logró proyectar una imagen de gestor. La potenciará en la campaña que pretende coronar con un triunfo que unifique al peronismo y lo devuelva al poder en 2019.

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