Rajoy descarta cambios tras el desastre

Rajoy descarta cambios tras el desastre

 Reapareció ojeroso, con expresión fúnebre después de una noche electoral aciaga. Pero el presidente de España, Mariano Rajoy, se esforzó ayer por desestimar una crisis de gobiernodespués de la catástrofe del Partido Popular (PP) en los comicios regionales y municipales del domingo.

"La victoria del PP es incuestionable, así como también es evidente que no hemos alcanzado las mayorías que los ciudadanos nos confiaron hace cuatro años", declaró Rajoy después de encabezar una reunión con la cúpula del partido. Descartó que vaya a impulsar cambios en su gestión.

Se aferró así al dato crudo de que los conservadores quedaron primeros en la sumatoria nacional de votos (27%). Sin embargo, se les esfumaron 2,4 millones de votos, su diferencia respecto del socialismo se achicó de 10 a 2 puntos y podrían perder casi todos los gobiernos regionales que se pusieron en juego además de los municipios de varias capitales. Nunca un partido había ganado tanto poder territorial como el PP en 2011. Nunca había ocurrido un giro tan dramático en apenas cuatro años.

Rajoy -que anteayer había evitado dar la cara en público- eligió minimizar el impacto de un resultado que deja herido su proyecto de reelección cuando faltan apenas seis meses para las presidenciales.

"Hemos perdido votos. Negar esto es tan absurdo como negar que hemos ganado las elecciones", insistió ante una pregunta periodística. Esbozó entonces una módica autocrítica: "Aspiramos a mucho más. Debemos ser más próximos, comunicar más y llegar más a los españoles". No mencionó los casos de corrupción que, según las encuestas, minaron de manera profunda el prestigio del PP.

El consuelo de Rajoy es que su partido logró ser el más votado en nueve de las 13 regiones en las que se eligieron nuevos parlamentos. El problema es que en ninguna tiene mayoría propia y parece difícil que pueda encontrar aliados para formar gobierno. Lo mismo le ocurrió en dos bastiones municipales decisivos en los que manda desde hace un cuarto de siglo: Madrid y Valencia.

"Nosotros ofreceremos pactos transparentes y estables donde no tengamos mayoría", dijo el presidente. Antes había repetido esa idea a puertas cerradas frente a la cúpula del partido, un conjunto de dirigentes quebrados por la derrota. No lo aplaudieron al terminar el discurso.

La fragilidad de esa estrategia se evidenciaba ayer. En el ayuntamiento de Madrid parece imposible que la polémica y antes todopoderosa Esperanza Aguirre pueda asumir. Obtuvo apenas un concejal más que Manuela Carmena, la candidata del frente de izquierda que integran los indignados de Podemos. Carmena habló ayer con el postulante socialista, Antonio Carmona, que salió tercero. Los dos descontaron que habrá un pacto para echar al PP de la capital.

En la Comunidad de Madrid, la candidata de Rajoy, Cristina Cifuentes, hizo un papel más digno que Aguirre, pero tampoco logró la mayoría. La única forma de ser investida es acordar con los liberales de Ciudadanos.

El líder de ese partido, Albert Rivera, anticipó que esta semana anunciará sus condiciones para permitir gobiernos en minoría. Entre otras, dijo que pedirá el compromiso de que todos los partidos hagan elecciones internas para dirimir sus candidatos. Rajoy jamás aceptó ese método.

Los socialistas ya desbancaron a los conservadores del gobierno de Extremadura. Y si pactaran con Podemos podrían hacer lo mismo en Aragón y Castilla-La Mancha (donde gobierna la secretaria general del PP a nivel nacional, Dolores de Cospedal).

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, medita los acuerdos de gobernabilidad. Emergió de la noche del domingo como uno de los ganadores, revitalizado por el gran resultado de Carmena y por el sorprendente triunfo en la alcaldía de Barcelona de su aliada Ada Colau.

Su táctica en las municipales consistió en fomentar frentes de izquierda con nombres de fantasía sólo en los grandes centros urbanos, sin exponer la marca. Además de Madrid y Barcelona, tiene al alcance el poder en otras cuatro capitales: Zaragoza, Santiago de Compostela, La Coruña y Cádiz. Esos resultados le permitieron enmascarar un dato amargo: en las elecciones regionales, donde sí compitió como Podemos, quedó siempre por detrás del socialismo y no perforó el techo del 20% de los votos. El éxito de su candidatura presidencial quedó atado a cómo se mueva en el juego del poder que empieza ahora.

La irrupción de Podemos y Ciudadanos dejó al bipartidismo PP/PSOE en un mínimo histórico del 52%. Pero en el camino al recambio del gobierno de España ninguno de los aspirantes puede contarse todavía como favorito ni ser descartado del todo..

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