¿Quién manda a quién?

¿Quién manda a quién?

Carlos Arroyo repite la importancia del diálogo con la oposición y la relevancia de que los proyectos sean aprobados por consenso y no por prepotencia. Todo verso: la realidad marca que el intendente jamás pudo aprovechar la mayoría automática que -en los papeles- tenía en el HCD desde 2015 y que tiene ahora con más claridad, luego del contundente triunfo en las elecciones de octubre. 

 

El tratamiento del presupuesto 2018 y las ordenanzas fiscal e impositiva son una muestra de la falta de control que el intendente tiene sobre el Concejo Deliberante, algo que contrasta, por ejemplo, con la experiencia de Acción Marplatense, que supo tener mayoría automática e hizo uso y abuso de ella.

Cambiemos, como tal, no existe en el Concejo Deliberante. El interbloque está conformado por cuatro partes: la Agrupación Atlántica (5 concejales), la UCR (5), el PRO-Coalición Cívica (2) y Crear (1). Entre todas las partes suman 13 concejales, pero el paraguas de Cambiemos es tan amplio como diverso, por lo cual parece casi imposible suponer que todos voten orgánicamente.

Ni siquiera se puede considerar al bloque de la Agrupación Atlántica, el partido vecinal creado por el intendente, como “ultraarroyista”. El presidente del Concejo (nada más y nada menos) Guillermo Sáenz Saralegui ya dio sobradas muestras de “independencia” y discrepancias con decisiones del intendente. Le sugirió que eche a funcionarios, lo acusó de estar mal rodeado, de olvidarse de quienes lo ayudaron a llegar al poder y hasta presentó una lista por fuera de Cambiemos en las Paso.

Y pese a que el arroyismo volvió a respaldarlo para que siga en la presidencia, en privado, Sáenz Saralegui volvió a discrepar. “Lo que hizo (Hernán) Mourelle es una falta de respeto al Concejo Deliberante”, bramó en una reunión de labor deliberativa. Se refería al reenvío del presupuesto y la fiscal impositiva sin cambios, tal cual se lo había devuelto el HCD, sin la ordenanza complementaria.

En la Unión Cívica Radical se relamían ante esta situación. Es que si bien el pedido para devolverle los proyectos al secretario de Hacienda había salido de ellos rápidamente encontraron eco en distintos sectores de la oposición y en parte del oficialismo. De todos modos, las aguas se aquietaron y todo indica que los proyectos se tratarán igual, pese a no estar la ordenanza complementaria. Que se traten, sin embargo, no es sinónimo que se aprueben.

La UCR siempre fue la principal espada del arroyismo en el Concejo Deliberante. Y no por elección, sino por necesidad. El intendente jamás logró consolidar un bloque fuerte, ni siquiera un concejal que pudiese defender sus proyectos ante los embates de la oposición. Guillermo Arroyo es el jefe del bloque y quien oficia como enlace entre el Ejecutivo y el HCD. Sin embargo, pocos destacan su rol como articulador y suele ser blanco de críticas de propios y extraños.

Hoy la UCR y Arroyo están en tensión. En rigor, la relación nunca fue la mejor, pero por estas horas atraviesa su momento más álgido. El bloque radical es heterogéneo. Vilma Baragiola, Cristina Coria y Natalia Vezzi forman un grupo, que responde a la exsecretaria de Desarrollo Social y buscan reposicionarla como candidata a intendenta para 2019. Luego está Ariel Martínez Bordaisco, un hombre del riñón del diputado provincial Maximiliano Abad, y Mario Rodríguez.

El sector de Baragiola aprovecha los chisporroteos para distanciarse de Arroyo. Sin embargo, es un arma de doble filo: en el affaire del presupuesto no fue un golpe al intendente, sino directo a la Gobernación. En La Plata, cuando se enteraron, reaccionaron enfurecidos. “¿Esta mujer (por Baragiola) quiere ser intendenta? Están dinamitando esa posibilidad”, se quejaron.

En el baragiolismo enfrentan una encerrona. Está instalado que es casi imposible llegar a la Intendencia de Mar del Plata sin el guiño de Vidal. Y saben que Baragiola, en un ranking imaginario de posibles candidatos a intendente, ni siquiera entra en el podio de la gobernadora. En ese marco, intentan jugar sus cartas para mostrarle a la provincia que los necesitan para llevar adelante muchos de sus planes en la ciudad.

Martínez Bordaisco y Rodríguez no conforman un segundo bloque. El primero es hombre de Abad y por ende acatará todas las decisiones que provengan de su jefe político, que hoy se encuentra alineado al vidalismo. El segundo es hombre de Ricardo Alfonsín, aunque en los últimos tiempos estrechó lazos con Abad para enfrentarse a Baragiola en la interna radical.

El actual presidente del comité local de la UCR es el radical más díscolo de todos, sin embargo, en 2019 se le termina su mandato por lo que es probable que su actitud vaya virando hacia algo más moderado en su afán por renovar su banca.

El sector del PRO y la Coalición Cívica es un misterio. Guillermo Volponi responde al diputado nacional Juan Aicega, hombre de Emilio Monzó. Hasta hace algunas semanas, estaba más cercano a Baragiola que a Arroyo, pero habrá que ver cuáles son las aspiraciones del PRO en Mar del Plata (o de esa ala del PRO) para entender qué camino elegirá.

Angélica González, la concejal de Elisa Carrió, también es una incógnita. El espacio de Lilita tiene en el diputado Guillermo Castello a su único representante con un cargo institucional. Castello cuestionó cada vez que pudo al intendente Arroyo, pero la concejal no responde a él, por lo que habrá que esperar, también, para conocer su actitud.

Como sea, ninguno de estos dos concejales puede convertirse en un referente dentro del cuerpo legislativo que pueda negociar con los bloques opositores, articular con el Ejecutivo y ordenar a los oficialistas.

El último integrante es Alejandro Carrancio, de Crear, el espacio que lidera Lucas Fiorini. Con varias terminales en el gobierno bonaerense, especialmente el ministro de Gobierno Joaquín De la Torre, y buen diálogo con el resto de los concejales (tanto oficialistas como opositores) Carrancio supo ganar terreno dentro del esquema de Cambiemos. Sin embargo, hasta el momento, no deja de ser un intermediador con atribuciones limitadas, lo cual se convierte en una barrera.

Arroyo comienza en pocas horas su tercer año como intendente y entre los muchos problemas que afrontó a lo largo de este tiempo, la falta de un Concejo Deliberante que le responda fue uno de ellos. Estuvo casi un año para poder aprobar un proyecto que considera clave como las fotomultas. Y a juzgar por las primeras señales de la nueva composición del cuerpo el 2018 no será muy distinto.

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