El PSOE enfrenta una batalla a todo o nada: su futuro depende del duelo con Podemos

La gran incógnita de las elecciones es cuál será el segundo bloque parlamentario

La bomba partió el domingo de los laboratorios de redes sociales de Podemos . Un video casero de ocho segundos muestra cómo el líder socialista Pedro Sánchez saluda a dos personas de raza negra en un acto de campaña y, un instante después, se frota las manos, como si se limpiara.

"No todo vale en política", se quejó Sánchez cuando, un rato después, la imagen se viralizaba en Internet, acompañada de mensajes que lo acusaban de racista.

Pero más allá de su lógica indignación, el candidato del PSOE no puede sorprenderse: la batalla que enfrenta es a todo o nada. Su futuro como dirigente político, la subsistencia de su partido y la salida a la crisis de gobierno de España dependen en gran medida de su duelo particular por la primacía de la izquierda con Pablo Iglesias, el fundador de Podemos.

Todas las encuestas conocidas el fin de semana reflejan que Podemos, aliado ahora a Izquierda Unida (IU), saldrá segundo en votos (25%) en las elecciones del próximo domingo, detrás del Partido Popular (PP) del presidente Mariano Rajoy. La gran incógnita es cuál será el segundo bloque parlamentario, ya que los pronósticos le permiten soñar al PSOE con una cosecha de diputados superior a la de su rival por efecto del sistema D'Hont.

"No me fío un pelo de Iglesias", dijo ayer Sánchez. Descartó que vaya a permitirle ser presidente, incluso si la suma de los dos bloques de izquierda diera una mayoría en condiciones de formar gobierno y Rajoy siguiera -como parece inevitable- sin apoyos suficientes para ser reelegido.

Su obsesión es evitar el sorpasso de Podemos. En las elecciones de diciembre lo logró con lo justo y así retuvo su cargo pese a haber conducido al PSOE a la peor elección en casi 40 años de democracia. Entonces Iglesias impidió a Sánchez llegar a la presidencia. Podemos votó en contra del acuerdo moderado entre los socialistas y los liberales de Ciudadanos, lo que precipitó esta repetición de las elecciones.

La animosidad entre Sánchez e Iglesias es notable, aunque este último la esconde. Le envía mensajes públicos conciliadores ("tenemos que entendernos para gobernar juntos"), mientras desde su aparato de comunicación lanzan campañas para desprestigiar a los socialistas.

"Somos la nueva socialdemocracia", anunció Iglesias. Llegó a elogiar al ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero para seducir a simpatizantes del PSOE. Apela al voto útil de los españoles de centroizquierda que ansían echar a Rajoy.

"Cambian de chaqueta según su necesidad. Ahora son socialdemócratas, como antes fueron chavistas, comunistas, peronistas. Es mentira que ellos puedan sacar a Rajoy. No tendrán apoyo para gobernar", le responde Antonio Hernando, mano derecha de Sánchez.

Pero la inquietud del PSOE es inocultable. Sánchez sacó al ruedo a Felipe González y a Zapatero, en un intento de entusiasmar a sus votantes, que las encuestas identifican como los más propensos al ausentismo. Atacar a Podemos es el eje de su discurso: antepone una promesa de "cambio con estabilidad" a la "aventura populista" de sus adversarios.

"Tiene que atraer a su electorado desmovilizado. Por el momento no lo está consiguiendo -dice el analista político Kiko Llaneras-. No remonta, pero tampoco se está hundiendo."

El PSOE -el partido que más tiempo gobernó España desde el fin de la dictadura franquista- ronda el 20% en las encuestas (sacó 22% en diciembre) y quedó minimizado en Madrid y Cataluña.

Iglesias se ilusiona con que el PSOE sufra el destino del partido socialista griego, opacado hasta la insignificancia por la izquierda radical de Syriza al ritmo de la tremenda crisis social del país. Pero es consciente de que no lo logrará ahora. Por eso invita a los socialistas a negociar una coalición de gobierno.

Sánchez anticipó el no. Sabe que los barones regionales del partido harían cualquier cosa antes que entregarle el poder a Iglesias, que los escandaliza sobre todo con su promesa de autorizar consultas de autodeterminación en Cataluña, el País Vasco y otros territorios que lo deseen.

El PSOE se dirige a una encerrona. Salir tercero dejaría en sus manos el destino del país: tendrá que elegir entre permitirle seguir a Rajoy, encumbrar a Iglesias o forzar unas terceras elecciones. "Tenemos una cuarta opción", dice un integrante de la cúpula socialista. Se refiere a intensificar la batalla para retener el segundo lugar, aunque sea en número de diputados. Ningún otro dato resultará tan decisivo en el escrutinio del domingo.

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