Los proyectos de nombres malditos, el dilema en Mendoza y la amenaza en el peronismo

Los proyectos de nombres malditos, el dilema en Mendoza y la amenaza en el peronismo

Las fuerzas políticas repasan sus fortalezas y debilidades para las elecciones de 2019.

 

2019: Fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas 

En política cada día que pasa resignifica todo el pasado. Es el punto de encuentro entre la teoría y la práctica, y el cruce entre esas dos directrices convierte cada hecho en único. Eso funda la nadería de los balances de lo que pasó, y justifica la mirada hacia lo que puede pasar, esa ilusión de quienes hacen, y quienes narran la política.

 

El análisis queda reducido a una franja finita en la que es útil repasar dónde está cada uno, usando, como recurso provisorio, un análisis FODA que permite una matriz que describa las Fortalezas y Debilidades, Oportunidades y Amenazas que tiene cada protagonista de la carrera electoral con meta en las urnas del 27 de octubre próximo. Veamos una síntesis de cada campo de la matriz, en el enfrentamiento entre el oficialismo de Cambiemos y la oposición del Peronismo:

Liderazgo, programa y territorios versus el balotage necesario

Cambiemos tiene a su favor el control de las tres columnas de un proyecto político. Su principal fortaleza es un liderazgo que nadie discute, Mauricio Macri. Un programa que todos también acatan, aunque con debates internos que han ido modificándolo.

El programa ha sido de un proceso de transformación del sistema, que se paralizó en 2018 y que fue reemplazado por uno de emergencia. En los dos primeros años dominó la ortodoxia de Olivos. Entre 2018 y 2019 influyen más los aliados de la UCR y la Coalición, y el ala negociadora del Congreso, pero el programa es uno solo. El tercer elemento que cuenta entre sus fortalezas está el control electoral en seis de los siete distritos más grandes de la Argentina, ratificado en la elección de 2017. Si en ese momento se hubieran elegido gobernadores, los radicales habrían sumado cinco mandatarios propios. Es un argumento por la vía del absurdo, pero sirve para ilustrar ese dominio.

El peronismo cuenta como fortaleza que tiene el control en una decena de gobernaciones, y el proyecto de los mandatarios de sostenerse en el poder le da oxígeno a un proyecto nacional.

El cristinismo suma apoyos en la provincia de Buenos Aires a partir de la figura de Cristina Kirchner, que mantuvo más del 37% de los votos en la última elección. La estrategia aceptada por todas las tribus del peronismo es sostener para la primera vuelta electoral por lo menos dos candidaturas fuertes que: 1) precipiten un ballotage, y 2) impidan la rapiña por parte de Cambiemos de peronistas silvestres, sueltos de cualquier compromiso ganador. Hasta ahora esas dos candidaturas son la que surgirá de la PASO de Alternativa Peronista - que tiene como postulantes a Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Pichetto y alguno más – y la de Cristina Kirchner.

El tercio que apoya versus el tercio que puede cambiar el voto

Para Cambiemos la oportunidad principal se la dan los efectos de la sanción de un presupuesto negociado, que le permitió bajar la peligrosidad de la crisis económica. Prueba de que el mercado le brinda esa oportunidad es la aceptación del sector de los negocios de retenciones a las exportaciones agropecuarias, y de la suspensión de la actualización por inflación.

También tiene que aprovechar el apoyo que sigue teniendo en el electorado de todo el país, aún superior al 30%, que parece entender lo que el gobierno hace y que no está dispuesto a cambiar de partido el año que viene.

La oportunidad más firme la abre a la oposición los efectos de la crisis económica, que trasladen el apoyo de sectores medios y medios-bajos, que forman el tercio de electorado que en 2015 no votó ni a Cambiemos ni al peronismo en la primera vuelta. Ese segmento es el swing vote de 2019. Los otros dos tercios permanecen firmes en apoyo del oficialismo y de la oposición. El peronismo cree que la crisis económica es irrecuperable, y que eso echará en sus brazos los votos necesarios para ganarle a Macri en una segunda vuelta electoral.

La necesidad de acuerdos para reelegir y después mantener el programa

La debilidad más seria de Cambiemos es su dificultad en mantener unida a la alianza de gobierno. La clave del triunfo de 2015 fue la integración del Partido del Ballotage. Eso permitió que ganase una alianza impensada de conservadores, radicales, lilistas, independientes, detrás de Macri, el primer conservador que llegaba a la presidencia por elecciones libres desde 1916, según el sistema de la ley Sáenz Peña de 1912.

También es el primer presidente que no pertenece al peronismo ni al radicalismo. Este fin de semana, mientras caminaba por las calles de La Angostura – adonde pasa una minivacación- Macri festejaba con amigos, por adelantado, que será el primer presidente no peronista en la historia electoral que pueda terminar su mandato. El último fue Marcelo de Alvear en 1928, cuando entregó el cargo a Hipólito Yrigoyen. Han pasado 90 años.

Más allá de los récords, que pueden ser un consuelo decorativo, esa unidad importa como primer paso de otras ampliaciones del espacio, de acuerdos con otras fuerzas de la oposición. El oficialismo tiene por delante un proceso con grandes dificultades para lograr su objetivo de que Macri reelija. Para empezar, tiene que forzar una baja del gasto para llegar el déficit cero, que conlleva cargas adicionales.

Ese déficit cero esconde minas explosivas de profundidad, como retenciones con plazo fijo (1,1 % del gasto), la postergación de la actualización de los balances (0,5% ) o el pago mismo de los intereses de la deuda, 1,9%, según el cálculo de Nadín Argañaraz en Clarín de este domingo. Si Macri reeligiese, querrá mantener ese programa. Eso lo obliga a retomar los proyectos de 2016, que tienen hoy dos nombres malditos: reforma previsional y reforma laboral. Sólo lo podría lograr con un acuerdo de fondo con la oposición. Para eso hay que tener en orden los papeles hacia adentro de la coalición.

La tentación populista: déficit cero más default

Para el peronismo, la debilidad es su dificultad en encontrar no ya un liderazgo unificado – es difícil que lo logre en un año, porque es algo de lo que adolece desde que Carlos Menem dejó el centro del escenario – sino lograr un método de acceder al poder que no pase por el fracaso de quien gobierna. Aquí pesan mucho las diferencias entre las tribus. El cristinismo alza banderas de bloqueo a la gestión de gobierno, como si la suerte de la Nación fuera la única que debe atender. El peronismo de Alternativa tiene un concepto de Estado más amplio, y entiende que, si al gobierno de Macri le va mal, arrastrará al conjunto que los incluye. A ese peronismo, que tiene como CEO a Pichetto, se debe por ejemplo, la aprobación del último presupuesto, con ventajas para todas las provincias. Impuso la negociación con los gobernadores como método, y pudo salvar ventajas salariales a los patagónicos, cambios en el pago de Bienes Personales y de Ganancias para sectores medios, salvó el presupuesto para las universidades, hasta minucias como el diferimiento del pago de retenciones a las exportaciones de economías regionales, etc. Es lo más parecido a un programa afirmativo, sin la carga de negatividad de la estrategia del bloqueo del cristinismo, que boicotea todo lo que no tenga el sello del Instituto Patria. Esto es bueno para algunos, malo para otros. Hay que reparar en un punto: es imaginable que quien gane en 2019 tendrá un país con déficit cero y con una deuda alta. Para Cambiemos el programa es mantener ese déficit y pagar esa deuda, que compromete desde ese año con el pago de los intereses.

Cristina, desde el otro polo, ya dice que esa deuda es impagable. Le falta decir que es ilegítima para anunciar que no la pagará si llega al gobierno. Un país con cero déficit y default es poco menos que un paraíso para una agenda populista de economía cerrada, tipo 2011-2015. Con cepo e impuestos altísimos, habría plata para tirar para arriba. Lo que en Cambiemos es virtud, habilitaría para los vicios del peronismo autárquico y globalífobo. Es una tentación para cualquier peronista, y eso puede facilitarle apoyos a Cristina para su postulación.

Mendoza, otro foco de disidencias en Cambiemos

La principal amenaza para Cambiemos es la gestión como gobierno de emergencia, en este año que le queda a Macri. Si puede trasmitir el sentido del esfuerzo que resta para cumplir el programa del déficit cero del Presupuesto, pondrá a la economía de su lado. Si no, naufragará en el desprestigio que puede sacarlo del poder.

Más importante es la amenaza en el terreno político de las disidencias, que pueden resentir al Partido del Ballotage que necesita Macri para su reelección. El punto es el debate de las candidaturas para 2019, y el lugar que ocuparán los postulantes de cada partido de la coalición en las provincias.

Cruje esa sociedad cuando se observa que hay distritos en donde lo que es bueno para Macri en lo nacional, no lo es para sus aliados locales.

​ El caso emblemático es Córdoba, adonde el gobierno regula sus relaciones con Juan Schiaretti. Este gobernador aspira a reelegir, pero comparte el mismo electorado que lo vota a Macri, algo que ya le tocó enfrentar a éste antes de 2015, cuando disputaba con Daniel Scioli, que le competía por el mismo electorado. Es un proceso abierto, pero menos cómodo es para Cambiemos lo que está pasando en Mendoza.

Un intendente del Pro, el conservador Omar De Marchi, desenfundó una encuesta que lo pone con la mejor intención de voto para la elección de gobernador. Está por encima del mejor candidato del radicalismo que gobierna por allá, Rodolfo Suárez. Detrás viene el candidato del gobernador Alfredo Cornejo, presidente además de la UCR nacional, y que no tiene reelección en el cargo, el ministro Martín Kerchner.

De Marchi, además, es bien visto por Olivos, y ha recibido ya visitas en el municipio que administra, Luján de Cuyo, de enviados de la Nación como Gabriela Michetti y Patricia Bullrich. Eso molesta a Cornejo, que tampoco tiene muy buenas relaciones con el mejor de todos los radicales, Julio Cobos, que hasta ahora se niega a volver a la gobernación. Panorama espinoso el de Mendoza, porque pone en peligro el dominio radical en la provincia, de la máxima autoridad partidaria, cuyo único destino que tiene por delante es ser candidato a diputado nacional.

​El catecismo de Pichetto

La amenaza más seria del peronismo es que Cristina Kirchner termine licuando detrás de sí a los demás dirigentes,temerosos de estar lejos de ella si es “la-que-mejor-mide”.

Este peronismo no es el mismo que el de 2016-17, cuando hacían cola pidiendo algún acuerdo con el oficialismo. Tampoco Cristina es la misma. En 2016 tenía destino de calabozo y ahuyentaba a los propios. Hoy hay un peronismo con síndrome de abstinencia de poder, que parece haberle perdido el miedo a mostrarse con ella.

Si absorbe el peronismo, facilita las chances de su adversario de ganar en primera vuelta, porque alimentará una polarización extrema, en la que un peronismo sin líder, sin programa y sin dominio territorial en las provincias más importantes, termina siendo más débil. Los alternativos resisten, porque entienden que mirar hacia atrás los condena al desierto y que en Cristina nada ha cambiado, por más que los emisarios ante los gobernadores digan otra cosa.

Pichetto – que rechaza esa unidad para perder de la que habla Rubén Marín - ilustra su posición en términos de catecismo político: “Al Purgatorio no se vuelve nunca, y al Infierno se va una sola vez”.

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