En primera persona

En primera persona

La recesión retratada en cuatro historias de pymes industriales. La caída de la demanda, los esfuerzos por mantener el personal y la cuestión clave: ¿cuánto más pueden aguantar?

El camino de deterioro en las condiciones socio-económicas por el que el gobierno de Cambiemos está llevando a gran velocidad a toda la sociedad argentina tiene varias estaciones. Una de las más críticas es el desempleo abierto, que todavía no llegó en toda su magnitud. Como el 70 por ciento del empleo privado está a cargo de las pymes, la situación de ese segmento de empresas equivale a analizar el problema del desempleo. Las pymes salieron a la escena días atrás al quejarse por el pago compulsivo del bono establecido por decreto. Sostienen que el Gobierno los ahoga con la caída del mercado interno, tasas de interés por las nubes, suba de costos tarifarios y aumento de importaciones y, al mismo tiempo, pretende que se hagan cargo de mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores sin recibir ayuda. Página/12 retrata en primera personas varias historias de pymes del sector industrial.

Muebles sin mercado

Javier Orlandi es socio gerente de Muebles Orlandi, la principal empresa de Elortondo, un pueblo de 7 mil habitantes del sur de Santa Fe. En la planta trabajan 120 operarios que fabrican muebles RTA (listos para armar) y son comercializados a nivel mayorista en todo el país. El padre de Javier, hace 40 años, fundó la empresa. “Nuestra pyme se aboca totalmente al mercado interno y ante semejante debacle del consumo, por efecto de la devaluación y caída del poder adquisitivo, actualmente con apenas el 30 por ciento de la capacidad de la planta me alcanza para cubrir el nivel de ventas”, explica Orlandi. Paradójicamente, la empresa recientemente se expandió como consecuencia de una fuerte inversión en una línea de producción de 50 metros con maquinaria importada. “La decisión la tomamos en 2017, pero entre que se hizo el desarrollo de ingeniería, las máquinas se producen en el exterior, los tiempos de entrega, la instalación, la puesta en marcha, el aprendizaje, recién estamos empezando. Pasa que cuando decidimos hacer esta inversión teníamos un atraso de 40 días en la entrega de productos, se nos acumulaban muchos pedidos. Ahora no hay trabajo”, agrega Orlandi.

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“Hace seis meses que venimos teniendo la planta en marcha sólo por una responsabilidad de quienes dirigimos la empresa para con la comunidad. La situación se sostiene con achique de gastos, aportes propios de los socios y reducción importante de stock de materia prima”, cuenta. En relación a las importaciones, Orlandi dice que “en su momento nos afectó muchísimo. Pero hoy tampoco les sirve por una cuestión de consumo, porque no se lo venden a nadie”. Orlandi señala que “en el sector siempre se vendió a plazo. Hoy un cheque a 90 días te lo cambian al 80 por ciento anual. Eso genera una brutal descapitalización. Trabajamos para pagar sueldos, impuestos y la deuda en el exterior por la inversión. Aguantaremos hasta donde se pueda”. Otro punto de tensión es el tarifario. En Elortondo, la cooperativa del pueblo subió las tarifas de luz un 120 por ciento el año pasado y un 45 por ciento en 2018.

Obras ausentes

Andrés Capriati dirige Mercomac, fundada en 2003, aunque el emprendimiento es la continuación de un proyecto familiar que viene desde los ´70. Está ubicada en Ciudadela y es proveedora del sector de la construcción, ya que fabrica herrajes para muebles utilizando materiales como plástico, aluminio, bronce y chapa de hierro. “A partir de 2016 tuvimos caída de las ventas. En 2017 la situación repuntó un poco, pero no llegamos a los niveles de 2015. Ahora volvió a bajar fuerte y estamos utilizando el 50 por ciento de la capacidad instalada. Llegamos a tener 15 empleados. Ahora tenemos 11 empleados y no hay más horas extra, cuando antes era algo bastante usual”, cuenta Andrés.

“Nuestros clientes estiran los pagos especulando financieramente, la cadena de pagos está dañada con las empresas grandes y directamente rota con las empresas chicas. Pero además, ¿a quién se le puede ocurrir invertir en la producción con tasas de este nivel? Si tenés deudas y querés ponerte al día, el banco no te cobra menos que un 55 por ciento anual. Así vas perdiendo la empresa de a poquito”, agrega. Con respecto a las tarifas, Capriati relata que la boleta de luz, que es su insumo crítico, subió un 1500 por ciento desde 2015, mientras que afirma que las importaciones generaron problemas en nichos como ruedas y sistemas corredizos.

Golosinas en Plátanos

Alejandro Delre dirige la empresa Chil Golosinas, ubicada en el Parque Industrial Plátanos, Berazategui. La firma data de 1993 y cuenta con 40 empleados. “Estamos trabajando al 40 por ciento de nuestra capacidad a raíz de la baja de las ventas. Nuestra producción bajó en cantidades alrededor de un 50 por ciento desde mediados de 2016”, cuenta Alejandro. Chil produce papas fritas, chizitos, garrapiñadas, pan dulce y gomitas, entre otros, y vende a mayoristas, almacenes y kioskos. “Nuestro problema es en un 80 o 90 por ciento la caída del mercado interno. La rentabilidad cayó mucho y estamos entrando en un punto límite, más allá está la rentabilidad negativa”, agrega.

Delre explica que luego de la última ronda devaluatoria debía aumentar los precios en un 18 por ciento para mantener los márgenes de rentabilidad. “Apliqué esa suba pero no vendí ni un solo paquete de nada. Entonces fui para atrás”, relata. Los hornos de la fábrica utilizan como principal insumo el gas, que subió solamente el mes pasado un 58 por ciento, hasta los 260 mil pesos por mes. “Sigue el mismo plantel porque es muy costoso formar a una persona y luego echarla, salvo un puñado de retiros. Pero no hay horas extra y ya no incorporamos personal. Un problema adicional al contexto general que la AFIP no da tregua, es el proveedor más rabioso”, advierte el empresario.

Familia textilera

Fernando Lukacs viene de una “familia de textiles” y tiene una empresa de fabricación de tejidos planos que se utilizan para la confección de pantalones, camisas, jean elastizados, gabardinas, calzado, ropa de trabajo, bermudas y ropa outdoor. La planta está ubicada en Lanús Oeste y cuenta con 12 empleados. “En los últimos años puse tecnología de punta, son los telares más rápidos del mercado, cada empleado acá maneja diez máquinas. Tenemos capacidad para hacer 140 mil metros mensuales pero estamos en unos 50 mil por mes. Tengo 51 años, soy ingeniero textil y nunca vi una situación así, el mercado está totalmente parado y todo el tiempo te avisan que cerró tal o que el otro suspendió a todo el personal. Hay un terrible efecto dominó”, dice Fernando. “Acá pegó muchísimo la apertura a los importados. Los fabricantes están arruinados. Encima que la gente no tiene plata, entran más importados, es la tormenta perfecta. Otro tema terrible es que se vende a 60 o 90 días y para el cambio de cheques el banco o la financiera te destruye el capital, con las tasas actuales Se llevan más que la ganancia de producir. Si estás muy desencajado con los plazos, directamente perdés plata”, agrega.

Fernando transmite angustia. Dice que un par de años atrás la planta trabajaba desde el lunes a la siete de la mañana hasta el sábado al mediodía, pero ahora hay dos días que ni abre la persiana y está evaluando cerrar un día más. “Las máquinas están paradas y el stock se acumula. Me llegan 90 mil pesos de luz casi sin trabajar y 17 mil pesos de agua sin consumir agua. Como somos pocos, la vamos manejando, pero fuimos agotando las opciones y cada vez se acorta más la piola. Tenemos previsto tener un fin de año terrible y hay mucho miedo de cómo vamos a estar para cuando pasen las vacaciones”.

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