Políticos sin vocación: Cambiemos, un espacio de renunciadores seriales

Políticos sin vocación: Cambiemos, un espacio de renunciadores seriales

La renuncia del ministro de Infraestructura, Edgardo Cenzón, golpeó a un gabinete que se muestra reticente a la hora de asumir responsabilidades. El corrimiento, por decisión propia, de decenas de funcionarios Pro a nivel nacional se reproduce también en las filas de María Eugenia Vidal. Los costos de ocupar con técnicos los espacios políticos.

EL PESO DE LAS DECISIONES

Sin ir más lejos, a la hora de hablar del peso que sienten sobre sus hombros los funcionarios de Cambiemos podemos tomar como ejemplo al propio presidente. Mauricio Macri ya se tomó tres vacaciones desde que entró en la Casa Rosada, y aunque argumentó distintos motivos médicos, no deja de ser llamativo que el hombre con más responsabilidades del país pueda retirarse tan seguido a descansar.

Macri fue titular de Boca y jefe de Gobierno porteño; no llegó de la nada. Sin embargo, el nivel de presión que lleva siendo presidente de la Nación es muy distinto, sobre todo porque como intendente de Buenos Aires gozaba de un presupuesto privilegiado y oficiaba de mega opositor con respecto a las políticas nacionales. Ahora, cualquier desacierto es obra de él, y no sólo que los hechos recaen sobre su figura sino que no cuenta con un núcleo fuerte y amplio de adeptos para respaldarlo. La comodidad del sillón chico se volvió tormento con el bastón de mando.

Pareciera ser que el mismo fantasma circula por otros pasillos. El peso de la presión no se lleva fácilmente, y por eso se necesita algo más que cabeza para gobernar. Se necesita decisión, tesón y una gran capacidad para soportar los golpes.

Edgardo Cenzón no se cayó del catre, pero por primera vez le tocó ser la cara visible de una cartera fundamental. Su militancia original fue en el peronismo, pero pronto viró hacia el neoliberalismo extremo cuando se dedicó a ser colaborador de Carlos Melconián, hoy uno de los cerebros económicos del Pro. Posteriormente, Cenzón trabajó en distintas áreas del gobierno de la ciudad de Buenos Aires (su último cargo fue ministro de Ambiente y Espacio Público), llegando a formar parte de la mesa chica de Macri, junto a Nicolás Caputo y Horacio Rodríguez Larreta. Adonde lo mandaban, él arreglaba problemas, ponía las cosas en orden, pero no ocurrió lo mismo en Infraestructura.

CAJA GRANDE, INFIERNO… GRANDE

La obra pública fue protagonista en la campaña de Cambiemos. Los candidatos hablaron de la obra pública como el gran generador de trabajo en la Argentina y lo conectaron con la profesión de Macri: ingeniero. Linealmente, argumentaron que un ingeniero sabría perfectamente qué hacer a nivel infraestructura en el país.

Cenzón tomó una brasa caliente: el ministerio de Infraestructura provincial debía ocuparse de continuar, finalizar o directamente empezar de cero las obras hidráulicas, demandadas por los bonaerenses tras las dramáticas inundaciones. Las obras hidráulicas ocuparon un lugar central, pero también debía ocuparse de viviendas, caminos, medioambiente, etcétera.

Al igual que la mayoría de los funcionarios provinciales, Cenzón trasladó su equipo porteño a la ciudad de las diagonales. Quizás se haya chocado con la limitación de manejar un presupuesto acotado teniendo en cuenta la magnitud de Buenos Aires, sobre todo en comparación con la rica Capital, o quizás se haya sentido abrumado por ser el encargado de manejar la relación con los intendentes, siendo que la obra pública es clave para todos los jefes comunales. Cenzón argumentó motivos familiares cuando le pidió a la gobernadora que aceptara su renuncia, pero eso no despejó las suposiciones. No está claro cuándo dejará el cargo, pero trascendió que podría ocuparlo hasta fin de año. Resulta llamativo que el ministro deje el cargo a sólo dos meses del anuncio que hizo junto aVidal de un gigantesco plan de obra pública por 22.800 millones de pesos.

Por otra parte, y no es un dato menor, tal como especifica una nota del diario Hoy que recoge datos de la Contaduría General de la provincia, el ministerio de Infraestructura sólo ha ejecutado un 12,89 por ciento del presupuesto anual en el primer semestre. No se trata de un ahorro, sino de un atraso en la mayoría de los programas y planes que maneja la cartera. Los datos registrados por el organismo provincial pone en duda el gran anuncio efectuado por la gobernadora a principios de agosto.

PORTAZOS MÚLTIPLES

Cenzón dejará vacante uno de los cargos más relevantes del gabinete bonaerense. Pero no es el único que deja un sillón. El primer ministro en dar el portazo fue Carlos Mahiques, de la cartera de Justicia. En mayo, Mahiques decidió continuar ejerciendo como juez. Su paso por el ministerio fue corto pero lamentablemente trascendente: le tocó poner la cara por la triple fuga del verano. En su lugar quedó Gustavo Ferrari, un denarvaista que sobrevivió al sciolismo, fue asesor General deVidal y finalmente suplantó a Mahiques.

Quien, según recurrentes trascendidos, también pensó en dejar su cargo fue Zulma Ortiz, ministra de Salud bonaerense. Ortiz, acompañada por un cuadro técnico proveniente de UNICEF, no logra encauzar un ministerio que, según empleados históricos, tiene menos actividad que nunca. La ministra cerró programas, echó trabajadores y hasta fue artífice del “cautiverio” a trabajadores que denunció REALPOLITIK, para que no asistan a una asamblea de despedidos. Su mal manejo político y el hecho de que su entorno no la ayude, le provocan dolores de cabeza a Vidal. Tal es la soledad deOrtiz que varios de sus funcionarios renunciaron o amenazaron con renunciar. El director de Hospitales, Alberto Lazo, presentó su renuncia en abril.  El subsecretario de Administración y Gestión de los Recursos, Pablo Atchabaian, se fue en junio. Suerte similar corrieron Evelina Chapman, de la subsecretaría de Coordinación y Atención de las Personas; y Lorena Giorgi, de la trascendental DGA.

Quien también intentó apartarse de su cargo fue la subsecretaria para la Modernización del Estado provincial, Magdalena Acuña, debido a serias diferencias con su superior Roberto Gigante, ministro de Coordinación y Control de Gestión. Ese ministerio de jacta de ser el ala más técnica de la gestión, sin tener en cuenta que hacer política sin política es absolutamente imposible.

En la misma línea de la política sin políticos entra Martiniano Molina, intendente de Quilmes, que tras el escándalo de los más de 2 mil despedidos (que se sumaron a los 4 mil despedidos de La Plata, ambos casos con gran repercusión) y el polémico dicho del pozo de Quilmes, pensó en dejar la alcaldía.

Necesitaríamos varios párrafos más para los funcionarios de los distintos municipios que han ido dirimiendo su cargo. Sólo en La Plata, varias decenas de funcionarios de primera y segunda eligieron dejar la gestión municipal.

FIELES Y EMPLEADOS

Lo que queda claro en la gestión Macri, tanto a nivel nacional como provincial y municipal, es que las cabezas políticas de Cambiemos conducen el proceso, pero no tienen quienes los secunden. Un empleado podrá dar lo mejor de sí, pero no tendrá la predisposición de un militante. 

Comentá la nota